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sábado, 15 de junio de 2013

ATRÁS…QUEDABA TODO”, novela de Silvio Mancha



En la literatura cubana ha sido frecuente el caso del cronista y comentarista tanto de sucesos diarios como de episodios históricos que da rienda suelta a su imaginación y pergeña reflexiones poéticas o evoca experiencias personales, enriquecidas por su genio creador, para hilar relatos en los que los personajes de la trama encarnan actitudes arquetípicas, universales e intemporales del modo de ser, y de estar, del cubano, hombre o mujer.

Alfonso Hernández Catá, Gastón Baquero, Guy Pérez de Cisneros, José de Armas y Céspedes y su hijo José de Armas y Cárdenas (más conocido por su seudónimo Justo de Lara) son ejemplos de esta dedicación paralela al periodismo y a la creación literaria pura.

Silvio Mancha, quien reúne igualmente en su persona las condiciones de periodista y escritor, es un incisivo comentarista y publicista político, Editor-Director del magacín noticioso, histórico y literario ENFOQUE3, que publica desde hace varios años en el Condado de Miami-Dade y que cuenta con difusión a través de Internet (www.enfoque3.com). 

Mancha, que también es conferencista (puede verse, por ejemplo, su intervención en un acto reciente sobre las fatídicas UMAP -Unidades Militares de Ayuda a la Producción- en http://www.youtube.com/watch?v=xwn1xCu5Z_k), ha visto recientemente publicada –en febrero de 2013- su novela “Atrás…quedaba todo”, como parte de la Colección “Caminantes” de Ediciones Jacán (www.alexlib.com), en formato papel, y que puede adquirirse a través de www.amazon.com .

La novela, cuya trama se desarrolla íntegramente dentro de la Isla, comienza en un tiempo no especificado, anterior al cataclismo revolucionario de 1959 (a partir de cuando el país quedó espiritualmente degradado a la categoría de espeluznante “gulag” estalinista y cuyo nivel de vida fue arrojado por la “nomenklatura” del nuevo Régimen a una sima de depauperación por debajo incluso de una economía de subsistencia), en una época que encuentra su encaje en los años cincuenta del siglo XX, y su discurso narrativo llega hasta la Crisis de los Cohetes de fines de 1962, con la partida del protagonista al Éxodo, dejando atrás un país irreconocible por la implantación de una asfixiante atmósfera de terror, con decenas de miles de encarcelamientos preventivos y otros con el carácter de definitivos, de larga duración e idénticamente arbitrarios, además de los fusilamientos a mansalva decretados mecánicamente y sin recurso a las mínimas garantías procesales por unos llamados Tribunales Revolucionarios, creados en 1959 y que nunca han sido formalmente disueltos, a pesar del sedicente funcionamiento de los Tribunales Populares “ordinarios”. 

No obstante, en esta novela la acción, los caracteres y el ambiente están trazados nítidamente y con profundidad de rasgos. No se trata de una soflama sino del retrato de toda una época, en el que los personajes son de carne y hueso de cuerpo entero, las líneas argumentales están bien concatenadas, desarrolladas en el marco de un cronotopo claro (la conexión entre los diferentes lugares y tiempos de la narración), incluso con alguna referencia, aislada pero pertinente, a la agitación social que irrumpió en los “bateyes” de los ingenios azucareros durante los años treinta del siglo XX.

Silvio Mancha posee y despliega un bagaje léxico caudaloso, eufónico y plástico, que le permite dibujar en la mente del lector los entornos y contornos en los que actúa cada personaje, así como sus íntimos pensamientos, especialmente los del narrador-protagonista, quien cuenta y analiza mediante el discurso narrativo conocido como “fluir de conciencia” o exposición inmediata de sus reflexiones.

Concurre a atraer y mantener el interés del lector el hecho de que, cuando es imprescindible o apropiado -porque en la vida tales situaciones existen y forman parte de la experiencia vital de todos los seres humanos-, Mancha sabe perfilar y exponer, con gran realismo, las emociones eróticas de determinados personajes, sin recurrir a un vocabulario soez ni a representaciones obscenas (como Émile Zola ya había sabido demostrar en su novela “Nana”, buen epítome del naturalismo).

Recomendamos vivamente la lectura de esta bien estructurada composición, que se hace eco del estilo expositivo de otro gran novelista cubano, Miguel de Carrión.


© Roberto Soto Santana, de la Academia de la Historia de Cuba (Exilio).





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