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sábado, 1 de junio de 2013

UNA ESCRITORA COLOMBIANA EN NUEVA YORK


EL BARCO OLEO SOBRE LIENZO 24X36 ACUNA DE MARMOLEJO


En lustrosa encuadernación bajo el sello editorial de René Mario, ha salido a la luz en febrero del corriente año 2012  el florilegio narrativo muy originalmente titulado "Fantavivencias de mi valle", de doña Leonora Acuña de Marmolejo, la autora colombiana radicada desde hace muchos años en su amado Levittown  (Long Island) y  cuya residencia está adornada por un cuidado césped en torno al cual brotan coloridas flores entre feraces arbustos. El libro blasona en su pórtico de una bucólica pintura de la paleta propia de la autora -que es una consumada paisajista-, en la cual evoca una vista rural de lujuriante vegetación (muy probablemente, una imagen de sus lares en el valle del Cauca, aunque su título sea el impreciso de "Paisaje Rural en Suramérica"). El rótulo del libro es bien alegórico de su contenido: una rica y enriquecedora -para el espíritu- mezcla de remembranzas fantaseadas y de fantasías trasuntadas a un marco realista -caracter este ultimo agudamente subrayado en el prólogo por el Director de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, el Dr. Gerardo Piña-Rosales, quien ha hecho una justiciera presentacion de la obra y de su autora.

El libro puede comenzar a leerse por cualquiera de sus perlas, por ejemplo La Percanta. Su personalísimo estilo, que se desenvuelve en este relato sin oscuridades ni ignotos, tiene el intenso aroma del realismo mágico, pero en el sentido esplendente y plástico de Alejo Carpentier -no en el serpenteante y casi siempre angustioso de Julio Cortázar-. Las imágenes se plasman como a golpe de pincel -es determinante en ello la cualidad de pintora de la escritora-, en los escenarios lujuriantes del valle del Cauca y en torno a las pasiones lujuriosas de la figura de Rosa, enmarcando en sucesivos episodios las acciones de las lenguas viperinas de la pequeña villa de Riofrío, arquetipo de todas las comunidades cuyos vecinos se conocen unos a otros, del primero al último, y se espían y juzgan mutuamente. Es un relato cuyos caracteres se perciben como de la realidad mas inmediata, aunque la narración sea producto de la ficción. El exquisito empleo de vocablos de gran garra estética y raigambre hispánica, tales como aljófar, ménade, rosicler, trafalmejo y carimbo, hace que el valor narrativo se eleve y agrega matices al significado de cada personaje y de cada escena.

El lector disfrutará sobremanera con el reposado repaso de este dije de estampas, que muestran tambien la vertiente enloquecida de algunos seres que pasan por humanos, como es el caso de Efrén-Pájaro Verde. La deleitosa lectura de este volumen incluye ráfagas de remembranzas de la niñez, con imágenes tan entrañables como las del deslizamiento de barquitos de papel sobre las aguas de un cercano río -revivido por la escritora como "rumoroso"-, el desplazamiento calle abajo sobre las "bateas" (como se conocen en los países americanos las artesas para lavar, que usaron las mujeres de todos los pueblos y ciudades que en ese continente han sido  hasta que se inventaron y se generalizó a gran parte de los hogares el empleo de las lavadoras eléctricas), los paseos en familia por las calles de los pueblos y por los caminos vecinales, el empinamiento de las cometas de papel ("papalotes", en Cuba, Honduras y México), y el universal juego de "la gallinita ciega" (al que el mismo Francisco de Goya y Lucientes dedicó un cuadro), y tantos otros recuerdos vivientes en el imaginario individual y colectivo -es decir, todas las imágenes y los sonidos de nuestro entorno que interiorizamos como definidores de nuestras realidad vital-.

Con este engarzado narrativo, la autora, amén de su sólida trayectoria en materia de creaciones poéticas, revalida y confirma su dominio del cuento corto costumbrista, aderezado con visiones valleinclanescas, a veces; buñuelescas, otras, en cada una de las historias de pueblo -encerradas en sí mismas y altamente dramáticas- que jalonan el acontecer de la sociedad retratada por la autora en una época levemente intemporal -aunque sugerente de los años treinta, cuarenta y cincuenta del siglo XX , que el lector se siente tentado a identificar como la de cualquier pequeña y cerrada comunidad situada geográficamente en la cuenca de los ríos Magdalena y Cauca-. Para pergeñar esta clase de Literatura, se debe poseer un pujante vigor narrativo, un conocimiento de primera mano de los hechos a partir de los cuales la pluma de la escritora levanta el vuelo y crea, y un arsenal léxico que le brinde capacidad descriptiva y nominativa al caudal de la narración. Estos elementos los tiene en plétora Doña Leonora Acuña de Marmolejo, y con esa seguridad animamos al lector a que se haga de un ejemplar de esta obra, que proveerá inagotable provecho intelectual y sensorial.

-Reseña preparada por Roberto Soto Santana, de la Academia de la Historia de Cuba (Exilio).

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