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sábado, 15 de junio de 2013

Mi padre


por Zilia L. Laje

Mi padre murió de un ataque masivo al corazón a los 60 años, el domingo 7 de septiembre de 1946. Padecía de hipertrofia del corazón. Lo habían tratado en la Cruz Roja.

Hoy estuve pensando en eso y por primera vez sentí compasión de la vida que tuvo que llevar. Trabajó veinte años de cobrador de cuotas mensuales para la Policlínica "La Bondad", en la Calzada del Cerro, que había tenido la oficina inicialmente en la calle Tejadillo en la Habana Vieja, a cargo de la zona del Vedado. Representaba eso todo un día laboral recorriendo las calles del Vedado a pie, de traje y corbata, al sol, porque por aquellos años casi nadie tenía carro. No tenían una caja de retiro profesional a la que contribuir que proveyera una pensión.

Le habían diagnosticado hacía 2 años y 1/2 lo que llamaban "corazón de toro", que era demasiado grande para la cavidad torácica y estaba oprimiéndole los pulmones. El médico de la Cruz Roja Cubana, en Zulueta, le recetó Cuajaní Jordán con Efedrina, que lo empeoró.

Su padre, mi abuelo, era español y había sido voluntario en el ejército 17 años, el hermano mayor se hizo abogado y fue el único que tuvo carrera universitaria, él trabajó de cobrador en la policlínica desde los 40 hasta que murió. Era inteligente, sensato, responsable y trabajador. Nunca supe de qué trabajó los primeros 20 años, desde la adolescencia hasta que conoció en la oficina de Tejadillo a mi madre. Ella me contaba que él había conocido toda la Isla de un cabo a la otra punta. Leía mucho. Fue representante de unos relojes alemanes "banjo" de pared con péndulo y "tambour" de mesilla, y perdió toda su inversión en ellos, se volvió muy escéptico. Tuvo la paciencia de enseñarme el alfabeto a los 3 años con tronquitos de madera. Hacía conmigo a los 4 los juegos en el suplemento dominical "El País Gráfico" de conectar los números a revelar la figura.

Había trabajado hasta el día anterior, sábado, y esa mañana bajó a buscar el periódico y cayó muerto detrás de la puerta de la calle. Yo lo recuerdo, tenía 5 años y 1/2. Mi cuna estaba en la habitación de ellos, contra la pared; entre mi mamá y el vecino español de los bajos lo trajeron para la cama, y yo me viré hacia la pared y entre las varitas de la barandilla apreté los ojos. Yo sabía lo que estaba pasando y no he olvidado nunca la impresión ni mis pensamientos.

Razono, Tenía que ser así, habría tenido que trabajar toda su vida, no hubiera podido descansar.

Le pido perdón por no haber cavilado antes sobre eso.

1 comentario:

  1. Es de admirar el análisis que hace la autora sobre la vida de su padre y se necesita un noble corazón para pedir perdón por no haber podido entender la vida de un hombre que luchaba por su familia y que murió prematuramente.

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