Rowland J. Bosch
Cuba ha sido prodiga, a través de su
historia, en el campo musical por su gran variedad de ritmos desde los
populares hasta los clásicos y selectos.
Ha sido cuna de grandes compositores cuya música ha recorrido el mundo
dando a conocer su cultura musical; y el sentir de un pueblo alegre y
soñador. Y es interesante pensar que no
se ha estudiado bien la forma en que penetraron las contribuciones en el crisol
de razas y su participación en la creación de los distintos aspectos de las
melodías y armonías musicales en la bella Perla de las Antillas.
Al remontarnos a siglos atrás nos encontramos
con que desde el siglo XVIII, existía en Cuba un movimiento musical clásico que
aunque no bien formado, esporádicamente dio a la luz genios musicales y música
genial. En esa época la música clásica
era mayormente religiosa. Los grandes compositores, muchos de ellos canónicos,
se inspiraban en pasajes bíblicos y religiosos y dedicaban sus obras a
personajes de la liturgia católico-cristiana.
Entre todos estos compositores ya laicos o
eclesiásticos aparece como el primero del cual se tiene noticia Esteban Salas y
Montes de Oca, nacido en La Habana, el 25 de diciembre de 1725 (día de
Navidad). Casi 40 años antes de que la parte oeste de la isla de Cuba cayera en
manos de los ingleses. Muchos años antes
también, de que Giacomo Meyerbeer escribiera sus famosas óperas “Los Hugonotes”
y “La Africana” las únicas obras maestras de este compositor que han quedado en
el recuerdo, y de que Joaquín Ressini elaborara sus obras. Más años todavía
antes de que Franz Rossini elaborara sus obras. Más años todavía antes de que
Franz Schubert escribiera su ”Ave María” y su famosa “Standchen” más conocida
por la “Serenata de Schubert” y de que Donizetti escribiera su primera ópera
“Enrico de Borgogna”.
Probablemente Salas tuvo la influencia de
Juan Bautista Pergolesi y de Alejandro Scarlatti y quizás llegaron a él a
través de los barcos que hacían la travesía entre Europa y Cuba, composiciones
de Salieri, Muzio Clemente, Gluck, Franz Joseph Haydn, con su oratorio “La
Creación” de Mozart, de Juan Sebastian Bach con sus “Fugas” y la obra de Jorge
Federico Handel y quizás algunas de las primeras obras de Beethoven.
Fue Alejo Carpentier en su obra La Música en Cuba (1946) quien dio a
conocer ampliamente la vida y obra de este gran compositor cubano.
Posteriormente la Dra. Elena Pérez Sanjurjo en su, Historia
de la Música en Cuba, estudió algunas
de sus composiciones más meritorias.
Recientemente los musicólogos cubanos Hilario González en 1979 y Pablo
Hernández Balaguer en 1986, han profundizado en el entendimiento de su obra y
debemos en gran parte el conocimiento de su producción a estos últimos.
Carpentier en la obra citada expresa con
orgullo “Las prolongadas búsquedas que nos llevaron a dar con un buen lote de
partituras de Salas, arrojan plena luz sobre una figura que no sólo es
adquisición para Cuba, sino para la historia musical de todo el continente”.
Salas era hijo de Tomás de Salas y Castro, un
soldado canario y de Petrona Montes de Oca, natural de La Habana, probablemente
también de ascendencia de las islas Canarias. No se sabe la razón por la que al
ordenarse sacerdote firmó con los apellido del padre, ignorando el de la madre. Suponemos que sus relaciones con la autora de
sus días no eran buenas. Él vivió en La Habana hasta 1764. Fue cantor de los
coros de la parroquia. Por la revuelta en la capital contra el poder de España
en 1763, se vio trasladado al oriente de la Isla al siguiente año.
A la edad de quince años había sido admitido
en el Seminario San Carlos, donde aprendió Filosofía y Derecho Canónico pero su
profunda humildad le hizo titubear en ordenarse sacerdote al no considerarse él
mismo digno de ello. Reorganizada La Habana y regresado el obispo de su exilio
en la Florida. Salas es designado para
organizar y dirigir el coro en la catedral de Santiago de Cuba. Allí vivió una
existencia de vicisitudes hasta su muerte en 1803, a los 77 años de edad. Carpentier dice en La Música en Cuba: “La figura de Salas es de una angélica pureza.
Las pocas tribulaciones y quebrantos que conoció en su vida revelan la
existencia de un alma ingenua, confiada, incapaz de soportar una mácula” y
agrega “Verdadero músico, había hecho el voto de vivir pobremente y siempre
vestía de negro, era de pequeña estatura, delgado y seco. Su frente llamaba la
atención por lo espaciosa. Es posible
que corriese un poco de sangre negra en sus venas ya que a pesar de su nariz
aguileña, su tez era muy morena y tenía los labios gruesos y carnosos”.
Su llegada a la catedral de Santiago de Cuba
tiene que haber sido frustrante para un compositor de su magnitud. El coro era
inadecuado y para completar la humillación los sacerdotes lo obligaron a
ceñirse a los cánticos y costumbres que se habían sembrado en la parroquia.
Recibido con desprecio, se le encomendó enseguida que compusiera un himno a la
virgen, oportunidad que le dio, ante el asombro de todos, para componer una de
sus obras maestras, su “Ave Maris Stella”. Después de muchas adversidades y
pruebas se le permitió ocupar la posición correcta como director del coro. Emprende la transformación y renovación del
coro en un Conservatorio propiamente dicho, que duro hasta 1898 en que el país
salió del coloniaje español.
Las obras de su cosecha que se han
descubierto hasta ahora comprenden 41 villancicos que son cantatas, en las
cuales instrumentos y voces juegan partes que se compensan con suma destreza, y
que crean “una atmósfera que ya establecía en nuestro medio una sonoridad a la
cual un Haydn joven no hubiera negado su firma”. “Su escritura polifónica es
bien cuidada y repleta de pasajes atrevidos en sus retados y disonancias”…
“También compuso cuatro misas, cinco himnos, siete secuencias, doce antífonas,
nueve salmos, tres cánticos, dos letanías, ocho lecciones, un invitatorio y
cuarenta versos aleluyáticos” dice Pérez Sanjurjo. “Su estilo es mayormente
napolitano aunque como hemos expresado al principio la influencia de los
compositores alemanes tiene que haber sido muy grande, a tal extremo que
escribió un “Don Juan” en que se nota la influencia de Mozart. Fue el precursor de los conciertos clásicos
de categoría, que sin abandonar su sacerdocio se convirtió en un verdadero
profesor de música en Santiago de Cuba.”
El gran tropiezo de su vida comenzó en julio
de 1767 cuando la nueva capilla estaba para ser inaugurada y dedicada a la
Virgen del Carmen, debido a un terremoto que la destruyó completamente. Salas y
el capellán emprendieron inmediatamente su reconstrucción. Por casi 20 años, recolecto donaciones, dio
conciertos y estrenó dramas religiosos.
Compuso pastorales y piezas musicales con nombres de santos, haciendo
todo lo humanamente posible para vigorizar la economía de la empobrecida
iglesia. De su salario miserable separaba una parte para cooperar al bienestar
de la parroquia. En 1783 el trabajo
estaba casi terminado. En 1784 inaugura
la nueva iglesia y presenta varias obras de su cosecha compuestas para la
ocasión. Para mejorar la calidad de la
orquesta y en especial para contratar nuevos músicos de calidad, Salas logró un
aumento del presupuesto proveniente de fondos reales que no habían sido
aprobados. Después de 10 años felices en
los que disfrutó plenamente del éxito de sus esfuerzos, época en que escribió gran
parte de sus partituras, fue demandado en 1796 a devolver el dinero ya que la
aprobación de España no llegaba y jamás llegó. Los últimos años de su vida los
pasó en espantosa miseria, ya que su pequeño salario tenía que devolverlo para
pagar la deuda. Murió pobre y abandonado el 14 de julio de 1803 y enterrado en
la misma iglesia del Carmen, a la que había dedicado casi toda su vida adulta.
Autor de una obra maravillosa y genial,
compuesta con amor y arte, murió humildemente, pero dejó un legado invaluable.
Fue sin duda uno de los más grandes creadores de música clásica y quizás uno de
los más importantes compositores y genios musicales de todo el continente
americano.
Alejo Carpentier, La Música en Cuba (1946, México)
Elena Pérez Sanjurjo, Historia de la Música Cubana (1986), Moderna Poesía, Miami
La
Enciclopedia de Cuba, Tomo V, Miami
Un
Barroco Cubano del Siglo XVIII. Esteban Salas, (1996), Ediciones Jade
Conservatorio Esteban
Salas Santiago de Cuba
No hay comentarios:
Publicar un comentario