©Roberto Soto Santana, de
Casi todo lo que se sabe de Loreta Janeta Velázquez se
encuentra en una autobiografía de seiscientas seis páginas, ya descatalogada,
publicada por Dustin, Gilman & Co. (Hartford, Connecticut) en el año 1876.
Hoy en día, la versión digitalizada de este libro es propiedad de la Universidad de
Carolina del Norte, en Chapel Hill, y está disponible en Internet
–exclusivamente a efectos de investigación, enseñanza y uso personal, siempre
que se cite su origen-; su primera edición data de 1999 y obra en la Biblioteca de Asuntos
Académicos de la citada universidad-.
Las citas de los textos de dicha obra corresponden a
traducciones al español hechas por el autor del presente trabajo.
La portada interior ofrece el título y un resumen del
contenido del libro: “LA MUJER EN
COMBATE – Una narración de las proezas, aventuras y viajes de Madame Loreta
Janeta Velázquez – también conocida como Teniente Harry T. Buford, del Ejército
de los Estados Confederados, en la cual se ofrecen descripciones completas de
las numerosas batallas en las que ella participó como Oficial Confederada; de
sus azarosas actuaciones como espía, portadora de Despachos, Agente del
Servicio Secreto, y burladora de bloqueos; de sus aventuras detrás de
bambalinas en Washington, incluido el Timo de los Bonos; de su carrera como agente
de primas de enganche y de alistamiento de reclutas; de sus viajes por Europa y
Sudamérica; sus aventuras mineras en la Vertiente del Pacífico; su estadía entre los
Mormones; sus lances románticos, cortejos, matrimonios, etc., etc.”
Loreta dice que nació el 26 de junio de 1842 en una
casa cercana a las Murallas de La
Habana –cuya demolición comenzó en 1863-, en la calle
Velaggas (aunque esa calle nunca existió; probablemente se refería a la calle
Velasco, entre las calles Habana y Compostela, y así nombrada en memoria de
Luis de Velasco, el gobernador de la fortaleza de los Tres Reyes del Morro,
quien murió mientras dirigía su defensa ante el ataque y toma de La Habana por los ingleses, en
el verano de 1762).
Añade que su padre había nacido en el puerto murciano
de Cartagena, que había estudiado en las universidades de Madrid y de París, y
que hablaba latín, francés y alemán con fluidez. Destinado como agregado de la Embajada española en
París, allí conoció y se casó con la hija de un oficial naval francés –hija, a
su vez, de una dama estadounidense, y nieta de un comerciante adinerado-. En
1840, su padre fue nombrado funcionario con destino en Cuba, cargo al que
renunció en 1843 al heredar tierras y ganado en Texas (entonces, todavía parte
de la República Mexicana ).
Toda la familia se mudó a San Luis Potosí en 1844. Al estallar la guerra con
los EE.UU., su padre ofreció sus servicios al gobierno mexicano, que le nombró
oficial del ejército. Habiendo servido al ejército derrotado, su padre no quiso
reasentarse en sus antiguas propiedades, que no sólo habían quedado devastadas
sino además habían pasado a la soberanía de los EE.UU., bajo cuyo pabellón no
quiso seguir viviendo.
Loreta y toda su familia zarparon con destino a
Santiago de Cuba, con escala previa en el puerto habanero. Otro elemento
legendario acrece en este punto el relato biográfico: a su padre le atribuye
haber recibido una nueva herencia, esta vez en Cuba, en el puerto de Palmas –cuya
situación ha estado siempre en penumbras, ya que se le suponía situado frente a
la entrada de la bahía de Guantánamo, como así figuraba en la primera carta
geográfica de la Isla
preparada por Matheum Nerenium Pecciolem en 1604, aunque otra leyenda lo
ubicaba en Baracoa, desapareciendo finalmente de la cartografía cubana a
comienzos del siglo XIX-. En la
Isla , su padre se dedicó al comercio de azúcar, tabaco y
café.
En el puerto de Palmas afirma Loreta haber disfrutado
una vida de lujo, en el ambiente de una plantación, dadas las sustanciosas
ganancias de su padre en el comercio; y allí aprendió inglés, bajo la tutoría
de una gobernanta británica.
A continuación, su madre decidió enviarla a vivir en
New Orleans, a fin de completar su educación. Allí permaneció hasta que
contrajo matrimonio el 5 de abril de 1856, a los dieciséis años de edad,
clandestinamente y en contra de la voluntad de sus padres.
En el quinto aniversario de su boda, a las puertas de
la guerra entre el Norte yankee y el Sur
secesionista, su marido partió a la contienda y Loreta tomó la decisión de irse
también a la guerra, disfrazándose con el uniforme de teniente Confederado,
bigote y perilla falsos, y una identidad
masculina supuesta –la del teniente Harry T. Buford-. Con esa calidad de
oficial y “caballero” –no la dama que era- participó en varias sangrientas
acciones de guerra (Bull Run, Ball’s Bluff, Fort Donelson, Shiloh), recibió
heridas de bala y fue atendida por médicos de campaña que le guardaron el
secreto de su impostura, hasta que, tras confesadamente lucrarse en el mercado
negro con la venta de medicamentos y la compra especulativa de dinero
Confederado depreciado, aceptó el encargo de llevar un Despacho al crucero
Confederado “290”
–el “Alabama”, el mismo que acabó siendo hundido el 11 de junio de 1864 en un
combate naval con un navío de la armada federal, frente al puerto francés de
Cherbourg-, entonces surto en el puerto de La Habana , hacia donde zarpó Loreta desde el puerto
de New Orleans.
Ella recuerda que, al vislumbrar por primera vez en el
horizonte las lomas y montañas del paisaje cubano, no sólo se sintió orgullosa
de su “bella isla natal” sino que
comprendió el motivo “de que España se mantuviera asida con tal tenacidad a
esta verdaderamente importante y más bella porción de los grandes dominios que
sus vigorosos hijos habían conquistado para ella en el Nuevo Mundo”, y al mismo
tiempo lamentó “que esta bella isla fuera una dependencia de una Potencia
extranjera ya que, a pesar de mi ascendencia española, yo era una
estadounidense en cuerpo y alma y, si había algo que podría haberme inducido a
abandonar la causa de la
Confederación sureña, habría sido un intento por parte de los
cubanos de liberarse del yugo español”. Añade que se preguntó “si algún intento
tal fuera llevado a cabo algún día –
tal vez pronto-, y más de la mitad de los cubanos
resolvieran decantarse por la
Independencia , yo uniría mi suerte a la de ellos y serviría a
su causa con la misma asiduidad que ahora lo hacía a favor de la Confederación ”.
Tras una estancia breve, y cumplida su misión, regresó
a New Orleans. Acabada la guerra de Secesión, y recuperado el uso habitual de
su indumentaria femenina, viajó por varios países de Europa (Francia, Alemania,
Polonia, Gran Bretaña). De vuelta a los EE.UU., se interesó por un proyecto de
emigración a Venezuela, al que se incorporó como colona, estuvo algún tiempo en
aquel país, después recorrió varias islas del Caribe y, tras conocer a un
militar español (el Capitán F. Martínez) en la travesía de vuelta a los EE.UU.,
fue persuadida por éste a desembarcar en Santiago de Cuba y visitar a los
familiares y amistades que ella conservaba allí.
Según el testimonio de Loreta, “En la ciudad me
visitaron muchas personas distinguidas, y fui invitada a cenar en la mansión
del general al mando de las fuerzas españolas…Santiago de Cuba es una ciudad
muy antigua, y mantiene un amplio comercio. Sus principales exportaciones son
el café, el azúcar, los puros y la fruta. El puerto es magnífico, y durante la
guerra [de Secesión] fue el refugio favorito de los burladores del bloqueo [de
los puertos sureños por parte de las tropas federales]”.
Al día siguiente de esta cena, Loreta embarcó hacia La Habana , donde vivía su
hermano e igualmente conservaba amistades, entre ellas “el General Joaquín
Manzana y los miembros de su Estado Mayor”.En compañía de “Manzana”, marchó en
una procesión religiosa –para cuya ocasión volvió a vestir atuendo masculino-,
asistió a una función teatral, cenó y se alojó en la habitación que le había
sido habilitada en la Plaza
de Armas –dice que en un palacio, pero no aclara si fue el de los Capitanes
Generales, el del Segundo Cabo, el del marqués de Santovenia, o el del marqués
de Justiz de Santa Ana, todos los cuales estaban en esas inmediaciones-, donde
se cambió de nuevo a las ropas de hombre. Esa noche, el general “Manzana”
enfermó y, a la mañana siguiente falleció inesperadamente. (Aquí, Loreta se
refería en realidad a Joaquín del Manzano y Manzano, Gobernador superior civil
y Capitán General de Cuba entre noviembre de 1866 y septiembre de 1867, a cuya muerte le
sucedió el general Blas Villate, conde de Valmaseda, de infausta memoria por su
proclama del 4 de abril de 1869 –a los seis meses del Grito de Yara- que ordenó
que “Todo hombre, desde la edad de 15 años en adelante, que se encuentre fuera
de su finca, como no acredite un motivo justificado para haberlo hecho, será
pasado por las armas”. Dicho sea de paso, el jefe de Estado Mayor de Valmaseda
era el entonces brigadier Valeriano Weyler, quien formó una fuerza militar –los
“cazadores de Valmaseda”- encargada de ejecutar ese bando de arrancapescuezos.)
Tras una breve estancia en Matanzas, Loreta zarpó
hacia New York, poniendo fin a su periplo caribeño y suramericano. En su vida
todavía tuvo tiempo de casarse en otras tres ocasiones, tras enviudar
sucesivamente de sus tres primeros maridos, y –de acuerdo con su relato- atravesar
el continente norteamericano de Este a Oeste en carromato, conocer a la
comunidad mormona de Utah y a su líder Brigham Young, asentarse en Nevada (en
1868), y recorrer Colorado y Nuevo México (cuando ambos eran todavía
Territorios y no Estados) y, finalmente, Texas.
Sin embargo, no existe prueba corroborativa de muchos
incidentes que relata en su autobiografía (publicada veintiún años antes de su
fallecimiento, bajo el apremio de la necesidad de hacer dinero) y la misma
fecha de su defunción (1897) no está revestida de certidumbre.
En
su autobiografía, Loreta puso buen cuidado en disimular sus prejuicios
racistas, que de todas maneras quedan revelados por sus alusiones
condescendientes hacia los negros como serviles, refiriéndose a ellos
alternativamente –según el contexto- como ‘negrito’ (darkey) o ‘mi criado’ (my
boy) o ‘mi negrito’ (my darkey).
Muy interesante la vida de esta cubana en Estados unidos, y como se hizo pasar por hombre. Uno aprende algo cada dia, buscando estas informaciones interesantes. Este blog es muy bueno. He pasado hoy leyendolo y encontre paginas muy buenas. Gracias por aprender algo nuevo cada dia.
ResponderEliminarNaci en La Habana y vine bien pequeno para Estados Unidos, estudie, me fui al Navy, y lo que sabia de Cuba, era por lo que podia leer de los libros que compre. Pero nunca he leido tantas cosas interesantes sobre su historia como en este blog.
Charles Garcia
Norfolk, Virginia