René León
Miembro de la Academia de la Historia de Cuba (Exilio)
Mi amigo el Dr. Filiberto
Henderson, nacido en Matanzas, cuando lo iba a visitar a su casa en Charlotte,
N.C. , me invitaba a su bebida preferida, el té inglés, que saboreábamos con
gran placer. Nos poníamos a hablar de su ciudad querida, Matanzas. Recuerdos de
su niñez, de su familia y de su querida esposa e hijo. Recuerdos todos gratos
de aquellos años felices. De sus estudios en la Universidad de La Habana , los primeros de
enseñanza, y más tarde como maestro. Recuerdos de tiempos que se han ido con
los años pero no de la memoria de aquéllos a quienes recordamos con cariño.
tomado de la Jiribilla, Cuba |
Me decía Filiberto que el nombre original del
teatro fue el de Teatro Esteban, luego Colón, más tarde Martí,
y hoy Sauto, en honor del
Doctor en Farmacia Ambrosio de la Concepción Sauto y Noda, vecino de la ciudad y amante de las artes y benefactor de la
ciudad. Matanzas fue considerada La
Atenas de Cuba. Por el teatro desfilaron artista
de gran nombre y compañías de teatro de fama internacional. Por Sauto
pasaron Brindis de Salas, José White, Ana Pavlova, Ernesto Lecuona, la compañía
Ristori, los Robreño, Teresa Carreño, gran pianista, Esperanza Iris, Enrique
Borrás y otros.
En ella pronunciaron arengas revolucionarias
Sanguily, Gonzalo de Quesada, Juan Gualberto Gómez, Rafael María de Labra,
Bonifacio Byrne. Y tantas otras actividades para la sociedad matancera.
En octubre de 1858 se acordó edificar un
Teatro con el nombre de Esteban, y se formó una Sociedad
Anónima por acciones de 100 pesos cada una, a fin de reunir el capital
necesario para dar inicio a la construcción. Bajo la presidencia del Gobernador
D. Pedro Esteban y Arranz, a la constitución asistieron: Isidoro Hernández,
Agustín Ibarra, Pedro Hernández Morejón, Ramón Brufau, Cosme de la Torriente , Francisco
Jaurés, Agustín Kobbes, los Amézaga, Crespo y J. Estefani. Se nombraron tres
comisiones para que se ocuparan de la suscripción. El 15 de octubre de 1858 se
dio cuenta de haber colectado la cantidad de $94.500. Se creó una comisión para
seleccionar el terreno y dar comienzo a la construcción del teatro. Convocado
un concurso para los planos de la
construcción del Teatro, se presentaron al mismo los preparados por D.
Francisco Piqué, D. Daniel D’Allaglio, D. José Borrell, Dr. Francisco Sosa y
otros más. La Junta
Directiva solicitó al gobernador de La Habana la ayuda del
Teniente Coronel de Ingenieros D. Francisco de Albear y Lara, para que emitiera
su opinión sobre los planos y los de quién o quiénes debían ser escogidos. El
primero de mayo de 1860 fueron seleccionados los de Piqué y D’Allaglio,
pero había que hacer ciertas modificaciones a ambos. La Directiva eligió al del
Sr. D’Allaglio, para que hiciera las reformas indicadas por Albear. Al mismo
tiempo la Junta
acordó dar las gracias al ingeniero Albear.
Iniciadas las excavaciones, y preparados los
cimientos, el 13 de Octubre de 1860 se
acordó colocar la primera piedra para dar inicio al teatro. La Junta Directiva
celebrada el 15 de Octubre, en la residencia del Gobernador, acordó que se
colocase una caja sin ceremonia alguna, donde aparecieran documentos y
publicaciones de la ciudad. El 15 de Octubre dio comienzo la ceremonia, en la
que se procedieron a guardar ejemplares
de diferentes publicaciones y documentos: Aurora de Yumurí, de diferentes
días, Liceo de Matanzas, Reglamento de la Sociedad Liceo ,
Reglamento del Casino Príncipe Alfonso, Faro del Comercio, Gaceta de La Habana , Diario de la Marina , El Porvenir.
Otrosí, una copia del acta del día 11, firmada por todos los miembros, envuelta en
papel de plomo, y monedas de plata del
nuevo cuño de S.M. Doña Isabel II. Después de terminado, se cerró la caja, y fue rellenada con polvo
de carbón, quedando depositada en los cimientos del edificio.
El Teatro fue construido en el centro de la Plaza de la Vigía , más tarde llamada
Colón. Situado entre las calles de Magdalena y Gelabert, el Teatro está a 175 pies distante del Río
San Juan y el puente de Bailén. El edificio está construido de cantería.
Hay cuatro pisos que están sostenidos por
columnas de madera. Josefina Ortega, en La Jiribilla ,
Cuba, 2003, dice: “El interior
del teatro es una máquina del tiempo: en su lunetario se vive en otro siglo. El
decorado, la disposición de los balcones y pasillos, sus reservados y la zona
donde otrora se ubicaba la claque, existe aún y se conserva en buen estado”.
En su recuerdos de El Teatro Esteban, por
Lola María Ximeno de Escoto, s/f, en Sauto, Historia de un Teatro, ella
nos deja grandes rememoraciones de los bellos tiempos de las representaciones,
y nos dice: "El
proverbio de "A buen hambre no hay pan duro" de José Jacinto Milanés
ofreció gran aliciente por ser obra del inolvidable bardo matancero y en el
cual la señorita Susana Pérez Miranda y los señores Estrada y Zenea y Luis
Ortega descollaron. El proverbio en la Cumbre fue escrito por su autor en una de las
temporadas que allí pasó y dicen que contemplando el Valle".
Y Lola María Ximeno, continúa: “El hermoso
sueño realizóse: sentíanse satisfechos;
oyendo D’Allaglio esa noche –obligado como fue de salir a la escena por el
público que lo aclamaba delirante, resistido él a presentarse por la modestia
de su traje, que disimuladamente encubría otra mayor modestia, la del verdadero
mérito a cuyo premio creíase él tan ajeno- este concepto de un inspirado y
oportuno soneto de don Rafael Otero, a él dedicado y ante él recitado, que de seguro, confuso y
sorprendido escuchó:
A
Daniel
D’Allaglio
Por Rafael Otero
Cuando
la triste realidad sombría,
En esta
plaza por doquier reinaba,
Yo
recuerdo, Daniel, que te encontraba
Como una
estatua silenciosa y fría.
Sobre las piedras meditar te veía,
Porque tu
mente espléndida creaba
El digno
monumento que soñaba
Como soberbio
alcázar e Talía.
Nadie pudo alcanzar el pensamiento
que
guardabas altivo en tu memoria,
de
perpetuar en el cubano asiento.
Escrita en piedra, tu brillante historia,
Y hoy
exclama tu propio monumento
¡Tuya es
la inspiración, tuya la gloria!
Matanzas
1862.
Ella hace un recordatorio a todos los
matanceros, cuando dice: “Ahí podemos admirar el valioso legado de un pasado
honroso y siempre y antes que nada matanceros exclamar desde lo más recóndito
de nuestro ser: “!Honor a ellos!, ya que en esos días, aquellos corazones sólo
latían al íntimo pensamiento en la elocuente salutación por todos expresadas de
“¡Salve Matanzas!”.
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