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martes, 1 de julio de 2014

La "alucinante atracción" de Martí

Jorge Camacho
(Un texto de Juana de Ibarbourou sobre el autor de Ismaelillo)

Jorge Camacho

     No es aventurado decir que el año de 1953 debería llamarse, oficialmente, el año de la apoteosis martiana. Este año se dan cita en Cuba un sin número de críticos e intelectuales de Europa y América para rendirle culto y devoción al cubano, a quien - como dijera Juana de Ibarbourou - tiene “la alucinante atracción de un ídolo.” Los que no pudieron llegar a tan grande ceremonia mandaron desde sus respectivos países, flores y testimonios de su apostolado. Los editores de la Memoria del Congreso de Escritores Martianos incluyeron el artículo La poesía de Martí, de Ibarbourou, poetisa uruguaya que en ese mismo año había sido nombrada “Mujer de las Américas” y dos años antes había recibido en Cuba la Orden Carlos Manuel de Céspedes.
     El artículo en cuestión es una de las joyas de la bibliografía sobre el escritor cubano, puesto que se inserta en la tradición de poetas de Hispanoamérica que han escrito sobre él, ya sea para expresar su admiración por su obra, o para referirse a la influencia ejercida en ellos por ciertos poemas suyos (son los casos, por ejemplo, de Rubén Darío, Gabriela Mistral, Pablo Neruda y Octavio Paz). 
     Comienza Juana hablando en su artículo de los lazos que unieron al cubano con Uruguay (nación de la que fue cónsul en New York), y termina con la confesión – no por tantas veces repetidas, menos halagadora para nosotros - de que lo amaba como a la misma “estampa de Dios.” 
     A juzgar por los temas de que habla, y el sentimiento que la inspira, Juana parece seguir de cerca en esta nota, los artículos necrológicos que escribió Darío para La Nación de Buenos Aires cuando murió Martí. Se detiene en uno de los poemas más extraños y “alucinantes,” del cubano, y que cierra la colección de los Versos sencillos: "Sueño con claustros de mármol." Como se recordará, Darío expresó en aquella oportunidad que era como una marcha de Beethoven. Habla, asimismo, de "La niña de Guatemala," para confesar que Martí “sin ser hermoso poseía unos ojos de fuego y una invisible aureola que conmovía los sensibles nervios femeninos” (el magnetismo de los ojos de Martí es otro de los tópicos del momento), y no deja de mencionar, además, su cariño por España, su “Romance a Aragón” de los Versos sencillos, que patentiza, dice, los “su cariño a la España de sus ancestros, limpia de la culpa que los políticos tuvieron en la esclavitud de Cuba.” ¿Los políticos solamente? Nótese que Juana afirma un poco antes, que su padre era español (Vicente Fernández), y que había vivido en Cuba durante su adolescencia. Fue a través de él, dice, que aprendió a amar a Martí. Dejo entonces a los lectores este texto de la uruguaya para que disfruten de su prosa y de su testimonio de admiración por el cubano.

Jorge Camacho, Ph.D
Assistant Professor of
Latin American Literature and Comparative Studies
Dept. Languages, Literatures and Cultures
University of South Carolina

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