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martes, 1 de julio de 2014

ÚLTIMO TRANCE de “UN PRESIDENTE CORDIAL”


© Roberto Soto Santana, de la Academia de la Historia de Cuba (Exilio)

Así le gustaba definirse a Carlos Prío Socarrás, primer Presidente de la República nacido tras la Independencia del dominio colonial español y primero –y, hasta ahora, el único- en fallecer por la vía del suicidio –sea durante o después de su desempeño del cargo-.
Los periódicos del 6 de abril de 1977 (así, EL PAÍS, en España) dieron cuenta de un despacho de la agencia EFE sobre la muerte, el día anterior y por propia mano, en su residencia de Miami Beach, en el 5070 de Alton Road, del hasta entonces (y hasta el día de hoy, también) último Presidente constitucional de Cuba (que lo fue durante el periodo entre 1948 y 1952).
El Dr. Prío se había despertado temprano, y había salido al jardín de su casa, en bata y zapatillas, a fin de recoger el periódico del día, para leerlo -como era también usual- al pie de la piscina. A las ocho y cinco, el jardinero de la casa vecina escuchó un estampido, y fue a alertar a la Policía. La familia de Prío, todavía dormida y con el aire acondicionado en funcionamiento, no se enteró de nada. A las ocho y once minutos llegó el lugar de los hechos una ambulancia, en la que casualmente prestaba servicio un galeno cubano, quien le reconoció y asistió enseguida. El cuerpo se encontraba yacente, sobre una tumbona, con un balazo sangrante en el pecho y a su lado un revólver calibre 38 de cañón corto.
A preguntas del Dr. López Vázquez –el médico que se había personado- y el oficial de Policía Edgar Ávila, Prío, todavía consciente, reconoció su autoría del disparo y negó de plano que hubiera sido víctima de un atentado.
Trasladado al Hospital Mount Sinai, tres cirujanos le practicaron una intervención in extremis, para intentar salvar su vida. Fue inútil: Prío falleció a las 9:30 de la mañana.
Su cadáver fue enterrado en el cementerio de Woodlawn Park, adonde acudieron varios miles de personas, a rendirle sus últimos respetos.
Cuando Prío fue elegido y tomó posesión como Presidente de la República, ya estaba en marcha la Guerra Fría –conformada entre febrero y septiembre de 1946 con el intercambio de telegramas de agrios reproches entre los EE.UU. y la Unión Soviética, aunque realmente quedó declarada de hecho con el Discurso sobre el Telón de Acero, pronunciado por Winston Churchill el 5 de marzo de 1946 en el Westminster College, en Fulton, Missouri-.
En su primer mensaje al Congreso, en 1948, Prío señaló que, entre los problemas a los que se enfrentaba Cuba, “El primero de ellos, el que más atención merece por su fuerza, su disciplina y su tremenda peligrosidad social y política, es el Partido Comunista, organización internacional que ha tomado entre nosotros el nombre de Partido Socialista Popular”. A los pocos días de partir al exilio, tras el Golpe de Estado ejecutado el 10 de marzo de 1952 por el ex Presidente y Senador por la provincia de Las Villas, Fulgencio Batista, Prío declaró en México que estaba “dispuesto a pactar con todas las fuerzas políticas que combaten a Batista. Menos con los comunistas”.
Prío había contraído matrimonio el 14 de julio de 1945 con María Dolores Tarrero Serrano -nacida en el central azucarero Pina, en Camaguey-, quien le acompañó en el exilio. Mary Tarrero trabajaba como taquígrafa en el Senado cuando conoció al abogado, y entonces Senador por la provincia de Pinar del Río, Carlos Prío Socarrás. El matrimonio tuvo dos hijas, María Antonieta (Marián) y María Elena. En enero de 1959 la familia regresó a Cuba, pero pronto se marcharon de la Isla. La viuda de Prío falleció en su casa de Miami, el 23 de septiembre de 2010, a los 85 años de edad, a consecuencia de una neumonía.



Fuentes consultadas: Ciro Bianchi Ross, crónica del 21 de abril de 2012, en www.juventudrebelde.cu/columnas/2012-04-21/como-murio-carlos-prio-socarras/
Katia Figueredo Cabrera, “Carlos Prío Socarrás, Fulgencio Batista, Francisco Franco: la escalada hacia una consolidación ‘fraterna’ (1948-1958)”, en la revista Illes I Imperis, del 27/07/2009, publicada por la Universidad Pompeu Fabra, de Cataluña, pp. 49 y 52.


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