por Roberto Soto Santana,
antiguo
alumno de la que –clausurada en 1961-
fue la Universidad Católica de Santo Tomás de
Villanueva (La Habana)
El Instituto de los Hermanos de las Escuelas
Cristiana o hermanos de la Salle, fue fundado por San Juan Bautista De La
Salle, Patrono Universal de los Educadores, en Reims (Francia), en 1681. El
Señor De La Salle revolucionó todo el sistema educativo de la época y dejó
estos legados pedagógicos: los grados o niveles académicos, de acuerdo con las
habilidades y logros de los estudiantes; el método de educación simultánea; la
enseñanza en la lengua nacional en lugar del latín; y las escuelas normales o
pedagógicas para la formación de educadores.
Los Hermanos de la Salle trabajan en más de
ochenta países, dirigiendo centros de educación primaria, secundaria y
universitaria. Son religiosos educadores, que profesan votos de pobreza,
castidad, obediencia, servicio educativo a los pobres y promesa de vivir en
comunión fraterna. No son sacerdotes y, por lo tanto, no dicen misa ni oyen en
confesión.
Los primeros Hermanos De la Salle en llegar a
Cuba, catorce en total, arribaron a La Habana el 10 de septiembre de 1905.
Entre ellos estaba el Hermano Nymphas Victorino (apelativo primero reducido a
Hermano Victorino y después, con cariñosa familiaridad para los futuros
“federados” de Cuba, a “Vitico”).
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El Hermano Victorino, cuyos nombres y apellidos
civiles fueron Agustín Arnaud Pagés, había nacido en Onzillón, Francia, el 7 de
septiembre de 1885. Llevó a cabo su apostolado en Cuba de 1905 a 1961 y murió
en Puerto Rico el 16 de abril de 1966. Vivió el exilio en dos ocasiones:
desterrado de Francia por la animosidad anticatólica avivada en aquella
República a comienzos del siglo XX, y después de nuevo expulsado por el régimen
comunista de Cuba, donde se había enraizado, tras más de cincuenta años de
tesonero apostolado.
Su dedicación educativa comenzó en una casa de la
calle Línea y D, en el Vedado, y después en otro edificio de la calle 13, en
donde radicaría el Colegio De La Salle, del Vedado, y adonde pasó prácticamente
el resto de su vida en Cuba.
En sus propias palabras, “Fuimos los primeros en
Cuba en enseñar Contabilidad Bancaria; la gran mayoría de los graduados
encontraban buen empleo en los distintos Bancos de La Habana”.
Fue fundador de varias organizaciones laicales: la
Asociación de Antiguos Alumnos de La Salle en 1919; la Federación de la
Juventud Católica en 1928; el Hogar Católico Universitario en 1948; y el
Movimiento Familiar cristiano en 1953. Desde 1935 realizó tareas de
evangelización por toda la Isla. En su nuevo destierro (comenzado el 22 de
febrero de 1961), reorganizó la Asociación de Antiguos Alumnos de la Salle en
Nueva York, Puerto Rico y Miami, sin dejar de dar orientación pastoral a los
federados y a los miembros del Movimiento Familiar cristiano.
La iniciativa del Hermano Victorino de acaso la
mayor trascendencia fue la constitución de la Federación de la Juventud
Católica Cubana, que contó con la adhesión inicial de los delegados de catorce
asociaciones de colegios católicos de La Habana. Como recordó en unos apuntes
hechos en el año 1962, casi treinta y cinco años después, “Tenía 40 años
cumplidos y, por lo mismo, había adquirido bastante experiencia sobre los
problemas de la juventud...Se me habían desvanecido las primeras ilusiones y
veía mejor las realidades...Me sentía con experiencia acerca de la juventud,
pero no quería hacer una obra limitada, de capilla o de colegio, sino obra de
la Iglesia, y pensé reunir a jóvenes de uno y otro sexo en una federación,
previendo que con esa unión se lograba mayor perseverancia y mayor influencia
para el bien”.
Al Hermano Victorino le había sido conferida en
1945 la máxima condecoración de la República de Cuba, la Orden de Carlos Manuel
de Céspedes. También recibió, en 1951. el Doctorado Honoris Causa en Derecho
por la Universidad Católica de Santo Tomás de Villanueva; en 1953, la Medalla
Pro Ecclesia et Pontifice; y en 1955, La Legión de Honor de Francia.
Galardones, por cierto, de los que nunca presumió.
A través de la Ley de Nacionalización de la
Enseñanza, de 1961, fueron confiscados todos los establecimientos educativos de
todos los niveles de enseñanza, religiosos o no, de paga o gratuitos.
Desposeídos los Hermanos de La Salle de sus instituciones, y del mero derecho a
ejercer la enseñanza, para el Hermano Victorino (en ese momento, con 76 años de
edad) y para la práctica totalidad de los integrantes de la Obra lasallista en
Cuba se inició un largo y penoso exilio.
Por iniciativa de los antiguos “federados” y los
antiguos alumnos lasallistas de Cuba, a comienzos de 1990 el Visitador
Provincial del Distrito de las Antillas, el Hermano dominicano Pedro Acevedo,
empieza a recabar datos y testimonios del Hermano Victorino. Una Junta
Coordinadora Pro Beatificación, formada al efecto por delegados de Europa,
EE.UU., Puerto Rico y Cuba, acude al Vaticano con el objeto de presentar un
informe al Postulador de las causas lasallistas. El 19 de enero de 1999, el
Cardenal Aponte (Arzobispo de San Juan) solicita de la Congregación de la Causa
de los Santos el permiso oportuno para presentar la causa de canonización del
HermanoVictorino. El permiso es otorgado con fecha 30 de marzo de 1999. El
Tribunal Examinador de la causa es designado por el nuevo Arzobispo de San Juan,
Monseñor Roberto González ofm., el 22 de octubre de ese mismo año. El 8 de
septiembre de 2000 dicho Tribunal fue juramentado, para que diese inicio
a sus actividades. El expediente sigue actualmente en el Vaticano, en proceso
de tramitación.
En Cuba, los Hermanos De La Salle mantienen una
representación testimonial, dentro de la ceñida medida en que el Régimen gobernante les permite
desenvolver labores de ayuda humanitaria –en alimentación y medicamentos- a la
población de más escasos recursos, así como tareas de docencia limitadas a
clases de informática –a las que, paradójicamente, acuden a matricularse y
recibir clases oficiales de las Fuerzas Armadas y personeros oficiales-.
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