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sábado, 1 de agosto de 2015

Visita de la corbeta-escuela española "Nautilus" a la Habana

 

René  León

  La guerra entre España y Cuba, terminó el 12 de agosto de 1898. Estados Unidos de Norteamérica entró en ella cuando ya el ejército español estaba derrotado por las fuerzas cubanas. El 20 de mayo de 1902, Cuba se integra a los gobiernos  establecidos en el mundo hispano. Las relaciones con España siempre fueron cordiales, no hubo en la derrota ni persecuciones, ni venganzas contra los españoles y sus simpatizantes. Ningún barco de guerra español había visitado la isla. En un principio el gobierno español esperaba que al llegar al puerto de La Habana la corbeta-escuela "Nautilus", no fuera bien recibida por el pueblo cubano, sin embargo ningún rescoldo hubo entre cubanos y españoles, se respiraba un aire de hermandad y fraternidad.
  El 24 de junio de 1908 el vigía del Morro señaló a lo lejos en el horizonte las velas del barco español. La entrada al puerto se encontraba llena de pequeños botes, veleros, barcos y el remolcador que lo iba a esperar para llevarlo dentro de la bahía. Las playas cercanas y el Malecón estaban llenos de público. Los edificios colindantes a la bahía estaban adornados con banderas de Cuba y España. La ciudad entera les iba a brindar un recibimiento apoteósico.
  El Ayuntamiento de La Habana acordó tomar parte activa en los festejos que durarían catorce días en honor de los marinos-cadetes y oficiales españoles. Las sociedades regionales, comerciantes, industriales, veteranos cubanos de la guerra de independencia, miembros del congreso, funcionarios americanos , el pueblo en general los recibió con entusiasmo y cariño. La visita del "Nautilus" marcaba para la historia de Cuba y España una página de gloria, y sincera amistad.
  Los voladores dieron la señal de la entrada de la corbeta-escuela,  el pueblo en general sin distinción de clases corrió hacia la Avenida del Golfo. Todas las embarcaciones, llenos sus palos de banderas y adornos, los esperaban a la entrada del puerto, para luego escoltar la corbeta dentro de la bahía. El remolcador "Pablo Gamiz" fue en busca del "Nautilus". Al entrar en la bahía las baterías del Morro retumbaron con los cañonazos de saludo. Las sirenas de los barcos, gritos de "Viva Cuba" y "Viva España", de entusiasmo llenaron la ciudad.
    Subieron a bordo las diferentes comisiones de recibimiento. La primera fue la del Ayuntamiento y los veteranos de la guerra de   independencia, con un representante del gobierno interventor americano. Las Sociedades Españolas, los diarios de la ciudad que desde el conocimiento de la visita habían participado en el recibimiento, estaban representados por el Diario de la Marina, Unión Española, Diario Español, Avisador Comercial, El Comercio, La Lucha, El Mundo, El Triunfo, Havana Post, El Fígaro, Cuba y América, y otros.
  Fueron días de regocijo en general, los marinos y oficiales fueron invitados a las diferentes sociedades, hospitales, clubes; se dieron bailes y comidas en honor de ellos, recibimiento que ellos nunca olvidarían.
  Sobre la visita varias personalidades cubanas se expresarían así :
    Néstor Carbonell: "La unión de cubanos y españoles, -que nada ni nadie romperá- ha dicho en tono imperativo a los codiciosos que han venido a esta tierra a sacar de sus entrañas oro, a corromper nuestras costumbres, a dividir sus habitantes y a prostituir la conciencia popular, que la independencia de Cuba está como nunca asegurada; asegurada para ahora y para después, y para mientras impere en los pechos cubanos el amor y el patriotismo".
    Enrique José Varona: "No sólo para los cubanos, sino para cuantos se interesan por Cuba, resulta un hecho altamente satisfactorio la visita de la "Nautilus". El influjo de las ideas de nuestra época es bien visible  en este suceso, y puede parangonarse con otros ocurridos a nuestra vista. Todos tienden a demostrar que las ideas políticas han entrado en un período de apaciguamiento, el cual promete días mejores a la conturbada humanidad".
    José Lacret Morlet: "En ninguna ocasión más propicia podrían haber llegado  esos distinguidos españoles, y decimos esto porque en ningún momento como en el presente, en las circunstancias en que nos encontramos (intervención americana) precisa es y hasta salvadora la unión más estrecha y fuerte entre cubanos y españoles, para conservar en esta tierra que fue rico florón de Castilla, hoy República de Cuba, la raza de nuestros antepasados, su amor y civilización. La presencia del "Nautilus" en nuestras aguas  lejos de avivar recuerdos y odios pasados, fortifica el sentimiento y alienta el espíritu nacional del pueblo cubano".
Al referirse las anteriores personalidades a la situación de Cuba, se refieren a la intervención americana en el país, al pedirla el presidente don Tomás Estrada Palma, para no entregar el gobierno a manos del congreso, que fue la más grande estupidez de Estrada Palma.
  Como es natural siempre hay comentario contrario y fue un artículo en el Sun de Nueva York, relativo a la visita del "Nautilus": "Diez años después de la guerra que separó a España del resto de sus colonias del Nuevo Mundo, el pequeño  barco escuela "Nautilus" ansiosamente esperado, por su tardanza en el Atlántico, entró en el puerto de la Habana, cruzando a remolque las sombras del Morro y la Cabaña, (de sangriento recuerdo está última,) como si estuviese reacia a figurar en los festejos que los españoles expatriados preparaban en su honor, por ser la primera nave de guerra que enarbolando la bandera roja y gualda de España, llegaba a Cuba después de su independencia... La guerra con los Estados Unidos, largo tiempo esperada  y siempre temida, le arrebató las últimas joyas de su corona colonial, y hoy vive escondida en su última concha "Nautilus".
  Como es natural el Sun siempre se había distinguido por las críticas a España y a los mismo cubanos durante la guerra de independencia. Pero entre tanta inmundicia, el corresponsal del Diario Español en Washington, publica la historia del célebre capitán Richmond Hobson, que hundió el "Merrimac", diputado por Alabama, en una conferencia dada en la Academia Naval de Annapolis, a los guardiamarinas americanos, al referirse a lo que él entiende por deber y disciplina, en los marinos o soldados, cuenta la historia de lo sucedido en Santiago de Cuba, después de terminada la batalla naval. Pide permiso  para visitar el barco español semihundido "Vizcaya": "...allí vi a un marinero español, completamente carbonizado que, por un raro fenómeno de equilibrio, se mantenía de pie y agarrado a las manivelas de la válvulas de vapor. La muerte le sorprendió en esa actitud. Cuadro tan terrible y tan hermoso, me produjo tal emoción que me quité la gorra ante aquel héroe anónimo y modestísimo marinero del "Vizcaya" y pensé: "Esta es la estatua del Deber". "Jóvenes, pensad en el marinero español carbonizado".
  Otra anécdota también del Diario Español, fue la referida a él por el comandante del crucero "Nevada", H.P.Huse: "Era por la tarde, ya casi al final de la batalla: hacía un calor terrible. Yo estaba de servicio en el "Glowcester". De repente un oficial dio la voz de alerta. Uno de los torpederos españoles se nos venía encima. Como es natural, todos los fuegos de nuestro barco se concentraron en el diminuto barco español (el "Plutón" o el "Terror", si mal no recuerdo) sobre él mandamos una verdadera lluvia de metralla. Claro es que nosotros, la oficialidad, no perdíamos de vista al torpedero español; con los anteojos podíamos ver la cubierta; los marineros españoles, unos inmóviles...¡muertos! otros arrastrándose por el puente...heridos que aún luchaban entre la vida y la muerte: los charcos de sangre que iban de babor a estribor o de proa a popa según el balance de la nave. Desde el barquito español no se hacía ni un disparo. No obstante seguía avanzando sobre nosotros. De pronto, de una de las escotillas del barco vimos salir a un oficial español, descalzo y ensangrentado o lleno de manchas de sangre: con la gorra tirada hacia atrás miró aquel espectáculo espantoso de hombres muertos o agonizando; de piezas desmontadas... ya estaba tan cerca el torpedero que hasta disparábamos con los cañones revólvers, sin buscar protección  de ninguna clase, aguantó de frente, y al descubierto tan terrible fin, como el que ya espera nada más que morir, pero morir como un bravo, y con la sangre fría y con un valor admirable, sacó una petaca, hizo un cigarrillo de papel, encendió una cerilla y guardando el equilibrio como pudo para no escurrirse en los charcales de sangre que corrían por la cubierta, se puso a fumar impávido... En aquel momento me apercibí de que el timón del torpedero estaba hecho pedazos; que el barco estaba sin gobierno: que la corriente era la que lo traía a la boca de nuestros cañones y mandé parar el fuego... vimos que aquel oficial era el único superviviente de la nave. Espontáneamente, de todos los pechos de los tripulantes, salieron tres ¡hurras! francos y nobles, vibrantes de entusiasmo y admiración por aquel valiente caballero oficial de la marina española, y era curioso el ver a los marineros americanos vitorear a España, en el mismo momento de la lucha, cuando las pasiones son más violentas... Siento no recordar el nombre del oficial español, pero si alguna vez tiene usted, (al reporter del Diario Español) oportunidad de verlo, hágale usted saber el profundo respeto y admiración por él". Esos son dos ejemplos del valor de los marinos españoles.
  A las dos de la tarde, del 9 de julio de 1908, se oyó la voz de ¡babor y estribor de guardia!. El remolcador tomó las estachas y lentamente fue moviendo al "Nautilus" fuera de la bahía, pasando frente al "Morro" y "La Cabaña". El Malecón habanero, desde la calle de San Lázaro, a los muelles de Luz, y las azoteas de los edificios se encontraban llena de público. Al quedar libre el "Nautilus" fuera de la bahía, se fue alejando lentamente, los últimos barcos que lo iban acompañando  se fueron retirando, las sirenas sonaban, las campanas de las iglesias cercanas lo despedían. El recuerdo de la visita de los marinos españoles había quedado en el corazón del pueblo cubano.

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