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jueves, 1 de octubre de 2015

ANEXIONISMO Y NACIONALIDAD (3ra y ultima parte)


Por: Saturnino Polón.

Cuando estalla la Revolución Francesa, a tenor de los Derechos del Hombre, se plantea el fin de la esclavitud en las colonias francesas de América, especialmente en la más próspera: Haití. Allí la proporción de la población formada por esclavos y libertos era muy elevada. El proceso no fue nada fácil ni pacifico. Durante todo este período de la revolución francesa, y luego la época napoleónica, Inglaterra estuvo en guerra con Francia. Los ataques y promoción de problemas y motines en las colonias americanas era un expediente muy socorrido. España, durante esa época, tuvo una actitud ambigua y voluble. La mayor parte de las veces estuvo aliada a Francia, pero otras estuvo en contra. Especialmente por lo que veía como una contaminación liberal a causa de la expansión de las ideas revolucionarias francesas. Las colonias americanas eran teatro de estas maniobras. Especialmente en Santo Domingo, donde la próspera colonia haitiana hacia frontera terrestre con la colonia española.

Años después, cuando la invasión napoleónica, España entró en el caos de una guerra civil y su gobierno se desintegró. Aunque España se recuperó de esto la visión liberal fue reprimida y se volvió al absolutismo. Esto trajo graves y perdurables consecuencias a la nación española pues durante el siguiente siglo y medio sería un país en perpetuo estado de disolución o bajo un autoritarismo severo. España, entró en una decadencia progresiva y creciente. Dejó de ser la gran potencia mundial hasta convertirse en uno de los países parias de Europa.


Para lo aquí tratado importan dos cosas. A raíz de la invasión napoleónica el imperio colonial se deshizo casi enteramente con pocas excepciones, una de ellas Cuba. Por otro lado, debido a la decadencia general y la perpetua inestabilidad social española, las rentas provenientes de una colonia, aún más oprimida que el resto de España, era de un valor cada día más vital para el presupuesto de la Corona. Este fue el origen principal de la doctrina política de pelear por Cuba “hasta la última peseta y el último soldado”. Se trataba no de “la última peseta” de España, o de los españoles. Se trataba de “la última peseta” de la Monarquía, de los Reyes.

En aquellas circunstancias históricas pronto Haití estuvo sumido en el caos social, las revueltas y refriegas. Aunque se mantuvo el control del gobierno por parte de los blancos franceses los problemas eran enormes. Hubo matanzas de blancos, violación de blancas y sobre todo un gran desorden social. Manifestado no solo como inestabilidad económica e inseguridad personal, sino también como quiebra de las costumbres, entremezcla social de las razas y un gran libertinaje y corrupción de las costumbres y la vida sexual. Complicando las cosas estaba el hecho de que los enfrentamientos no solo eran entre negros y blancos, sino igualmente entre negros y mulatos. También entre los que apoyaban la república y los realistas y luego los bonapartistas. En ese caos, los capitanes de los grupos se pasaban constantemente de un lado a otro, de la alianza con éste a la alianza con aquél. Atizando todo este desorden estaba “la pérfida Albión”. Los ingleses mantuvieron un largo periodo de guerra regular e irregular contra los franceses revolucionarios primero, y los bonapartistas después.


Ya desde que comenzó este caos muchos franceses adinerados (solo así la corona española los dejaba llegar) emigraron a Cuba. Ellos traían la noticia del caos y las rencillas raciales. Esta emigración francesa creó las primeras haciendas cafetaleras en gran escala en Cuba. Con la independencia de Haití y el desplome total de su economía, Cuba emergió como una de los más importantes productores mundiales de café. Este próspero renglón económico duró desde principios del siglo XIX hasta la Guerra Grande del 68. Al principio de los 1870’s, por razones estratégicas, los mambises practicaron la destrucción sistemática de los cafetales incendiándolos.

Napoleón, ya como autócrata con titulo de Primer Cónsul, pretendió en 1801 recobrar el control, orden y estabilidad de Haití, que en la practica funcionaba como una región francesa autónoma (casi independiente). A tal efecto envió una poderosa fuerza militar expedicionaria. Pero también tenía el plan secreto de re implantar la esclavitud. La ductibilidad de los capitanes haitianos de la raza negra hizo que muchos, incluyendo a los futuros lideres de la independencia, el ex esclavo agresivo y sanguinario Dessalines y el mas civilista mulato liberto Pétion, se pasaran al bando de los franceses traicionando a L’Ouverture.

Pero tan pronto se hizo claro que la intención oculta de los bonapartistas era restablecer la esclavitud, la rebelión estalló en forma generalizada y virulenta. La ayuda que los ingleses les dieron a los esclavos, la voluntariosa bravura con que lucharon los negros y mulatos, un terrible brote de fiebre amarilla que diezmó a las tropas francesas. La desmesurada ambición de Napoleón, quien, tras vender la Louisiana en 1803 perdió interés en el mundo americano, y con sus campañas europeas no tenía ni deseos ni recursos para reforzar las tropas en Haití. Todo ello sumado causó la derrota de la fuerza expedicionaria francesa en Noviembre de 1803. Los sitiados franceses se rinden sobre la base de un compromiso de abandonar Haití en no más tarde de diez días y una admisión de la independencia haitiana. El pacto incluía también que los soldados franceses heridos y enfermos serían atendidos hasta que se recuperaran lo suficiente como para regresar a Francia.

Menos de dos meses después, en enero de 1804 Dessalines declaraba la instauración de la República de Haití. Unas pocos días mas tarde mandó a asesinar a todos los soldados franceses heridos y enfermos. Y antes de un mes mando a que mataran a todos los blancos que quedaban viviendo en Haití. Esta última orden no fue fácil ya que el pueblo haitiano no estaba muy entusiasmado con esa idea. Debido a esto. Dessalines fue de pueblo en pueblo ocupándose personalmente de que se cumpliera la orden. Prestaba especial atención a que los mas renuentes tomaran parte activa en la matanza e igualmente que los mulatos participaran en ella, ya que decía que no quería que luego se le echara la culpa solo a los negros. En menos de tres meses mataron, sin contar a los soldados, una cifra que oscila entre los 3,000 y 5,000 blancos criollos, cifra punto menos que horrorosa e increíble en aquellos tiempos. Aunque para los estándares del hombre moderno, que ha conocido las matanzas del siglo XX, el siglo más sangriento de toda la historia de la humanidad, esta cifra no es especialmente notable. Cantidad similar se la pueden despachar las actuales fuerzas de ISIS en cualquier fin de semana victorioso. En la matanza haitiana se incluyeron mujeres y niños. Aunque muchas de las mas hermosas y jóvenes de las mujeres blancas fueron obligadas a casarse con negros bajo amenaza de muerte. Todo esto ocurrió en 1804, apenas unos seis años antes de que, con motivo de la invasión napoleónica a España, se desintegrara el gobierno colonial español y comenzaran las luchas de independencia latinoamericanas.

En Cuba, debido a la cercanía y la presencia de numerosos refugiados franceses, la barbarie que había ocurrido en Haití era una impresionante advertencia de lo que fácilmente podría pasarle al país si el orden social se fragmentaba. Cuando se empiezan a producir, por todas las colonias españolas de América, primero los Pronunciamientos y Juntas, y luego las sublevaciones y guerras independentistas, en Cuba, la población -por igual peninsulares, criollos blancos, libertos y esclavos- permaneció tranquila y perfectamente leal al gobierno colonial. La idea de una independencia republicana no era precisamente una idea agradable. Mas confortable era saber que se contaba con un Estado fuerte que podía enviar tropas para la protección del país si alguna amenaza surgía de improviso.

Mirado eso ahora, no solo 210 años después, sino después de los dos siglos en que la humanidad ha pasado por las transformaciones más radicales que ha conocido la historia, eso luce algo inhumano. Un grupo de blancos, haciendo todo lo posible por mantener la esclavitud. ¡Que horror! Esto es especialmente acentuado por la infección del veneno ideológico marxista que ha llegado a convertirse en enfermedad mental crónica del mundo moderno. Según esta mitología toda la historia se mueve por la explotación inmisericorde de una clase sobre las otras.

La realidad, contemplada a partir de su verdadera circunstancia vital de espacio tiempo, es enteramente diferente. Los blancos criollos estaban obviamente preocupados por su seguridad vital. Pero en modo alguno la mayoría pretendía defender la esclavitud a capa y espada. Desde Varela hasta la década de los 40’s la intelectualidad cubana buscaba soluciones dentro de un autonomismo liberal que incluía la eliminación gradual de la esclavitud. Incluso se llego a plantear la conveniencia de alentar la mezcla de razas. Por otra parte pensamos la esclavitud como una opresión insoportable de hombres “naturalmente” libres. Puro concepto romántico, “rousseau-liano” si los hay. Lamentablemente esos distorsionados conceptos son material cotidiano de manipulación ideológica por parte de la matriz marxista que nos enferma subliminalmente.

Los esclavos eran miembros de tribus del neolítico superior que, por diversos motivos, habían sido vendidos a los blancos por otros negros también de cultura neolítica. Para esas poblaciones la obediencia feudal al superior, a cambio de la seguridad de la vida social tribal, era algo tan normal como el día y la noche. Discutir eso era impensable. Por otro lado el pensamiento moderno de que vivían en condiciones peores que las hoy atribuidas a los campos de concentración nazis, es también una fantasía moderna que subsiste gracias a necesidades actuales de propaganda política motivante.

Para los dueños de haciendas de principios del siglo XIX el esclavo era una inversión muy costosa y necesaria para el buen funcionamiento de su empresa. Entonces, al igual que hoy, el buen mantenimiento de los elementos de la empresa era y es fundamental para el éxito de los empresarios. Los castigos eran realmente ejemplares pero muy raros y debidamente justificados (desde la óptica del esclavista obviamente). La comida no era muy sofisticada pero si buena y abundante para la época dado que esto era parte importante del mantenimiento. Hoy lo sabemos bien. De hecho, mirado desde los estándares actuales la comida era abundante, muy nutritiva y orgánica, Se le permitía, cierto que limitadamente, un desarrollo cultural autóctono lo que ha dado lugar a las religiones y formas artísticas afro transculturizadas.

Todo el mundo, en todas las épocas y lugares, sabe cuando esta viviendo en el fondo de la escala social. Y todo el mundo desea en lo íntimo de su ser vivir en una escala mas alta. No por provenir de una cultura neolítica los esclavos eran una excepción de esta regla. Pero esto no significa que las masas estén pensando constantemente en la rebelión y revuelta social. Ese concepto es una idea moderna, que subiste todavía hoy en los albores del siglo XXI gracias a la manipulación subliminal que nos practica incesantemente ese bodrio sicopático que es la matriz marxista. La esclavitud de los negros en las Amétricas fue una situación que, salvo contadas excepciones era aceptada pasivamente por una masa de seres humanos transportada súbitamente en un viaje virtual de milenios desde el neolítico a la época moderna. Los esclavos, como cualquiera otra persona, no les gustaba vivir en el fondo de la sociedad. Pero aceptaban y vivían su circunstancia vital buscando mejoría dentro los esquemas permitidos por la sociedad donde estaban. Que por cierto, existían varios.

La esclavitud, especialmente en Cuba, que es el objeto de este ensayo, era paternalista y permisiva. Después de todo, entre otras cosas, la obligada visita dominical a la iglesia y el contacto con ese importante personaje local que era el sacerdote católico le recordaba constantemente al esclavista que había un aspecto humano en el esclavo. Aunque menos importante, también, a largo plazo, la lujuria que desataban esas curvilíneas, voluptuosas, exóticas y nada recatadas jóvenes hembras negras producía una lenta pero constante humanización en las relaciones sociales; producto de la prohibida y secreta sin ser muy secreta convivencia sexual.

En suma, la esclavitud era una situación por lo general paternalista y pasivamente aceptada. Es la “superestructura cultural manipulativa de la clase dominante” le insistirá la charlatanería de los marxistas. En realidad el hombre es por naturaleza un ser que debe vivir en sociedad. Y toda sociedad requiere y construye un orden pues de otro modo no puede sostenerse. Solo que la explicación marxista del origen y sentido del orden social no solo es falsa. Es también retrograda y perniciosa.

Si la esclavitud no hubiese sido pasivamente aceptada por los esclavos, la historia no tuviera explicación lógica. Esto es especialmente cierto y visible en la historia de Cuba. Usted alguna vez ha visualizado un campo de caña con 20 o 30 esclavos cortando caña con machetes altamente afilados (condición imprescindible para la alta eficiencia empresarial) mientras solo los vigila una capataz (en ocasiones también negro) que solo tiene, a lo sumo, un caballo, un látigo, otro machete y si acaso uno o dos pistoletes de un solo tiro. Cree usted que ese capataz podría practicar un tratamiento sistemáticamente cruel e inhumano contra los esclavos. Como se puede usted explicar que un país se mantuviera en paz social con un sistema esclavista donde los esclavos y libertos discriminados eran la mayoría de la población, especialmente tras la experiencia de la cercana Haití.

Como puede usted explicar el hecho chocante a nuestra mentalidad moderna de que los esclavos permanecieran fieles al sistema colonial esclavista de los españoles a pesar de que, tras la proclama de la Independencia, el primer acto del primer embrión de gobierno cubano fue, en el amanecer mismo del 10 de Octubre, proclamar la abolición de la esclavitud en todo el territorio cubano. A pesar de este acto, mientras los mambises pelearon durante diez años la increíble epopeya de la Guerra Grande; decenas de miles de esclavos cumplían puntual y fielmente sus labores agrícolas y domésticas.

De hecho es antológico lo de las milicias voluntarias de esclavos reclutadas por los españoles para cuidar los cafetales fundados por los franceses en Oriente. Esas tropas peleaban tan ferozmente que el General Máximo Gómez, con su lugarteniente, el mulato Antonio Maceo, decidió cortar el mal en su raíz. En vez de enfrentarlas decidió eliminar la razón de su existencia. Ordenó darle candela a todos los cafetales. Cuba solo volvería a ser exportadora de café un siglo después, allá por los años 1950’s, gracias a las actividades de fomento agrícola que realizó el BANFAIC.

La población esclava, salvo contadas excepciones, no se sumó a la lucha independentista cubana. De hecho, cuando el Pacto del Zanjón, las condiciones que impusieron los españoles fueron tales que la abolición de la esclavitud se hizo progresivamente y solo se alcanzó totalmente en los 1880’s. Curiosamente, para la población negra de la colonia cubana, esto no fue vivenciado como un logro alcanzado por los independentistas sino una cesión de la Corona.

La población negra, en su inmensa mayoría, permaneció leal a España a pesar de que ellos estaban en el fondo de la sociedad y sufrían discriminación. Es necesario acentuar que ni en la Colonia ni en la República esa discriminación se podía comparar a la que existía en los estados sureños de Norteamérica. Pero había discriminación. A pesar de ello la inmensa mayoría de la población negra permaneció fiel, o por mejor decir, neutral y respetuosa del orden establecido, hasta el último día de la Colonia. No es cierto que los negros nutrieron masivamente las filas de los independentistas. Cierto que hubo muchos soldados y oficiales negros que pelearon con gran bravura, patriotismo y sacrificio. Pero ni siquiera eran la mayoría de los mambises. Eso es pura leyenda.

Los esclavos no se liberan solos, la libertad es siempre obra y creación de hombres libres. Hombres que enseñan a los otros a ser libres. Hombres que, en un proceso de desarrollo de la consciencia aprenden primero a ser libres. Esto es válido incluso para el caso de Haití, aunque argumentar esa afirmación no es objeto de este ensayo.

Lo significativo, en el caso de la Cuba colonial de principios del siglo XIX, es que los hombres que tenían conciencia de la libertad (en aquel tiempo espacio vital) prefirieron obtenerla por una forma mas diferida y mas civilista. Mirado retrospectivamente a través del instrumental analítico la elección fue correcta. Y, nos repetimos nuevamente, de gran importancia para la formación del carácter social del cubano.

De modo que en el caso cubano la experiencia haitiana fue solo un ejemplo de lo que a toda costa había que evitar. Y no solo por los blancos. Los negros cubanos nunca sintieron deseo de imitar eso. Las muy contadas “conspiraciones de esclavos” que existieron no están bien documentadas. Los historiadores nos dicen que esto es así porque no fueron más que tibios intentos magnificados por la histeria represiva preventiva de las autoridades coloniales españolas. No tiene nada de extraño que esto ocurriese así.

Tras la independencia, Haití se sumió en una crisis económica, política y social crónica. Donde no faltaron los gobiernos de negros explotadores, abusivos, criminales y tiránicos para con las masas negras. Haití se paralizó en el atraso social y económico. Ahora, tras 210 años de independencia, es la nación más atrasada y miserable de todos los países americanos, incluyendo en ellos a los varios países pequeños independientes con población abrumadoramente negra como Bahamas y Jamaica. No fue nunca ese experimento un ejemplo deseable de imitar ni siquiera para los esclavos. Mucho menos para el muy numeroso y algo próspero grupo de libertos o africanos nacidos ya libres, fuesen negros o mulatos.

Como mencionamos antes, la muy lamentable experiencia de los países latinoamericanos que se independizaron de España tampoco era un ejemplo deseable para la elite criolla cubana. Como puede ver el lector todo el contexto vital impulsaba a los cubanos a buscar una salida como provincia autonómica de España. La alta proporción de peninsulares y criollos de primera generación en la población, la cultura todavía incipiente y totalmente derivada de la española, la tradición y sobre todo el “problema negro”, la amenaza de la “africanización”. La necesidad de contar con una protección ante los intentos de conquista imperial por parte de otras Potencias, como la pérfida Albión por ejemplo.

De modo que era muy lógico, y de hecho muy progresista y civilizado que los cubanos buscaran mejorar su situación siendo reconocidos como provincia autónoma de ultramar parte integral e indiferenciada del Reino de España. En su tiempo y en su momento, la idea no era tan mala. Como hemos dicho, podríamos considerarla progresista. Solo había un problema que resulto definitivo e insuperable: la tozudez, estupidez y torpe avaricia de la Corona Española. Nunca quisieron ceder ni un ápice, y eso forzó el destino de la monarquía y de España al despeñadero de la decadencia histórica.

Pero lo que nos interesa señalar es que esa elección condicionaría el carácter social del cubano haciéndolo proclive a la moderación y a lograr el progreso conservando una evolución ordenada. Esto es importante. Tal vez el lector, acostumbrado a una historiografía que apologiza la revolución encuentre esto inexacto. Tal vez, el lector de este libro, al llegar aquí tras el constante discurso de este autor, proclamando sin ambages ni complejos la necesidad actual de una ineludible revolución democrática para resolver el problema cubano, quede totalmente sorprendido y perplejo. No sería extraño que sorprendido y paralizado por la aparente paradoja piense erróneamente que nos estamos contradiciendo o, peor aún, que padecemos de una doble personalidad. Recupérese amigo, es tan solo una transitoria confusión suya. Todo se lo aclararé rápidamente.

Aquí, en este ensayo buscamos dilucidar los elementos, o al menos algunos, que conforman la personalidad social y política del cubano. Algunas de las circunstancias más significativas que incidieron en su formación. Eso solo tiene una relación indirecta con el problema de la Cuba de hoy. La Cuba de hoy, oprimida por una plutocracia totalitaria marxista con prácticas mafiosas, para quienes no cambiar ni ceder es cuestión de supervivencia Para la Cuba de hoy, aherrojada mediante un Estado Totalitario de naturaleza inhumana e insostenible, pero concebido e implementado para la inmutabilidad. Para esa Cuba, el camino inevitable, la única solución, solo podrá venir mediante la revolución democrática y radical.

Descubrir el hecho de que esa inevitable solución no se avenga muy bien con aquellos elementos de nuestra personalidad social antes citados, no es ninguna contradicción o negación de nuestros argumentos. Es sencillamente una clarificación de nuestra problemática. Aprovecho para señalar que ese fuerte componente de nuestra personalidad social parece explicar por qué, contra toda la obvia y clara evidencia, haya tantas personas, por lo demás honestas y bien intencionadas, insistiendo en buscar un arreglo al problema cubano mediante la componenda con la Tiranía. Son el equivalente, la reencarnación moderna, de los autonomistas del siglo XIX.

Pero volvamos al hilo de nuestro discurrir. Durante casi treinta años los autonomistas de principios de siglo insisten diligentemente en sus objetivos pero no obtienen resultado alguno. Son los precursores directos del autonomismo que surgirá más fuerte y organizado en el último cuarto del siglo tras el fracaso de la Guerra Grande del 68. Ya hacia la cuarta década del siglo comienzan a tomar vida dos tendencias más, ante la negativa española de conceder derechos civiles modernos y autonomía administrativa. Una es la corriente independentista, influida por el ejemplo de las luchas independentistas en Latinoamérica. Produjo algunos intentos conspirativos pero no fue de gran importancia.

La otra corriente, que si llego a alcanzar gran desarrollo y trascendencia es la tendencia anexionista. La idea de que nuestros problemas se resolverían integrándonos (anexión) con los EUA. Hoy día, alegar eso parece anatema para la abrumadora mayoría. Pero, en su tiempo espacio histórico, era una idea innovadora, progresista, libertaria y atractiva para muchas personas de la elite criolla. No simplemente los esclavistas. Sino igualmente para destacados intelectuales y miembros de la burguesía. Es objetivo principal de este ensayo hacer un intento de colaboración para ayudar a esclarecer de forma objetiva, ni panegírica ni destructiva, solamente objetiva, esta parte de nuestra historia. Dado que, como antes dije, la historia y su correlato de análisis historiográfico es la visualización consciente de nuestro proceso de formación social.

Es ya sobre la década de los 1840’s en adelante que esta corriente cobra fuerza, seguidores, organización y emprende acciones concretas.

En Nueva York comienza a operar un círculo de exiliados anexionistas con apoyo de grandes propietarios desde Cuba. Claramente inspirados por la anexión de Texas y de los otros territorios mexicanos, ellos laboran activamente promoviendo que EUA se anexe a Cuba. Son estos intereses cubanos quienes prometen costear ellos mismos la compra de Cuba a España por parte de los EUA. Gestión que se intenta en 1848 durante la administración del presidente James Polk, y la cual España no aceptó.

Mientras esto ocurre, Narciso López intenta hacer una insurrección libertadora de carácter independiente. Es descubierto y debe pasar al exilio, lógicamente en EUA. Aquí se produce una coincidencia de intereses y Narciso López pasa a ser el caudillo de dos expediciones a Cuba con el apoyo del círculo de anexionistas cubanos. Contaban también con ciertos intereses norteamericanos, fundamentalmente sureños, deseosos por igual de la anexión. Ambas expediciones fracasan, pero mientras en la primera logra reembarcarse, en la segunda es capturado y ejecutado mediante garrote vil el primero de septiembre de 1851. La acción de Narciso López marca profundamente el alma nacional cubana y su historia. Por cierto, en notable medida, marcó también la historia americana. A partir de López, queda predominantemente fijada la idea de que la libertad de la opresión colonial española solo podría alcanzarse mediante la insurrección libertadora.

Con Narciso López el anexionismo cubano alcanza su clímax. Aunque los anexionistas siguieron trabajando intensamente y aun patrocinando otras expediciones y sublevaciones, sus esfuerzos no dan resultado. Dentro de Cuba la población sigue reacia a sublevarse y dentro de los EUA el gobierno federal no solo no les hace caso sino que los persigue. Su apoyo, que en algún momento fue muy grande, es mantiene dentro de los círculos sureños.

He aquí un punto de gran importancia que la historiografía cubana al uso no solo no destaca, sino que tergiversa los datos. Contrario a lo que siempre se afirma, el interés de anexionarse a Cuba no era compartido unánimemente por el pueblo y los gobernantes norteamericanos. Todo lo contrario, había una gran oposición a ello, a resulta de lo cual el gobierno federal no estaba interesado, en ese entonces, por tal expansión. La causa era, de nuevo, la existencia de la esclavitud en Cuba. En esos precisos momentos existía una gran pugna entre los Estados esclavistas en el sur y los Estados no esclavistas en el norte. Los norteños no querían la anexión de Cuba pues le daría ventaja a los estados esclavistas. Los del sur por supuesto que sí la querían. Debido a esta pugna, en el gobierno federal no estaban todos interesados en promover la anexión. Esta tensión interna desembocaría en la fratricida guerra civil una década más tarde.

Es importante aquí resaltar el hecho de que, excluyendo los grandes propietarios, la mayoría de los anexionistas cubanos, en especial los intelectuales y los más activos como Domingo Gouicuría, no eran en realidad esclavistas. Todos, asustados ante el fantasma de la africanización de Cuba, deseaban garantizar una eliminación gradual de la esclavitud y la educación del negro para que viviera como hombre libre. Al mismo tiempo, era para ellos meta suprema el disfrutar de las libertades individuales y la consecuente prosperidad que la organización social de los EUA les proporcionaba y garantizaba. Después de haber conocido y disfrutado la vida en los EUA, el sistema colonial español les resultaba barbárico e insoportable. Eran en realidad, y en la práctica, liberales clásicos.

La gran insurrección viene en el 68, con una conspiración de masones en las logias pertenecientes al Gran Oriente de Cuba y las Antillas. La mayoría de los jefes, si no es que todos, eran anexionistas. Nada lo demuestra más claro que la manifestación dirigida “al Gobierno y Pueblo de los EUA” por la Cámara de Representantes de la República de Cuba en Armas, con fecha 29 de Abril de 1869, apenas diez días después de haber proclamado la República en Armas y la Constitución de Guáimaro. Aunque el documento original parece perdido, los testimonios sobre el mismo no dejan dudas. Manuel Sanguily dejó una copia para la historia. Al respecto véase la interesante monografía “¿Eran anexionistas los constituyentes de Guáimaro?” por Roberto Soto Santana, miembro de la Academia de la Historia de Cuba (Exilio), Revista Pensamiento Vol.17, No. 6, Diciembre 2011.

En el documento que mencionamos la Cámara de Representantes de la República de Cuba en Armas, explícitamente le pide, “al Gobierno y Pueblo de los EUA”, que reconozcan y apoyen la república ya que aspiran, una vez liberados, a integrarse con la gran Unión Norteamericana. El acta fue suscrita por el Presidente de la Cámara, Salvador Cisneros Betancourt, por el Secretario, Antonio de Zambrana, y por los demás miembros de la misma, entre ellos Tomas Estrada Palma, quien muchos años más tarde sería el primer Presidente de la Cuba independiente. Sancionó el documento, sin objetarlo, el Presidente encargado del Poder Ejecutivo, Carlos Manuel de Céspedes; a quien posteriormente los cubanos honrarían con el título de “Padre de la Patria”.

He aquí uno de esos momentos en que el Destino se nos presenta inescrutable. Los anexionistas cubanos pensaron que sería relativamente fácil repetir el caso de Texas. Pero la lucha se desarrolló de forma totalmente inesperada. Los EUA habían quedado tan maltrechos por la Guerra Civil y tan enredados con la Reconstrucción que, a pesar de su poderío, prefirieron no enredarse todavía más vinculándose con actividades que podrían provocar una guerra contra España. Especialmente sabiendo que Inglaterra había manifestado su desacuerdo sobre la anexión de Cuba a los EUA, por tanto era posible que ayudara a España si la guerra se declaraba. De aquí que los cubanos se quedaran sin la esperada ayuda. La guerra duraría diez años y seria devastadora. Pero condujo a unos resultados tan interesantes como insospechados.

Como señalamos antes, los principales jefes anexionistas murieron y los veteranos supervivientes de esa guerra se volvieron independentistas irreductibles. Su esfuerzo creó una mística en el pueblo que supo, en lo adelante, que el sistema colonial era inaceptable y además derrotable. Su esfuerzo forzó a España a ejecutar lo que debió de hacer desde mucho antes, decretar la abolición de la esclavitud. Esto se realizo de modo gradual por lo que la sociedad cubana supero sin mucho trauma esta lamentable situación. Al quedar eliminada la esclavitud desapareció uno de los más grandes fundamentos para el anexionismo: la amenaza de la desintegración social y la “africanización” de Cuba.

Se creó un resentimiento ante el abandono de los cubanos por parte de los norteamericanos. Esto fue por igual, tanto una causa más para el abandono del anexionismo como meta de lucha; como la raíz de una tendencia anti americanista de baja intensidad y sublimada, más como anti gobierno federal que como anti nación estadounidense. Es importante destacar esto; porque ese sentimiento subliminal es el fundamento en que se apoyan tendencias tales como culpar a los norteamericanos de nuestros errores, y el “anti imperialismo” y “anti yanquismo” tan manoseado por populistas, socialistas y comunistas con fines de manipulación ideológica.

Pero la decepción con los americanos se sublimó como decepción con el gobierno yanqui. La influencia anexionista perduro de otra manera. Subsistió como admiración de la nación americana, vista como el centro de la civilización. Europa dejo de ser nuestro modelo y los EUA ocuparon ese papel. Para los cubanos el lugar de refugio, ante el absolutismo español antes y todo autoritarismo después, no fue México ni Paris. Fue, desde entonces hasta hoy, Nueva York y Cayo Hueso antes, Miami hoy.

Los EUA se convirtieron en nuestro refugio después de la Guerra Grande y, cada vez que alguien era perseguido en la Cuba colonial, se refugiaba en el Norte. Como consecuencia apareció también una emigración económica. Hacia finales de la década de los 1880’s la colonia cubana en los EUA no solo era grande sino próspera. Ella fue la retaguardia, la base que permitió la reanudación de la guerra de liberación nacional. Por supuesto, las relaciones económicas entre EUA y Cuba, comercio, asesoría e inversión directa, también siguieron creciendo constantemente.

El anexionismo nunca murió del todo, pero después de la Guerra Grande ya nunca más fue factor político determinante. Paso algo muy significativo. Se dividió en dos ramas. Por un lado la gran masa y algunos de los más prominentes y activos dirigentes se integraron naturalmente a la corriente independentista. Otro grupo más pequeño siguió tratando de promover y justificar la anexión y fue lentamente decayendo. Pero sin desaparecer completamente. Hasta el día de hoy hay una tendencia, más emocional que práctica, a reconfortarse con ilusiones anexionistas. Sobre todo tras la aparición e implementación del totalitarismo castro marxista, no ha faltado en este u otro momento, algún grupúsculo que organice algo con la esperanza de revivir el anexionismo. Hasta el sol de hoy, es un ramal caduco y sin porvenir.

En ese contexto, José Martí, desarrolla su labor libertaria. Es de sobra conocidos su genialidad, tenacidad y patriotismo desinteresado. Subrayemos un aspecto subvalorado de su obra. Martí, promotor mas destacado de la lucha anticolonial armada dirigida a la independencia total de España, para su tarea fundo un partido: el Partido Revolucionario Cubano. Un tanto primitivo e improvisado este acto, muy acorde con aquellos tiempos, fue una novedad entre los independentistas cubanos y, de modo imprevisible, esta metodología resultaría providencial a los destinos de una Cuba independiente. No solo permitió unificar fuerzas y reunir fondos para comenzar la Guerra del 95; sino que fue el instrumento que siguió apoyando y nutriendo activamente esa lucha tras la muerte de Martí. Más importante aún, la existencia de ese instrumento propiamente estructurado y con financiamiento propio, fue elemento decisivo para el logro de la independencia.

Cuando la elite de poder en EUA, motivada fundamentalmente por su deseo de asegurarse la ruta al mercado chino con la creación de una gran flota de guerra y las entonces necesarias estaciones carboneras en Guam y las Filipinas, se decidió al fin a devorar el decadente residuo del antiguo Imperio Español, aprovechando el accidente del Maine, el partido Revolucionario Cubano entró en acción.

Su cabildeo, pagado por los cubanos y costoso por cierto, fue decisivo en los destinos de Cuba. Al garantizar claramente en la famosa Resolución Conjunta que el motivo de la Guerra contra España era ayudar a los cubanos a obtener su Independencia, el gobierno norteamericano se auto limitó, se ató de manos. Esta simple afirmación, cuya enunciación especifica se logró más que nada gracias a la acción oportuna del PRC, es lo que garantizó la independencia de Cuba y evitó que la Isla tuviese un destino similar al de Puerto Rico.

Por cierto que esa Resolución Conjunta era también el pretexto y disfraz perfecto para encubrir las pretensiones de imperio, no político colonial sino económico comercial, en las vastas extensiones de la Mar Pacifica y el Lejano Oriente, en especial la prometedora y exótica China. Pretexto por lo demás casi innecesario. Las Potencias europeas monárquicas, imperiales y colonialistas no podían protestar sin contradecirse a si mismas. La opinión pública mundial era la que se ideaba en la redacción de los principales periódicos. Por tanto nadie protesto mucho. Y apenas 16 años después (una generación histórica) Europa se hundía en la vorágine de la Primera Guerra Mundial. Nadie, salvo los españoles, derramó una lágrima por el final del “Imperio donde nunca se ponía el Sol”.

Curiosamente, donde mas oposición hubo, mas críticas, donde se cogió para el trajín aquello de la “guerra imperialista”, aquello de que “debíamos abandonar esos territorios asiáticos y regresar a casa”, fue en la opinión pública norteamericana azuzada no solo por religiosos, pacifistas y aislacionistas. También muy especialmente por las ya establecidas corrientes socialistas.

No fue del todo en vano esta propaganda interna. Fue una de las razones principales, auque no única, de que a los filipinos se les concediera la independencia de un modo pacífico y político a finales de los 1930’s. Pero los filipinos eran muchos y muy diferentes cultural y racialmente a los norteamericanos. Tenían una historia milenaria propia, un largo y transformativo coloniaje español, y estaban políticamente muy bien organizados. De hecho, lo primero que tuvieron que hacer los norteamericanos, a un costo significativo en recursos y hombres, fue acabar con la guerra anticolonial contra los españoles que se volvió contra ellos.

Muy diferente el caso de los portorriqueños. Menos numerosos, con un territorio muy pequeño, mucho mas afines a los norteamericanos en el plano racial y cultural, sin una lucha insurreccionad contra el coloniaje español fueron ocupados en un formato colonial paternalista proto asimilante. Por cierto, esto dio buenos resultados, porque salvo casos que no son mas que la excepción confirmadora de la regla, los portorriqueños no les interesa la independencia, Aquí se confirma aquello de que niño que no llora no mama.

Después de la Segunda Guerra Mundial, bajo el ultimátum del proceso de descolonización mundial que ellos mismos inventaron e impusieron a nivel planetario, los norteamericanos tuvieron que buscar junto a los portorriqueños una solución al asunto. Inventaron una sui géneris, nació así el Estado Libre Asociado. Lo cuál está muy bien y no hay por qué entrometerse. A pesar de las mitologías subversivas de la izquierda marxista trasnochada los portorriqueños no muestran interés alguno en la independencia. Sistemáticamente, por décadas, solo menos del diez por ciento de la población muestra interés en la independencia. La otra abrumadora mayoría de más del noventa por cierto se divide casi por igual. Unos a favor de seguir como están y los otros por anexarse como un nuevo Estado a la Unión Americana.

Volviendo a nuestro discursar, resulta claro que la historia socio política de Cuba y la formación de su carácter nacional se movió principalmente por dos cauces diferentes que, paradójicamente, tenían un elemento común: la visión ideológica del liberalismo clásico. Este punto de comunión fue el que permitió que, ya en la República independiente, ambas corrientes, en gran medida, convivieran y hasta se fusionaran sin mucho problema.

Por un lado, la corriente reformista. Comienza con Varela y Saco y termina con los autonomistas. Es españolizante y euro enfocada. Aspiraba a una monarquía constitucional con igualdad cívica y autonomía administrativa para las provincias (ex colonias) de ultramar. Hace renuncia de la acción directa y la combate. Ama la cultura española y se identifica con ella. Siente empatía con la religión católica, aunque no por ello deja de estar alineada ideológicamente con el liberalismo clásico.

La otra es la línea revolucionaria. Comienza con el anexionismo y se transforma naturalmente en independentista. No precisamente por evolución en el plano ideológico sino por el cambio de metas de muchos de sus partidarios, Empieza con el Club de la Habana, la Junta de Nueva York, Narciso López y termina en José Martí y el Partido Revolucionario Cubano. No fue nunca verdaderamente esclavista, creían en una abolición gradual. Admiraba la cultura política y las estructuras sociales de la civilización anglo norteamericana. Admiraba a EUA, considerándolo como supremo desarrollo humano y aspiraba, primero a la anexión y luego a la imitación. Acepta y promueve de buen grado la insurrección como instrumento de liberación. Esta profundamente marcada por la Masonería y la visión científica y lógica de la vida. Ideológicamente esta sólida y militantemente enmarcada dentro del liberalismo clásico. Resultó, contra todas las probabilidades, la corriente triunfadora.

De modo que esa raíz anexionista, hoy denegada y denostada por la historiográfia cubana (al igual que por la seudo historia que patrocina el Totalitarismo castro comunista), es sin embargo básica, textualmente básica, en la formación de la nacionalidad cubana. Es acaso el elemento mas importante de los que explican las características tan diferentes que tiene el cubano, con su natural y constante admiración e imitación por la cultura y estructura social norteamericana. Algo que lo distingue, sutil pero significativamente, de los restantes pueblos latinoamericanos descendientes por igual de la cultura y coloniaje español.

Nuestro punto es que, al denegar y tergiversar la realidad y el significado trascendente de la llamada corriente anexionista y contraponerla como antítesis de la corriente independentista, estamos alterando negativamente la comprensión de nuestra esencia nacional. Todo lo contrario, debemos entender y aceptar el anexionismo en su verdadera esencia y trascendencia. Debemos emprender un revisionismo de nuestra historia (De hecho, de TODA nuestra historia, no solo de este período) y debemos ser más críticos y analíticos en esa tarea.

Nos lo debemos a nosotros mismos si queremos que la regeneración de nuestra nación se asiente sobre principios sólidos y produzca una obra perdurable y sostenible.

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