Por Leonora Acuña de Marmolejo. EE.UU
Ha llegado a mis manos el maravilloso poemario “La llamaban loca” de la autoría de la prolífica poeta escritora sevillana Isabel Díez Serrano.
Avanzando (degustando diría yo) página por página del libro, se observa que los poemas que lo conforman, vienen a ser una forma de crónica histórica sobre la andadura del gran personaje de la corona española, llamada Juana la Loca (1479-1555), reina de Castilla en 1504, hija de Fernando y de Isabel, esposa del archiduque de Austria Felipe el Hermoso y madre de Carlos Quinto. La crisis emocional que padecía se agravó tras el dolor por la muerte de su esposo, y terminó perdiendo la razón. De ahí el apelativo de Juana la Loca.
Los poemas de esta obra reflejan el acopio del admirable y concienzudo estudio biográfico (hecho por la autora) del personaje que los origina, y que Díez Serrano con gran pericia presenta más que todo en verso libre: “el mar no quiere diques, quiere playas”, como dijera la uruguaya Delmira Agustini en su poema “Rebelión”; y dicho sea de paso ya que el meollo de este libro envuelve la locura, la poeta también uruguaya, Eugenia Vaz Ferreira la mejor amiga de Agustini murió en estado de demencia.
Solo dos sonetos hay en este libro: “Hoy quisiera rendirme a tus antojos” (con estrambote) pág. 27, y “Yo no sé cual ha sido mi pecado” (pág. 65).
En los primeros poemas, la autora presenta a Juana, la protagonista, luego a su esposo Felipe, a Leonor, su primogénita; más adelante al primogénito Carlos I, y así a sus seis hijos y al resto de la familia hasta presentar a toda la dinastía.
Se ha dicho que todos tenemos un poco de locos, igual que estar borracho, drogado, o segado por una pasión o fanatismo; y así suele decirse: “Cada loco con su tema” y, sobre este particular se han escrito muchos libros, entre éstos: El Loco, de Khalil Gibrán y la importante obra clásica: El Elogio de la locura” (1510), de Erasmo (Desiderio) de Roterdam que entre otras cosas concluye que la genialidad está al borde de la locura, y que mucha gente que parece loca no lo es sino que justamente es superior. Sobre este tópico precisamente la autora de esta reseña tiene un poema titulado: “No está loco el poeta”, en su libro Brindis por un Poema, Plaza & Janés 1995.
Es de anotar que la constante subyacente, el leitmotiv en los poemas del libro en cuestión, son en este caso el amor, y la locura como una consecuencia. La vehemencia en el comportamiento de la singular protagonista Juana quien llega a la locura: “Y la locura le ganó el terreno” (pág. 74), pone un mojón en la historia de España. No es fácil escribir tan exitosamente en versos en forma de crónica (como lo ha hecho Isabel), la historia de toda la vida de este personaje. De aquí que se haga Sine Qua Non, decir que de esa chispa inspiradora de su estro cargado de gran lirismo e imaginación, y como un reflejo de la impronta de ese joie de vivre que palpita en sus venas, junto a la sensualidad y a la sensibilidad que la caracterizan, brotan sus versos magistrales. A tal punto de apasionamiento poético llega nuestra poeta, que a veces parece instalarse anímicamente en el cerebro de la protagonista y en su ámbito personal, para así interpretar su sentir, y tratar de entender su locura.
Yo diría que aunque Isabel Díez Serrano, nuestra querida poeta hispalense en su honestidad y modestia no lo reconozca, bien podemos considerar este libro como el Chef-D`eevre de su obra poética.
En su poema: “Mi corazón” (pág. 26) del grupo Del amor ausente, brotan estos versos un tanto dolidos: Me falta mucha fuerza para esta soledad,/ sin madre, sin esposo,/ sin cayado que pueda sostenerme.
El soneto: “Hoy quisiera rendirme a tu mirada” (pág. 27), ya rendida en su batalla por el amor, reconoce su derrota: (…)
El as de corazones he perdido (…) Amor, amor, porque probé lo pido.
Se repite en sus poemas los vocablos: alocadamente, locos, locos como en el poema “Aquí me quedo, amor, entre barrotes” (pág. 28): Ay de mis noches/ noches como espadas/ juguetonas caricias tan subidas/ de almas que se aman y desbocan/ y alocadamente deslizan por las sábanas/ sus cuerpos lacerados, sudorosos/ locos, locos de amor, casi animales.
El poema; “Te quiero bajo el sol” (pág. 29), desgrana estos versos: Ay, mira soy, alta mar y montaña/ y ya nunca podrás deshabitarme/. Y más adelante prosigue: Y en la mañana, amor, te quiero aún/ aunque siga callada/ que ya nada del mundo ni del reino que herede/ alcanzarán la ruta que mi locura anida.
El poema titulado: “En cinta de nuevo doña Juana” (pág. 46), habla del sexto hijo, tras de lo cual Felipe el Hermoso falleció; entonces vienen estos versos de lamento: Ay, Felipe el Hermoso/ Ay, locura de Juana/ Ay, de los enamorados/ no pudiendo escalar tanta desdicha. Tal como se ha considerado, la muerte del esposo fue un factor consecucial que desencadenó la locura de Juana.
En la pág 52 el poema “Caballero de mi vida en horas fértiles” hace referencia a la extensión de sus raíces por otros puntos geográficos de Europa, cuando dice: Nuestra savia recorrerá los campos/ de España, de Alemania, en nuestros hijos/ hijos que dio la vida/ a dos enamorados, llamado tú el “Hermoso”.
El título del poema de la pág. 60: Juntaremos el “polvo enamorado”, hace alusión al famoso soneto “Amor más allá de la muerte” del insigne escritor y poeta Francisco de Quevedo y Villegas, y se expresa así: Espérame tú ahora, amado mío/ yo, tu reina, hoy riego con mis lágrimas/ tu voz, o tus deshechos huesos.
En los versos de la pág. 73, nos damos cuenta de cuando Juana fue internada en un reclusorio: Comoquiera que de grado suyo/ nunca hubiera salido de Arcos, Juana/ Don Fernando tomó la decisión/ de internarla en Tordesillas/ aduciendo que, dados sus desvaríos/ era muy peligrosa para el reino.
En “El encuentro del ya rey, Carlos I (Pág. 92) podemos observar el protocolo palaciego de aquella época en estos versos: Entraron al salón donde estaba Juana/ con las tres obligadas reverencias/ ante su Majestad, siendo inferiores a ella.
Casi al final, el poema “¡Ay, locura de amor!” pág. 101) está cargado de inquietudes y misteriosos interrogantes: Viviste siempre presa con la raíz quebrada/ nacida para reina y para amar, nacida/ tu vientre caracola que albergara tus ríos,/ ¿Fue el amor?, ¿el destino?, ¿tus genes mal pagados?/ Una vida tronchada y en plena adolescencia (…) Tus reinos, Juana, tuyos, cruelmente arrebatados/ como si tu durmieras/ como si te dejaran/ temblando las estrellas cuando cortabas rosas/ del jardín de tu cárcel, tu eterna fortaleza.
Como un epílogo, con los versos del poema “Y tus hijos latiendo, lejos -Juana de Hierro- (pág. 102) nuestra poeta cierra su poemario diciendo: Ya no habrá más intrigas, más engaños, secretos/ ahora reinan tus hijos, aquellos que latían/ en tu vientre de trova para calmar tus hambres./ Tu locura, oh luna de los vientos, nueva/ fue una brecha en la Historia que recuerda tu grito//...) Húndete lentamente en el espacio y danos/ tu clavel para el mundo/ adolescente incierto,/ que España te recuerda como “la reina loca”/ que perdió la cabeza, la razón, la cordura/ ¡y, fue por amor!.
Mucho más podría decirse de este bello libro, mas por las comprensibles razones de espacio, se hace perentorio ser breve....
Tras de recorrer las páginas de este maravilloso poemario, no podemos menos que sentir admiración hacia su autora y con reconocimiento y agradecimiento, decirle: Gracias querida Isabel por este nuevo aporte a nuestras letras que viene a poner una estrella más en el firmamento poético. ¡Qué Dios siga alumbrando tu excelso estro!
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