BELASCOAÍN ES UNA CALLE TRISTE DE DÍA Y SOMBRÍA DE NOCHE, TRANSITADA SOLO POR QUIENES NO TIENEN MÁS REMEDIO QUE HACERLO
Por: Fernando Dámaso
La Calzada de Belascoaín, como calle, se abrió en 1782. Se llamaba entonces Gutiérrez, por ser el apellido de quien la construyó en interés de su negocio, y después De la Beneficencia, por encontrarse junto a ella la casa de este nombre. En 1843 se le comenzó a llamar Belascoaín, por el conde del mismo apellido muerto en España, amigo del capitán general. Entonces tenía arbolado a ambos lados. En la época republicana se le cambió el nombre por el de Avenida Padre Varela pero, como ha sucedido en otros casos, no prosperó, siendo conocida actualmente como Calzada de Belascoaín.
Comienza en el Malecón. En su inicio, en su lado izquierdo, existían algunos comercios con grandes vallas lumínicas en sus azoteas. A la derecha, cruzando San Lázaro, se encontraba la Casa de Beneficencia, construida en 1794 para dar albergue y prestar cuidados a recién nacidos abandonados por sus progenitores, quienes los depositaban en un torno que existía al efecto, asegurando el anonimato de los mismos. Todos los que se criaban allí y no eran adoptados, recibían el apellido Valdés.
A su lado, se encontraba el Asilo de Mendigos San José. En el lugar se comenzó a levantar un edificio para la sede del Banco Nacional de Cuba el cual, sin estar aún terminado, estuvo 20 años abandonado, sufriendo hasta un incendio. Posteriormente fue concluido y reacondicionado
como el Hospital Hermanos Ameijeiras, con el frente hacia San Lázaro, con los inconvenientes propios de una edificación demasiado alta y no diseñada para estos fines.
Las edificaciones de la Casa de Beneficencia y del Asilo de Mendigos fueron demolidas en los primeros meses del año 1959. A continuación, entre las calles Virtudes y Concordia, se encontraba la Plaza de Toros, después demolida, cuando se prohibieron las corridas de toros en el país y, en la manzana de las calles Concordia, Marqués González, Lucerna y Virtudes, el Frontón Jai Alai, dedicado a la pelota vasca, el famoso Palacio de los Gritos, por la gritería durante los partidos en medio de las apuestas que se hacían, cuyo primer partido se celebró en 1901 y el último en 1921.
También existieron dos frontones más: el Habana-Madrid (Belascoaín y Sitios), con 140 puertas y ventanas y 1.800 asientos, conocido como La Bombonera, porque en él practicaban el juego preferentemente las mujeres, y el Nuevo Frontón (manzana de San Carlos, Peñalver, Desagüe y Belascoaín), abierto en 1921 y cerrado en 1923, aunque continuó ofreciendo partidos esporádicos de pelota vasca hasta 1936, denominado el Palacio de las Luces. En este lugar, convertido ya en el Palacio de los Deportes, posteriormente se construyó el edificio del Palacio de la Confederación de Trabajadores de Cuba.
En el número 73 de Belascoaín se encontraba el hotel San Luis y, más adelante, el Majestic, desde hace años inexistentes. En el número 152, la fábrica de tabacos Romeo y Julieta; en el 159, el cine Palace; en el 207, la tienda El Sol de Oro y en el 267, La Casa Prado, sastrería y camisería, famosa por su campaña publicitaria denominada “El hombre de La Casa Prado”, del cual se informaba por la radio el lugar donde se encontraría en determinado horario, debiendo ser reconocido para obtener el premio, que consistía en alguna de las prendas de vestir que la misma confeccionaba.
En el número 353 se encontraba la famosa peletería Primor, donde durante mucho tiempo fue el único lugar para adquirir zapatos de esa marca, de forma priorizada por quinceañeras y novias, al precio de 50 pesos cubanos, cuando todavía no existía la doble moneda. El resto de los ciudadanos, tanto adultos como niños, debían usar entonces zapatos plásticos, denominados popularmente “ollas de presión”, por el calor que generaban y las laceraciones que producían en los pies. Fue una idea “genial” de alguien que nunca los usó, para resolver el problema de la falta de pieles para fabricar calzado.
Más adelante, en el número 357 estaba Le Grand París; en el 362, Bernalú y en el 372, el cine Miami, después rebautizado Bayamo, hoy convertido en una llamada Tienda del Mueble, y en San José se encontraba el bar Strand. En el número 404, la tienda Gran Habana, y en el 462 y 464, la mueblería La Villa María. Después, la Calzada de Zanja, donde se instaló en 1930 el segundo semáforo que tuvo La Habana, con la tienda La Mía, el Café OK, cuya especialidad eran los sándwiches, y Super Cake S.A., en los bajos de un moderno edificio de apartamentos.
La Casa de las Medias quedaba en el número 508 y, ya en la Avenida Carlos III, el edificio de la Gran Logia de la Isla de Cuba, más conocido como el Templo Nacional Masónico, construido en 1955 por el arquitecto Emilio Vasconcelos, de 10 pisos con una bola del mundo giratoria y el símbolo de los masones sobre ella, visible desde diferentes puntos de la ciudad, y en el hall una escultura de José Martí del escultor Sicre.
Enfrente estaba La Casa de los Tres Kilos, la popular tienda por departamentos. Cruzando Carlos III, el parque dedicado en 1921 a Carlos Finlay y a sus compañeros, descubridores del agente transmisor de la fiebre amarilla. Enfrente, el edificio donde estaba la llamada Casa de las Viudas, lugar donde existían algunas oficinas del gobierno colonial, pero cuyo mayor espacio se empleaba para dar albergue en habitaciones y pequeños apartamentos, además de ayuda, a las viudas y familiares de empleados civiles y militares fallecidos en ejercicio del cargo, después sede de la Secretaría de Sanidad y más tarde del Ministerio de Salud Pública, hoy convertido en el Instituto de Diseño.
En la otra acera se levantaba la Escuela de Artes y Oficios, en el vetusto edificio de piedra, similar al del Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, situado en la calle Zulueta y, en el número 706, está en pie lo que queda del cine Astor. Más adelante, al llegar a la calle Concepción de la Valla, se encontraba el Buró de Investigaciones, antes de trasladarse al edificio de la calle 23, y la Quinta Estación de Policía, de triste recordación durante la dictadura de Batista, por ser centro de vejaciones y de tortura, desde hace años convertida en una escuela.
Enfrente, en la esquina de la calle Figuras, estuvo la Secretaría de Justicia, donde después se instaló el Archivo Nacional de los Registros Civiles y, en el cuchillo con la calle Nueva del Pilar, la casa conocida como “de las pesas y balanzas”, por ser el lugar donde se realizaba el ajuste de las mismas. También los restos de los cines Favorito, en el número 809, y Cuatro Caminos, en el 1077, antes de llegar a la actual plazoleta de Cuatro Caminos, donde antes existieron magníficos bodegones españoles y fuera uno de los cruces más concurridos, por ser transitados por tranvías y ómnibus en cuatro direcciones distintas.
Es una realidad que, aunque fue una calle comercial, Belascoaín nunca tuvo la importancia ni la afluencia de público que tuvieron Monte, Galiano, San Rafael, Neptuno o Reina, por citar algunos ejemplos. Era más bien una calle con comercios en el tramo de San Lázaro a Carlos III, y con instituciones e instalaciones de servicios en el resto. Debido a ello, su decadencia comercial, aunque existe, no es tan notable, siéndolo sin embargo la de sus instituciones e instalaciones de servicios, muchas de las cuales se han perdido por derrumbes, y otras se encuentran en mal estado.
Belascoaín es una calle triste de día y sombría de noche, transitada solo por quienes no tienen más remedio que hacerlo, obligados por vivir o trabajar en ella o en sus inmediaciones, y por los conductores de vehículos, que la utilizan como vía para acceder desde el municipio 10 de Octubre a las calzadas de Monte, Reina, Carlos III, Zanja, San Lázaro y viceversa.
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