Por Isabel Diez Serrano
seguida de su gente principal
no habría de tener malos augurios
y así, la preferida
dotada de carácter y dulzura
en el decir
prendía el corazón de cuantos iban
presidiendo la corte.
Después de la tormenta
bajaba de la nave, toda diosa
dejando sus encantos
por las calles de Portsmonth
mientras un rey curioso
lanzaba sus miradas a hurtadillas
y a su blanca hermosura.
Mas sus pasos seguían hacia Flandes
bajo el cielo arrobado de Setiembre.
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