Por Esteban Fernández
No, no vayan a creerse ustedes que los únicos envidiosos son algunos latinoamericanos por una generación triunfante de cubanos en el exilio -de los cuales les escribí hace unos días- porque hoy les voy a hablar de la envidia de los propios cubanos por aquel éxito de sus compatriotas en Cuba.
No, no fueron mexicanos, ni salvadoreños, ni guatemaltecos, los que al yo salir de Cuba atormentaron a mi madre diciéndoles: “¡Allá en Nueva York está tu hijo Estebita en el medio de una nevada teniendo que montarse de madrugada en el ‘subway’ e ir a sufrir en una fábrica de ventanas de aluminio sin ver la luz del sol!”. Fueron cubanos y encima de eso nacidos en el pueblo que tanto yo quiero y añoro.
Porque no fue la falta de prosperidad en nuestro país la que produjo el fidelismo ni el apoyo a Fidel Castro, sino todo lo contrario. Fueron los acomplejados ante la bonanza económica y el éxito de muchos cubanos el caldo de cultivo del castrismo.
¡Qué alejados estábamos nosotros de imaginar que hasta un niñito encaramado en una bicicleta nueva Niágara un 6 de Enero era promotor de celos callejeros! No sabíamos que el dueño de una empresa, el propietario de una finca, el bodeguero de la esquina y hasta el obrero triunfador y bien remunerado eran odiados en silencio. El hijo de un rico montado en un Chevrolet del 58 levantaba ronchas en la plebe.
Ni por las cabezas nos pasó que al poseer Cuba “una de las CLASES MEDIAS más grandes del mundo” eso fuera, al mismo tiempo, motivo de ORGULLO para unos y de ENFERMIZOS resquemores para otros. No, Fidel Castro no obtuvo el apoyo popular gracias a “sus promesas de mejorar económicamente al país que nos vio nacer”, fue TODO LO CONTRARIO, la sumisión vino de los que se alegraban del mal ajeno al ver destruir a todo el que gozaba de bienestar.
Cada zancada que daba Castro acabando con la prosperidad y la economía en Cuba era aplaudida por los envidiosos. La alegría de los resentidos se desbordaba ante el despojo masivo a quienes junto a sus triunfos personales habían llevado al país de la mano a la cima del éxito.
Y encima de eso al salir los cubanos del país, con tres mudas de ropa, sin un centavo, después de haber sido desposeídos de sus bienes los mal nacidos pregonaban su alegría en las calles, gozaban, se reían y daban alaridos de: “¡Que se vayan los esbirros a pasar frío, hambre y lavar platos en el Norte Revuelto y Brutal!” El tirano vociferaba: “¡No los queremos, no los necesitamos!” y la claque de H.P. coreaba “Paredón para la gusanera!”
Y cada día nos percatábamos de que la ENVIDIA contra los que habían levantado una gran nación era verdaderamente un cáncer, un mal nacional y descubrimos que el desdén por todo el que tenía simplemente unos ahorros en el banco estaba incrustado en las mentes de muchísimos compatriotas y a cada paso que dábamos teníamos que escuchar a los que nos señalaban con desprecio diciendo: “¡Mira, esos son los ricachones, los terratenientes, los latifundistas, los explotadores de los obreros cubanos!” aunque personalmente yo no era ninguna de esas cosas.
Los ENVIDIOSOS dentro de Cuba convirtieron en un “delito” el haber triunfado y haber puesto a Cuba a la cabeza de la América Latina. LA MISERIA DE CUBA PRODUJO REGOCIJO ENTRE TODOS LOS ENVIDIOSOS DE LA PATRIA. Créanme que eso no fue lo que soñó Martí.
Porque vamos de una vez y por todas a decir la verdad: EL HECHO DE QUE CUBA EMPOBRECIDA Y DEPAUPERADA DEJARA DE SER LA REINA produjo una satisfacción colectiva entre todos los envidiosos desde San Antonio hasta la Punta de Maisí donde se dieron gusto en las hijodeputadas.
Pero, poco a poco, al final de la jornada la verdad se abrió paso, los envidiosos han fracasado (se han cogido los traseros con la puerta) y aquello es la cloaca del mundo porque cuando todos los grandes cerebros de la nación tuvieron que salir del país se hizo notable que los envidiosos además de envidiosos eran unos alcornoques y unos vagos consuetudinarios que convirtieron en un abrir y cerrar de ojos lo que era un emporio de riquezas en una gigantesca pocilga.
Y hoy en día esos envidiosos internos se están comiendo un cable, pidiendo limosnas a los que tanto se alegraron de que fueran barridos del mapa nacional.
Y muchos de esos detritus humanos -sobre todo sus descendientes adoctrinados- hoy han brincado el charco y están del lado de acá rumiando sus resentimientos y han vuelto a envidiar el triunfo de aquellos brillantes compatriotas que ayer ellos les hicieron inventarios en sus casas, intervinieron sus negocios y les gritaron “¡Fuera los gusanos, los lumpen y los vende patria!”
Hoy los mayores envidiosos no son los miembros de otras nacionales quienes ahora se sienten más a gusto -e igualados- con esta nueva camada de “hombres nuevos”, SINO LA MAYORÍA DE LOS PROPIOS CUBANOS RECIÉN LLEGADOS que sin haber padecido su cuota de años trabajados en los Estados Unidos celan y quieren tener una casa al lado del montón de millonarios cubanos en el destierro para después regresar lo antes posible a revolcarse en el estercolero castrista. Hasta aquí mi escrito.
PERO ES JUSTO AÑADIR UNA POSTDATA:
Y es que para decir toda la verdad histórica y no se me quede nada en el tintero debo también aclarar que la envidia se hizo pública y notoria después del triunfo fidelista pero durante el proceso anti batistiano muchos millonarios, ricos empresarios, hacendados y gente pudiente compraron muchos bonos del 26 de Julio – “sogas para sus pescuezos- y cooperaron muchísimo inicialmente a que se entronizara el castrismo en Cuba hasta que LOS ENVIDIOSOS TAMPOCO A ELLOS LOS PERDONARON y les fueron aplastando los callos sin misericordia.
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