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Famosa por la calidad de los puros, el privilegiado enclave y su tradicional industria, la fábrica de tabacos Partagás es tal vez la más conocida dentro y fuera de Cuba. Tanto el desarrollo de su producción como la historia del inmueble conforman un sugestivo entramado de hechos.
Así, para entender mejor la evolución del edificio que ocupó la fábrica de tabacos Partagás es necesario conocer que el mismo está formado por tres fincas: Industria Nos. 170, 172 y 174, las dos primeras refundidas en el Registro de la Propiedad en 1914 y la tercera, aunque no fue incorporada a la propiedad, quedó comprendida dentro de la numeración adoptada en 1940: Industria 520.
Las casas No. 172 y 174 tuvieron una historia común desde finales del siglo XIX, no solo por la colindancia, sino por pertenecer a propietarios con vínculos familiares. De ahí que fuera sencillo para la sociedad Cifuentes, Fernández y Compañía adquirir, en los primeros años del siglo XX, estos inmuebles para instalar y ampliar su fábrica de tabacos Partagás.
Dadas las inscripciones del Registro de la Propiedad y las etiquetas donde aparece la dirección de la fábrica, Jaime Partagás, el precursor de la industria, solo llegó a ocupar, como arrendatario, una parte de la finca que luego sería Industria No. 170 y 172, antiguas 158 ½ y 160. Allí mismo explotó la fábrica por varios años Juan Antonio Bances, hasta que Cifuentes, Fernández y Compañía entre 1904 y 1906, primero por arrendamiento y luego por compraventa, instaló en ambos edificios la fábrica Partagás, que había comprado a Bances en 1899. Es a esta compañía a quien se debe la imagen más reconocida de la tabaquería, desde el punto de vista comercial y arquitectónico.
La fábrica tomó y mantuvo el mismo nombre de su fundador, el catalán Jaime Partagás Rabell, quien llegó a Cuba en 1831, con 14 años. Aquí trabajó para Juan Conill y Pi, posiblemente el comerciante de tabaco más importante en los inicios de la segunda mitad del siglo XIX en la Isla. De la relación con Conill, Partagás aprendió las técnicas de almacenaje y fabricación de tabacos, y del intercambio con los cosecheros, los secretos de la parte agrícola. En 1838, aproximadamente, Jaime Partagás se independizó, comenzando a producir tabacos por su cuenta en un pequeño local, hasta que en 1845, con capital propio y de su esposa Catalina Puig, fundó su propia fábrica en la calle Barcelona No. 1, que en aquella época se llamaba Cristina, haciendo esquina a Industria No. 146, donde tenía su almacén de tabaco en rama. Vendía entonces sus puros bajo la marca La Pureza de Partagás, y en 1848 solicitó licencia al gobierno para registrar la marca La Flor de Cabañas Partagás y Compañía, nombre que tuvo que variar en 1854 por la demanda que le impusiera en 1851 Manuel González Carvajal, propietario de la marca H. de Cabañas y Carvajal, quien alegaba que Partagás hacía uso de su apellido para aprovecharse del crédito de su marca y convencer a los compradores de que su producto era lo mejor y más selecto de Cabañas. Así se vio obligado a adoptar otra denominación y decidió entonces inscribirla en el registro como Flor de Tabacos de Partagás y Compañía, aunque tradicionalmente sus tabacos se conocen, sencillamente, como Partagás.
Como dominaba todo el proceso agroindustrial del tabaco, Jaime Partagás logró reducir el tiempo de la fermentación, maduración, destripe y curado en barbacoa, y disminuyó la maduración en barriles de entre 6 y 7 años, a solo 20 meses. También fue innovador en la producción de los puros, creando 67 vitolas diferentes, elaboradas con una mezcla de hojas distintas, hasta alcanzar un sabor y aroma que fueron la base de su popularidad. Por todo eso, su marca Flor de Tabacos de Partagás y Compañía obtuvo Medalla de Oro en la Feria Internacional de Industria y Comercio de París, en 1861 y 1867.
Jaime Partagás fue el segundo fabricante que introdujo en La Habana la lectura de tabaquería en su taller, luego de que en 1865 Nicolás Azcárate impulsara esta práctica en la fábrica El Fígaro, y antes, en 1864, se afirma que hubo un lector de tabaquería en la ciudad de Bejucal.
Murió el 17 de julio de 1868 en Pinar del Río, producto de un disparo –perpetrado el 18 de junio anterior– relacionado con un litigio con otro catalán, Pedro Mató Estalella, por el hurto de unas caballerías de tierra de su hacienda Hato de la Cruz.
Quedaron como propietarios de su fábrica y hacienda su viuda Catalina Puig y los hijos de ambos, José, Teresa, Clementina y Adela, quienes se asociaron al asturiano Juan Antonio Bances y González para finalmente venderle la fábrica, sus marcas y las tierras en Pinar del Río.
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