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René León
El mes de
junio (1993) mi esposa falleció el día de mi cumpleaños. Después de pasado tres
meses, me puse a revisar todo lo que ella tenía guardado en su cuarto. Lo había
dejado arreglado tal cual ella lo dejó. No había tocado nada. Empecé por botar
cosas que no hacían falta, y guardar otras que ella le tenía aprecio. Guardado
en la Biblia de ella tenía una estampa bella que le había comprado en Madrid de
la Virgen Milagrosa. Dentro de la biblia me encontré entre sus páginas unas
poesías que yo le había mandado cuando estaba preso en Isla de Pinos, y se
habían podido sacar clandestinamente de Cuba. Una de ellas es la que hoy voy a
dar a la publicidad.
La hoja ya
estaba vieja, amarilla y medio borrosa. Eran muchos los años que la había
escrito. Mi amigo el ingeniero Rafael Torres (†), me ayudó en los párrafos un
poco dudosos, a esclarecer lo escrito, pues mi vista en ese tiempo no andaba
muy bien. (Ahora está peor).
Los presos,
el sostén que teníamos eran las pocas cartas que nos dejaban llegar. Pasaban
los meses, y meses, y las cartas enviadas no llegaban. En la dirección del
penal las botaban, sin revisar, como otro castigo mental más para aquellos que
estábamos presos allí. Las cartas eran una ayuda más para nosotros para
soportar la prisión. Mi señora, por consejo de otras esposas de presos, le dio el consejo de escribir tres
veces por semana, para que alguna carta llegara. En el tiempo que estuve allí
recibí ocho cartas. Las leía y releía, porque eran toda mi ilusión, y sostén.
Una carta valía más que cualquier riqueza, eran aquellas que los presos
recibíamos en aquella isla. Fue una prisión dura. Como todas las cárceles que
el gobierno comunista tenía en nuestra bella Isla.
El Cofre de
los Recuerdos
Isla de Pinos, mayo 1964……a mi esposa
En estos años de soledad
en esta isla
te hice un pequeño cofre
con pedacitos de madera,
donde guardaba en él,
mis ilusiones,
mis sueños,
mis recuerdos.
En él guardaba
tus cartas después de leerlas,
y soñaba contigo.
Soñaba que era nuevamente libre,
y las olas del mar me llevaban hacia ti,
y el viento aullaba,
y juntos los dos caminábamos
hacia la eternidad,
lejos de esta isla de peregrinos,
y nos besábamos,
mientras el viento nos acariciaba.
Pero al despertar de aquel sueño,
la puerta de mi celda seguía cerrada.
El tiempo nos mantenía separados,
y miro hacía la lejanía
y siento tu mirada,
Hoy es domingo,
estoy sólo, y
buscó mi pequeño cofre,
y no sé si algún día
te lo podré llevar,
para que tu sepas que siempre
pensé en ti.
En él guardaba muy pocas cosas,
sólo los sueños de un condenado
en esta isla.
Cuando un día llegue a tu lado
olvidaremos todos estos años,
ya pasados,
y las lágrimas que derramaste por mí.
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