Eduardo Lolo |
(Conferencia pronunciada por el Dr. Eduardo Lolo en la Sociedad Pro-Cuba de Elizabeth [New Jersey], el 21 de mayo de 2017, con motivo del 115o Aniversario de la proclamación de la República de Cuba.)
Así, pues, la República de Cuba nacida el 20
de mayo de 1902 recibe como herencia un alto grado
de desarrollo tecnológico, educativo, sanitario, urbanístico,
social y cultural que venía fomentándose
desde la Colonia y fue incrementado por la Intervención
Norteamericana. Pero, al mismo tiempo, un
lastre político que incluía el caudillismo, la intransigencia,
la injusticia, la corrupción, la violencia, la
impunidad y otros elementos negativos afines
cimentados y practicados durante siglos. No en balde
Máximo Gómez, una vez arriada la bandera de los
EE.UU. e izada la cubana en la ceremonia oficial de
instauración de la nueva nación, dijo: “Creo que hemos
llegado.” Dicha expresión es, incuestionablemente,
dubitativa: implica que el hablante no está
convencido de que lo que va a decir a continuación
sea un hecho; hay más deseo que certeza; se aspira, esperanzadoramente, a que lo
que aparezca al término de la frase se haga realidad, mas no se está seguro. Mucha razón tenía el veterano soldado en dudar del resultado de su propia heroicidad: no,
no se había llegado del todo.
Sin embargo, el aspecto negativo del legado recibido no pudo arruinar lo
mucho bueno presente en el otro polo histórico del codicilo. Los alcances de la
República de Cuba entre 1902 y 1958 basados en la herencia positiva harían una
relación sorprendente pero tediosa por su dimensión. Veamos algunos pocos ejemplos
de décadas disímiles:
La Habana fue la primera ciudad del mundo
en tener telefonía con discado directo en
1906. Un año después estrena el primer Departamento
de Rayos X de Iberoamérica. En
mayo de 1913 despega de La Habana el primer
vuelo aéreo internacional en Latinoamérica.
En 1918 se promulga la primera Ley
de Divorcio aprobada en América Latina. En
1922 Cuba fue la segunda nación del mundo
en inaugurar una emisora de radio comercial
y la primera en radiar un concierto de música
y presentar un noticiero; seis años después ya
tenía 61 emisoras de radio, convirtiéndose en
el primer país del mundo en número de
emisoras por cada cien mil habitantes. En
1937 Cuba decreta por primera vez en Iberoamérica leyes que establecen la jornada
laboral de 8 horas, el salario mínimo y la autonomía universitaria. En 1940, Cuba se
convierte en el primer país de Hispanoamérica en tener
un presidente de raza mixta blanca-negra (Fulgencio Batista),
electo democráticamente por sufragio universal
cuando la gran mayoría de su población era de la raza
blanca, adelantándose en 68 años a los EE.UU. (Paradó-
jicamente, es el mismo personaje que en 1952 daría un
golpe de estado a otro Presidente electo democráticamente,
convirtiéndose en dictador).
Cuba fue igualmente el primer país en Iberoamérica
en otorgar el derecho al voto a las mujeres y legislar
la igualdad entre sexos y razas. Fue el segundo país
del mundo en emitir señales comerciales de televisión
(1950) en blanco y negro y luego a color (1958). El primer
hotel del mundo con aire acondicionado central se
inauguró en La Habana en 1957 (el Hotel Riviera) y un
año antes el primer edificio de apartamentos fabricado de hormigón (El FOCSA). En 1954 Cuba ocupa
el tercer puesto en Iberoamérica en el consumo
de carne per cápita y un año después se
convierte en el segundo país latinoamericano
con menor mortalidad infantil. En 1956 la
ONU reconoce a Cuba como la segunda
nación de Iberoamérica con los más bajos
índices de analfabetismo, y el siguiente año
como la mejor del área en número de médicos
per cápita, el mayor porcentaje de viviendas electrificadas y el más alto consumo
calórico diario por persona. En 1958, Cuba es el país de Iberoamérica con más
automóviles y más electrodomésticos por cada cien mil habitantes, así como el que
contaba con más kilómetros de líneas férreas por kilómetro cuadrado. Durante los
años cincuenta, Cuba tenía el segundo lugar en entradas per cápita de Iberoamérica,
superando, por ejemplo, a Italia y más del doble a España. A pesar de su pequeño
tamaño y que sólo tenía 6.5 millones de habitantes, Cuba ocupaba en 1958 la
posición 29 entre las economías mayores del mundo. El desarrollo de la prensa
escrita y las artes fue igualmente asombroso. Para no seguir alargando la relación,
baste recordar que a finales de los años cincuenta La Habana era la ciudad del orbe
con el mayor número de salas de cine (358) superando a Nueva York y París, que
ocupaban el segundo y tercer lugar, respectivamente.
Y aunque todo lo anterior no implica que la Cuba republicana fuera el Paraíso
Terrenal, no es menos cierto que resulta difícil de entender y doloroso de reconocer
que prácticamente todo lo anterior se haya revertido dramáticamente, en extraña
degeneración del mármol en barro. Ello se debió al hecho de que las deficiencias en
el orden político arrastradas desde la Colonia, y de alguna
forma mantenidas por la Intervención Norteamericana,
siguieron en la república un desarrollo semejante a
los aspectos positivos señalados. Por un lado, de lo bueno
se pasó a lo mejor; por el otro, de lo malo a lo peor. La
interrupción periódica del orden constitucional en forma
de cuartelazos, asonadas palaciegas, revueltas caudillistas,
intentos de perpetuidad en el poder, corrupción administrativa
a todos los niveles y otros males resultantes
destruyeron la República no obstante todos sus logros.
Junto al sueño sublime hecho realidad, se fue agigantando
una pesadilla no menos real. Al final vencieron las
sombras, que devoraron hambrientas casi todas las luces
cultivadas desde la Colonia. El pueblo cubano, sin embargo, no ha permanecido
inerte ante la largo tiempo atrás cimentada
debacle de su historia. En la etapa colonial sirven
de ejemplo máximo los mambises; los cuales, aunque
siempre en franca minoría dentro de la población,
y atacados por integristas, anexionistas y autonomistas,
nunca cejaron en su lucha, a pesar de saberse
discriminados, marginados o simplemente
ignorados. La Colonia los despojó de todos sus bienes
materiales y la Intervención Norteamericana
sancionó inapelablemente el indigno pillaje; pero
no pudieron hurtarles su patriotismo ni oscurecer su
sueño.
Más adelante, durante la república, no fueron
pocos los que denunciaron y se enfrentaron a la
corrupción, el compadrazgo, el caudillismo y otras aberraciones semejantes o
consecuentes que aniquilaron el sistema republicano. Cierto que sus esfuerzos
fueron vanos; pero no los principios que los motivaron. Valgan de muestra los
jóvenes estudiantes universitarios, quienes no dudaron en más de una ocasión en
empuñar bisoños las armas cuando todas las vías civiles les fueron cerradas.
Los decenios del castrismo han sido la culminación de la pesadilla, catalizada por
la institucionalización de la represión y el miedo como método de (des)vida permanente,
como corresponde al terrorismo de estado como sistema político. Casi todos
los alcances de la Colonia, la Intervención Norteamericana y la República inaugurada
en 1902 se revirtieron por completo. Un ejemplo ilustrativo es la destrucción
de la industria azucarera cubana, famosa internacionalmente desde tiempos coloniales.
En los años 50 Cuba tenía unas 160 fábricas (llamadas centrales en Cuba) que
eran capaces de producir unos 7 millones de toneladas de azúcar anuales, por lo que
llegó a elaborar el 25% de la fabricación mundial del producto y recibir el sobrenombre
de “la azucarera del mundo” por sus exportaciones. En el año 2011, como
resultado de medio siglo de economía socialista, solamente quedaban 56 centrales
en pie, de los cuales únicamente 39 estaban en funcionamiento. No en balde la producción
de ese año fue de alrededor de un millón de toneladas (cifra semejante a la
lograda en 1894 bajo la administración colonial) para un 0.7% de la producción
mundial. Cuba, el principal exportador del producto del mundo, hasta ha tenido que
importar azúcar para cubrir su magro consumo nacional racionado. De ahí el sarcasmo trágico del título paródico de un documental que intentó registrar la debacle
totalitaria: Arte nuevo de hacer ruinas. (1) Pero, incluso en lo pudiera
catalogarse como la peor etapa
de la Historia de Cuba, no
han faltado hombres y mujeres
que han sido capaces de
desarrollar una dignidad y un
valor que mantienen vivo el
sueño sublime. Unos blandiendo
armas; otros esgrimiendo
ideas; miles padeciendo
la cárcel injusta; muchos
ofrendando sus vidas;
más de un millón desviviendo
en el exilio; son los que, según la fórmula martiana, tienen en sí el decoro de muchos.
Este 20 de mayo de 2017 nada bueno podemos esperar de las supuestas reformas
actuales del castrismo y su parásita ‘nomenklatura’, de vergonzoso nepotismo; mas
no todo está perdido. Aunque penetrados por indignos agentes de policía y enfrentados
al aceitado régimen de terror totalitario y la generalizada inercia pánica de una
población horrorizada por décadas,
una nueva generación de cubanos
en la Isla aporta novedosos elementos
y energías a una visión histórica
que parecía perdida en el
país. Organizados en no por peque-
ños menos dignos grupos de defensores
de derechos humanos o Damas
de Blanco empuñando gladiolos,
convertidos en escritores y artistas
disidentes o contestatarios,
fundando embriones de partidos
políticos democráticos, actuando
como periodistas o bibliotecarios
independientes, dedicando clandestinamente sus noches frente a una computadora de harapos cibernéticos como
novatos ‘blogueros’ o experimentados cibernautas, etc., lo cierto es que en la Cuba
de hoy está tan vivo como antaño el sueño sublime de los mambises. Juntos el exilio
y el insilio tenemos por delante una tarea única: demolida la herencia positiva, el
desgaste de la negativa nos permite la segunda oportunidad de comenzar desde cero
un diferente intento republicano inmune a toda pesadilla. Las condiciones están
dadas y las herramientas al alcance de todos: el ideario martiano. La República instaurada
en 1902 fracasó por lo que no tuvo de Martí; consecuentemente, otra tentativa
en verdad martiana haría libre de pesadillas una nueva Cuba.
Por lo tanto, no es lógico que miremos hacia la
república malograda con el objetivo de repetirla, por
cuanto entonces renovaríamos las condiciones que la
frustraron. Dijo Martí: "Aquí no somos desterrados,
sino fundadores". Se trata de una exhortación a lograr
y mantener una postura históricamente activa en el
exilio, lejos del derrotismo o el consumismo que
amenaza con devorarnos, y en alianza con quienes en
la Isla han tomado heroicamente la antorcha de la
supuestamente perdida dignidad nacional. En el caso
de Martí resulta evidente que su intento era fundar
aquella “república con todos y para el bien de todos”
a la que dedicó toda su vida hasta entregarla en la manigua.
En el nuestro, continuar ese objetivo martiano
trunco por el banquete de tiranos en que devino la
República de Cuba.
Pero, eso sí: mucho cuidado. No podemos dejar
que la nostalgia del ayer nos ate las manos hoy. Debemos
cultivar (tanto aquí como allá) la nostalgia de pasado mañana. Es decir: mirar
hacia adelante, laborar todos juntos a fin de incorporar, verdaderamente, el legado
positivo de la república de ayer a la república de pasado mañana. Lejos de la tierra
que nos viera nacer, debemos ser parte activa en la fundación de la República que
debió ser y sólo lo sería a medias hasta 1959 para dejar de serlo del todo desde entonces,
convertida en feudo de oligarcas totalitarios aupados ‒utilizando el léxico martiano‒
por petimetres prebendados, pensadores canijos y bribones inteligentes, tanto
criollos como de nacionalidades múltiples. En el exilio, aliados a los que luchan en
el insilio, tenemos la posibilidad de asentar las bases de la constitución de otra Cuba;
la Cuba martiana pospuesta. Es tarea de todos los cubanos dignos aunar voluntades
en un mismo esfuerzo fundacional para que la república de pasado mañana llegue
sin engaños y nuevas falsificaciones a la tierra libre que nos ha sido negada. Sí, el 20 de mayo de 1902 fue la culminación de un sueño sublime que se
convirtió en pesadilla. En este nuevo 20 de Mayo, sigamos militantes en la consecución
del sueño y esquivemos la pesadilla. Decía Calderón de la Barca en uno de
sus títulos que “la vida es sueño”. Invirtamos los términos y comencemos un nuevo
amanecer histórico en que el sueño sea vida. Por Cuba siempre.
¡Soñemos!
Nueva York, primavera de 2017.
1 Arte nuevo de hacer ruinas (Premio Bayerischer Filmpreis 2010), documental de los cineastas alemanes Florian Borchmeyer y Matthias Hentshchler filmado en Cuba en 2006 donde se presentan ruinas de edificaciones que parecen ser el resultado de una guerra, aunque en realidad son producto de la desidia, la ineptitud y la ineficiencia inherentes al socialismo. El título del laureado filme, a usanza de Cabrera Infante, es una parodia de un famoso ensayo en verso de Lope de Vega (“Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo”).
Nota: lamentamos no poder publicar los gráficos, para ver el articulo original vallan a: www.eduardololo.com
1 Arte nuevo de hacer ruinas (Premio Bayerischer Filmpreis 2010), documental de los cineastas alemanes Florian Borchmeyer y Matthias Hentshchler filmado en Cuba en 2006 donde se presentan ruinas de edificaciones que parecen ser el resultado de una guerra, aunque en realidad son producto de la desidia, la ineptitud y la ineficiencia inherentes al socialismo. El título del laureado filme, a usanza de Cabrera Infante, es una parodia de un famoso ensayo en verso de Lope de Vega (“Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo”).
Nota: lamentamos no poder publicar los gráficos, para ver el articulo original vallan a: www.eduardololo.com
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