Estatua de Blondel de Nesle y Ricardo I Ruinas del castillo de Durnstein |
René León
Recuerdo que cuando era un muchacho
fui a ver al cine en La Habana ,
Cuba, las películas de los tiempos de las Cruzadas Cristianas y del rey Ricardo
I Corazón de León. Ellas nos llevaban a aquellas épocas remotas que muchos sólo
conocen por el cine. Según cuenta la historia, fue una canción la que liberó a
Ricardo I, rey, poeta y trovador de mujeres y guerras. Amante del romance y las
canciones, pero temerario caballero que con su espada de bien templado acero
supo batirse para recuperar Jerusalén y la milenaria ciudad de Jaffa. El sultán
de Siria, Señor de Egipto y Conquistador de Palestina, Saladino el Grande
-Salah-a-Din- lo respetaba y temía a la vez por su coraje.
Según cuenta la historia Ricardo I,
conocido por Corazón de León, decide regresar en 1192 desde Jerusalén a
Inglaterra, por la ruta de Alemania, creyendo en el pacto de caballeros que
protegía a los cruzados que viajaban atravesando por los países cristianos;
aunque en su caso no sería respetado esta vez por el Archiduque Leopoldo de
Austria, que lo capturaría y lo entregaría al Emperador Enrique VI de Alemania.
Ricardo había evitado regresar a su país pasando por Francia, para no ser
aprehendido por su enemigo el rey francés. Sin embargo, fue a parar a la torre
de un castillo austriaco.
En su país pasaban los días y las
semanas, y nada se sabía de él. En su reino, su hermano Juan conspiraba con
Felipe II de Francia. El primero, para apoderarse del trono. El otro, para adueñarse de las
provincias que desde hacia años codiciaba. La traición estaba contra él. Sólo
su amigo, el soldado y estadista Arzobispo de Canterbury, les hacía frente a
sus enemigos, pero se necesitaba un milagro para poder sostener el reino.
Partieron mensajeros a fin de
buscarlo por las rutas conocidas en los países cristianos. Se sabía que sus
enemigos, los sarracenos de Damasco, no lo tenían prisionero, pues él había
llegado a un acuerdo o “solución amistosa” con Salah-al-Din, consistente en una
tregua de tres años, tres meses y tres días, durante la cual no guerrear y mantener
sus posiciones. Los sarracenos siguieron conservando las tierras interiores y
la ciudad Santa. La tregua sólo se rompió cuando el sultán falleció al año
siguiente.
Un compañero del rey en sus años de
las Cruzadas salió en su busca, entonando canciones de los días felices. Iba
por los caminos polvorientos de los países cristianos. Se paraba en las
prisiones o castillos de poderosos, y allí entonaba canciones a su amigo,
esperando una respuesta en la voz del rey.
Un día como otro cualquiera se
detuvo frente a un viejo castillo austriaco, de torre elevada, y empezó a
cantar la primera estrofa de una canción cuyos versos habían sido compuestos
por el mismo Ricardo I. Para sorpresa del joven trovador, empezó a escuchar una
voz conocida que los repetía desde la elevada torre. Sólo palabras que ellos
dos conocían.
Regresó el joven a Inglaterra a
informar al arzobispo de Canterbury que la exigencia del opresor era de cien
mil libras esterlinas por su rescate. Toda Inglaterra contribuyó a su
liberación. Pero aquellos eran años de heroísmo, de amores, de romance y de
hombres valientes
Aquel joven trovador se llamaba
Blondel de Nesle, y su canción fue recordada como la Canción de Blondel. Al
mismo tiempo, Ricardo I Corazón de León, entró en el mundo de la leyenda, que
ha perdurado hasta nuestros días.
Nota: Blondel de Nesle se cree es Juan II de Nesle, que fue un trovador
francés. Tenía un largo pelo rubio por lo que lo llamaban “Blondel”. Se casó en
1202 y, como eran las cosas en aquellos tiempos, ese mismo día marchó a la Cuarta Cruzada. Si
es hoy en día, se van para Acapulco para pasar la Luna de Miel o donde sea, y
deja la guerra para otros.
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