Muerte de Maceo 7 de diciembre 1896 |
Roberto Soto Santana
(Parte Primera, de dos)
Fue el
prócer Manuel Sanguily (l848-1925) quien adjudicó a Antonio Maceo y Grajales
(1845-1896) el sobriquet de “Titán de Bronce”, en una crónica publicada en 1895
en el periódico PATRIA –vocero del Partido Revolucionario Cubano-.
A la
conclusión de la Guerra
de los Diez Años (1868-1878), en la que alcanzó el grado de Mayor General del
ejército mambí, y tras su participación en la efímera Guerra Chiquita (24 de
agosto de 1879 a
3 de diciembre de 1880), Antonio Maceo residió durante su exilio sucesivamente
(y, a veces, repetidamente) en Jamaica, República Dominicana, Honduras, México,
Panamá, Perú y los EE.UU.
En
febrero de 1891, el general Antonio llega a San José de Costa Rica, con miras a
negociar con las autoridades de aquella República el establecimiento de un
asentamiento para la colonización de tierras. El secretario de Estado en el
Despacho de Fomento costarricense, Joaquín Lizano, concedió a Maceo –previa
autorización del Presidente de la República
Lic. José Joaquín Rodríguez- la autorización para colonizar
tierras en el departamento de Talamanca, en la costa caribeña entre Puerto
Limón y la frontera con Panamá –este último todavía formaba parte entonces del
territorio de Colombia-. El Gobierno español, que a través de sus espías no
perdía el rastro de los emigrados cubanos, inmediatamente comunicó al gobierno
tico –por mediación de su Cónsul Adrián Collado- “Que la estadía de Antonio
Maceo, con una colonia compuesta de familias cubanas, en las costas del
Atlántico, la consideraba el Gobierno de Su Majestad Católica como una amenaza
constante para la paz de Cuba”.
La
edición del 5 de enero de 1892 del diario habanero “La Lucha ” informó que el
asentamiento de 300 personas mayores de 15 años, y de 200 menores de esa edad,
entrañaba unos gastos de $151,406.
El 10 de
junio de 1892, el periódico santiaguero “El Triunfo” reprodujo una extensa crónica aparecida en el
periódico “El Porvenir” de la ciudad colombiana de Cartagena de Indias, sobre
los avatares de las tratativas entre Maceo y el gobierno costarricense, que
concluyeron con la propuesta de este último que “si en vez de fundar su colonia
sobre las riberas del mar de las Antillas, la llevaba a cabo en las costas del
Pacífico. Después de algunas discusiones, y, por último, intentando el general
[Maceo] abandonar la idea de colonizar en Costa Rica e irse a tratar lo mismo
con el gobierno de Colombia, fue llamado a un arreglo, el que aceptó, y
firmaron un contrato de cinco cláusulas, generalmente conocido”.
Tarja en el parque de La Mansión, donde se encuentra un conjunto arquitectónico hecho por la escultora cubana Thelvia Marín con los restos del ingenio azucarero que fundó allí Antonio Maceo. |
El 14 de
marzo de 1892 comienza a publicarse el periódico PATRIA, en Nueva York. El 10
de abril se proclama la creación del Partido Revolucionario Cubano, a cuyo
frente como Delegado es designado unánimemente José Martí. Desde Nicoya, Maceo
no solamente sigue los acontecimientos sino que sostenidamente contribuye a los
preparativos del nuevo y definitivo alzamiento independentista –que se no se
producirá sino casi tres años más tarde-. A engrosar la colonia que ha fundado,
acuden a su llamado Flor Crombet, José y Tomás Maceo, Agustín Cebreco, Arcid
Duverger Lafargue –veterano de las tres Guerras de independencia, y que el 1 de
abril de 1895 desembarcó en la expedición del Duaba, la primera en arribar a
costas cubanas tras el Grito de Baire-, y otros muchos mambises. En la capital del país centroamericano, San
José, viven y laboran en estrecho contacto con Antonio Maceo patriotas de la
valía de Enrique, José y Alberto Boix, Eduardo Pocher, Manuel J. de Granda,
Enrique Loynaz del Castillo, Silverio Sánchez Figueras, Casimiro Orúe y muchos
más.
En la
tierra de acogida del general Maceo y de los demás cubanos emigrados deseosos
de reincorporarse a la lucha armada cuando ésta se declarase en Cuba, el
gobierno sostenido por elementos de ideología liberal tuvo que enfrentarse a
partir de 1891 con la oposición frontal y beligerante de la reacción clerical agrupada
en la recién creada Unión Católica. La turbulenta situación política, que
parecía hallarse en las vísperas de una insurrección interna, impulsó al
general Iglesias (Secretario de Guerra y Marina, y yerno del Presidente, el
licenciado José Joaquín Rodríguez) a solicitar y obtener de Maceo su adhesión y
su permanencia en la ciudad de San José a fin de apoyar al gobierno.
En este
momento se produjo un enfrentamiento con Flor Crombet –sempiterno rival de
Maceo-, ya que aquél dirigió un informe a la Secretaría de Fomento
en el que imputaba a Maceo el abandono de la colonia de Nicoya y el mal manejo
de los fondos recibidos para poner en
marcha la colonia agrícola. Tras la visita a la colonia y el informe en todo
favorable a Maceo por un inspector gubernamental, no sólo Antonio Maceo censuró
a Crombet por escrito, sino que José Maceo lo increpó pública y duramente. Este
incidente se saldó provisionalmente por el traslado voluntario de Crombet a
trabajar en Matina, una localidad de la costa atlántica costarricense.
En carta del 16 de agosto de 1892 al Dr.
Tomás Padró Griñán (general mambí que combatió en las tres guerras de
Independencia, nacido el 25 de febrero de 1856 y fallecido en Santiago de Cuba
el 22 de julio de 1924), Antonio Maceo se refirió a su compromiso permanente de
regresar a Cuba con objeto de reemprender la pelea, manifestando que “…Tengo
las contrariedades naturales a toda empresa, más por las circunstancias de ser yo el favorecido
por el gobierno y las que arrastro hace veinte y cuatro años, como pesadísima y
abrumadora carga de conciencia; pero como son hechos que me honran y que ojalá
tenga la dicha de repetir, no me arrepiento ni temo a la constante guerra de
mis encarnizados enemigos…Sigo y seguiré trabajando en consideración a mis
compromisos y deberes; pero si los hechos me pusieran en la precisa obligación
de la revancha, la tomaré aunque no creo que sea oportuno hacerlo por ahora…Martí no era revolucionario y el gobierno
español lo puso en el camino de su popularidad, contribuyendo a su destitución
del empleo que tenía por una nación extranjera; así, pues, sucedería conmigo,
que lo soy por principio y sentimiento…” (Es un hecho constatado que Maceo
no podía evitar sentir y expresar un arraigado menosprecio hacia los civiles
carentes de una hoja de servicios en el campo de batalla, sin dispensar ni
siquiera a José Martí, incluso con posterioridad al Grito de Baire y aún
después de la caída en Dos Ríos del Apóstol de la independencia de Cuba).
El 24 de abril de 1893, producto de la
impaciencia y sin conocimiento previo del Partido Revolucionario Cubano, tiene
lugar en Purnio, próximo a Holguín, el alzamiento prematuro de los santiagueros
Ricardo y Manuel Sartorius. El general Maceo, quien ya llevaba casi dos años al
frente de su colonia sobre el Pacífico costarricense, decide –a pesar de la
inquietud despertada en el ánimo del Presidente José Joaquín Rodríguez, en
cuanto la salida de Maceo entrañaría el abandono de La
Mansión y la consiguiente pérdida de la inversión hecha
por el gobierno costarricense- sumarse a la lucha reemprendida en Cuba,
contando para la expedición con cinco mil pesos donados por la emigración
cubana en el país donde estaba establecido. Con la mira de atajar el arranque
maceísta, Martí la escribe desde New
York el 25 de mayo, anunciando que iba a verle, y llega a Costa Rica el 30 de
junio. En las palabras de Benigno Souza, referentes al previo paso de Martí por
Santo Domingo, para reunirse con el general Máximo Gómez, “En esta visita de Martí
quedó también concertado el viaje de éste a Costa Rica, para articular al
general Maceo a sus proyectos, y para él llevó cartas del general Gómez a su
exteniente, separado, como Gómez de Martí, desde la ruidosa desavenencia…”
Martí escribe así sobre su
entrevista con Maceo: “…En Nicoya vive ahora, sitio real antes de que la
conquista helase la vida ingenua de América, el cubano que no tuvo rival en
defender, con el brazo y el respeto, la lay de su república…Escudriñan hoy los
pecadillos de colonos y quejas de vecindad, los ojos límpidos, que de una
paseada se bebían un campamento. De vez en cuando sonríe, y es que ve venir la
guerra…La lluvia le cae encima, y el sol fuerte, sin que le desvíen el
pensamiento, silencioso, ni la jovial sonrisa; y sobre la montura, como en el
banquete que le dieron un día al aire libre, huirán todos, si se empieza a
cerrar el cielo, mientras que él mirará de frente a la tempestad…-Y hay que
poner asunto a lo que dice, porque Maceo tiene en la mente tanta fuerza como en
el brazo…Firme es su pensamiento y armonioso, como las líneas de su cráneo. Su
palabra es sedosa, como la de la energía constante, y de una elegancia
artística que le viene de su esmerado ajuste con la idea cauta y sobria…”
Maceo
dio su acuerdo a lo concertado por Martí y Máximo Gómez –la empresa que después
de conocería como el Plan de Fernandina-
y comunicó a Martí que tenía la intención de partir de Costa Rica acompañado
por alrededor de veinticinco expedicionarios, con destino a un punto de la
costa oriental de Cuba. A continuación, Maceo y Martí viajaron hasta la capital del país, San José,
para visitar al Presidente Rodríguez –en compañía del yerno de éste, el
Secretario de Guerra general Iglesias-, darle cuenta de los planes
expedicionarios de Maceo y tranquilizarle respecto a la continuidad de la
colonia agrícola, cuya responsabilidad
asumirían todos los colonos, a título solidario.
Tras la
partida de Martí desde Puerto Limón hacia New York (el 7 de julio), todavía
corrió Maceo una peripecia rocambolesca: embarcar solo con destino a Cuba, en
un viaje de exploración individual, utilizando el pasaporte de su cuñado Ramón
Cabrales, comenzando por Cienfuegos (adonde llegó a mediados de noviembre),
siguiendo hasta Santiago de Cuba, La
Habana y Cárdenas, y regresando al puerto de arribada inicial
–es decir, Cienfuegos-, adonde tuvo que permanecer escondido siete días
esperando la ocasión de procurarse buque de regreso a Costa Rica, hasta que su
amigo Antonio Argüelles Ferrer “que trabajaba en los muelles de la razón social
Cacicedo y Cía. puede conseguir embarcarlo en la goleta “La Nueva Concha ”, cuyo patrón, el
cubano Manuel Capote, pronto supo que el hombre que tenía que “sacar” de Cuba
era el heroico General cuyas proezas épicas admiraba tanto, lo colmó de
atenciones y lo puso gustoso a salvo del alcance de los españoles”.
Cuba banknotes 20 Pesos Silver Certificate note of 1936, Antonio Maceo. |
Cuba banknotes 20 Pesos Certificado De Plata note of 1936 |
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