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Victor Corcoba (Argentina)
Prefiero el antes al después. Prefiero la inocencia a la evidencia. Prefiero la vida para vivirla y verla. Prefiero cantar poemas sin contar penas. Si tengo que contar penas las cuento cantando las cuarenta al de más renta/cápita. (Los del per” –sin cápita- suben antes a la villa del cielo). Es un cáncer sin cauce, la evidencia de familias que malviven en clara indigencia de gerundios, en oscuras chabolas con chavales sin escuela, luchando antes que amando porque nadie les enseño a ducharse con el verbo amar. Si pudiera navegar por el aire sembraría gozos para subir la sonrisa y bajar roces que enraizan tristes tristezas tristes. Daría más corazón, haría más universos, sería un navegante del mundo, un descalzado peregrino cansado de ponerme los calcetines de la luna para no marchitar los altos caminos transparentes del alma. Partiría rumbo a todas partes para repartir poesía y evocar la paz y provocar la luz.
Por ello, a todos (y por todos) los que la presente sufrieran como yo, sabed: Que anoche dejé mis quejas ante la luna; la única luz de los sin techos. Es tan descarado el engaño y el desengaño de aquí abajo para olvidar mis penas necesito subir a las alturas del cielo donde nadie es más que nadie ni menos que ninguno. Se oían debajo de un puente llantos de un niño en llanto, desesperos y desamparos. ¿Cómo ni amparar los gemidos?. Con tal furia a la noche el corazón entregué que amaneció el silencio. Dar a la vida y el alma a un niño con la gloria en la gloria quien esto vivió, lo bebió.
Desde entonces, digo: A todos los que la presente vieren y consintiesen, sabed: Que no dar abrigo a un niño pobre y hacerlo más pobre al niño destroza el aire, azota el corazón, acongoja el paraíso y crucifica la vida.
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