Fotos tomado de: myyoruba.com |
René León
El Teatro Primitivo Africano yoruba, de Julio A. León (†) y René León, ©, 1975, Charlotte, N.C. En el tema de “La Muerte y el hijo del Rey, los autores dicen: “Para el poeta africano, para el griot africano y en general para el africano, la muerte, como fenómeno natural tiene siempre un fondo de castigo divino. No consideran a la muerte como algo natural e irresistible, puesto que su mitología recoge la existencia de hombres con más de cien años de edad: longevos. La misma mitología yoruba dice que el primer rey de Oyó (ciudad yoruba) llamado Shango-Dei duró 350 años y que tuvo cerca de 190 hijos varones”.
La muerte (Icú o Ikú) es un ser que llega de improviso y viene reclamando la vida de alguien en la aldea. En esta leyenda, se dice que en aquellos tiempos nadie moría, y la aldea estaba llena de hombres viejos y sin fuerza, que se reunían todos para preparar sus comidas y compartir lo poco que tenían. Los jóvenes invocaban a sus dioses para aliviarlos a ellos de esa carga de viejos inútiles. Tanto clamaron ellos que Icú los oyó:
Con una voz potente desde lo profundo de la selva Icú los escuchó. Los llamó a todos aquellos que estaban reunidos debajo de una arboleda.
-Icú, le dijo a ellos: -Durante tres días con tres noches- lloverá sin cesar y los ríos crecerán. Los jóvenes y los niños deben subirse a los árboles o lo alto de las casas, porque las lluvias se lo llevaran todo.
-Los jóvenes dijeron que sus casas no eran muy altas.
-Icú, le dijo suban al techo.
-Ellos le respondieron que no eran muy altas.
-Icú, soberbio le dijo suban a los árboles.
El cielo se nublo, truenos y viento fuerte, los ríos se desbordaron. Al tercer día la lluvia alcanzó la altura de la trompa de los elefantes y las jirafas. La tierra parecí un mar que había inundado la tierra. En la copa de los árboles los niños y algunos jóvenes esperaban que todo pasara.
Los ancianos intentaron subir a los techos y árboles, pero como no tenían fuerza todos murieron.
Al cuarto día, el alba llegó, los jóvenes vieron claro sin tormenta y lluvia, pero también vieron que los viejos habían desaparecidos. Pero también los jóvenes empezaron a morir.
Icú había cumplido su promesa.
Los autores añaden: “La Muerte es Icú. A este personaje temido se le rinde un culto privado y un culto público. El propio temor les hace inventar danzas para congratular a la muerte, poesía alegando a la muerte, máscaras representando a la muerte que se ponen en las puertas de las casas de los yorubas. Dormir inclusive con el rostro pintado con tintes vegetales para despistar a la muerte, en caso que esta venga buscándolo a uno.”
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