Escenas Norteamericanas – Volumen 12 de las
Obras Completas de José Martí
Páginas 291 y 292 – Carta al Sr. Director de La Nación (fechada en Nueva
York a 15 de agosto de 1889).
Más
poesía, tremenda e ingenua, hay en el discurso en que Nube Roja sacó el dolor
de su alma de indio ante la concurrencia que había venido al pueblo de
Chaldron, en sus ropas de fiesta y sus músicas de vencedor, a ver cómo danzan
los últimos sioux, los que ya no tienen “ni lo que cubre una piel de venado”,
para oir lo que dice el cielo el hombre de la medicina, el que enseña cómo se
curan las heridas, y cómo se pone a los enemigos en paz: el hombre de la
medicina, con su crestón de plumas tendido a los pies, oía encuclillado el
discurso de Nube Roja, encuclillado, con la cabeza hundida en las rodillas:
¡dicen que les dejan la mitad de su tierra, de lo único que les queda ya de su
tierra! ¡pero les quitarán esa mitad, como les han quitado esta otra! ¡Para qué
quieren los catorce millones de pesos que les dan1 “La pluma del águila que
vuela libre por el aire, dice Nube Roja, vale más que tus catorce millones de
pesos!” “¡Si esto es convenio, corazones de lobo; si esto es convenio,
corazones de zorra, ¿qué será asesinato? ¡A mí también se me ha metido la
culebra en el corazón, porque no tengo valor para arrancármelo con las manos, y
echártelo a los pies, para que se lo lleves al gran padre de Washington, a que
reparta entre los blancos lo último que queda de nosotros!” Los militares lo
oyen, con la mano al revólver: los mujeres y los músicos se han metido en los
carros: los indios todos en cuclillas, con la cabeza baja, atienden al discurso
de Nube Roja. Tiene alta la cabeza: las palabras le salen como apretadas,
martirizadas, rotas de los labios: con la mano izquierda se arranca los flecos
de la calzoneras de cuero: con la mano derecha hace gestos violentos, como de
quien echa lejos de sí lo que le causa horror. “Me han mandado venir aquí para
que vean los blancos cómo bailan los indios; esto está bien, está bien, porque
los indios se ahora no saben más que bailar. ¡Ya los indios se han muerto!:
estos indios de ahora son como la sombra de los árboles que de noche da miedo y
hace reír de día: ¡estos indios se ahora son huesos de pájaros! Pero yo he
querido venir, porque todavía creo lo que mi padre me dijo, que la sangre
enojaba la tierra, y que los blancos y los indios son todos hermanos, como
nacidos de una misma mujer. El gran padre de manda decir que le venda mis
tierras porque si no se las vendo, va a ser como en el agua del estanque, que
el pez grande se come al pez chico, y no vale que yo le ponga una cerca a mi
tierra, porque los blancos saltarán por encima del cercado, y me quitarán la
tierra. El gran padre me ha engañado como a un niño, me ha robado como a un
niño: yo no quiero firmar más tratos, porque el gran padre manda luego sus
soldados a quitarme lo que en trato dijo que era mío. Ya no nos queda ni
corazón. Ya en el pueblo de los sioux no hay más que mujeres. Déjenme morir en
paz, déjenme morir en mi tierra, como se muere en el aire el humo de los
troncos quemados!” Y el hombre de la medicina levantó del suelo el crestón y
hundió la cara en él.
Nube
Roja se cubrió el rostro con el brazo, y echó a andar, a un macizo de árboles.
Los guerreros se quedaron en cuclillas, con el rifle a traviesa en la falda, y
la rienda del pony de Unamuno. Pero todos han tenido que firmar, porque se lo
han mandado a boca de fusil, y ya cercan los cuatro confines, esperando la voz
de entrar, los colonos blancos que hace años vienen cerrando el cerco sobre la
tierra sioux, como estrecha sus anillos la serpiente alrededor de la presa
vencida. Once millones de ares de Montana y Wyoming les han hecho vender por
catorce millones de pesos, a aquellos a quienes el general Crook, que los ve
trabajar u morir, les decía “por su fe de hombre honrado”: “Sois iguales al
blanco por la inteligencia y por el corazón: sois fuertes y juiciosos como el
blanco, y no tenéis más culpa que la de defender vuestra tierra con los rifles,
que nosotros mismos os hemos dado para que os extingáis en la guerra contra
nuestro poder mayor: sois nuestros hermanos por la naturaleza; y nuestros
superiores por vuestra bravura en la desdicha: ¿por qué os niegan un puesto de
hermano en la nación los malos corazones?” Tú eres bueno, Crook; ¡pero tu
pueblo roba y mata! Y todos los que habían venido al pow-pow apagaron en el
suelo la pipa de la paz, en señal de desconfianza..
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