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jueves, 15 de enero de 2015

Quinta Las Delicias I

 

De la emigración cubana en París la familia Abreu fue una de las más destacadas por su apoyo a la causa independentista de Cuba. Sus contribuciones patrióticas durante la guerra le permitieron ganarse la admiración y el respeto popular. Don Luís Estévez, esposo de la conocida benefactora santaclareña, Marta Abreu, ocupó una de las secretarías del gobierno de la intervención, y tanto ellos como parte de la rama familiar residieron fuera de Cuba. No obstante, en la Isla construyeron dos de las casas más importantes del período: la quinta Las Delicias y la casa de Prado número 48, hoy 120.


Desde el punto de vista técnico, ambas propusieron métodos novedosos al ser las dos viviendas que inauguraron en la ciudad la aplicación del hormigón armado bajo el sistema Ransome, muy desarrollado en aquel momento por los Estados Unidos. Por tanto, la experiencia más decisiva en cuanto al diseño de la vivienda de clase alta fue asumida por la familia Abreu, al decir del historiador Carlos Venegas en su artículo “La arquitectura de la intervención (1898-1902)”, en Espacios, silencios y los sentidos de la libertad. Cuba entre 1878 y 1912.


La quinta Las Delicias, ubicada en Santa Catalina y Palatino, fue adquirida por el fundador de la fortuna familiar, Don Pedro Abreu, cuando se estableció en La Habana, pero la misma fue devastada por un incendio en 1900. Su heredera e hija, Rosalía Abreu y Arencibia, después de la pérdida, se trasladó a Nueva York camino hacia París para buscar un proyecto moderno que le permitiera reconstruirla, sin embargo, no tuvo que llegar a la capital francesa para ello: en la norteamericana halló el diseño ideal, en manos del arquitecto Charles Brun, luego de haber consultado varias firmas neoyorquinas. La vivienda, terminada hacia 1902, adoptó el estilo de un castillo francés gótico tardío con interiores eclécticos.
Su proyecto inicial evocaba fielmente la arquitectura feudal francesa del territorio de Loira, con sus monumentales techos de fuertes pendientes. Estos fueron descartados de la versión final que, con su pretil almenado, hace mayor referencia a la arquitectura militar, de ahí que el edificio sea conocido como el “Castillo”.



El exterior se caracteriza por una movida volumetría, en tanto su interior es de un ambiente relativamente moderado donde se destacaban los murales realizados por el pintor cubano Armando Menocal, con escenas de la Guerra de Independencia. De igual modo, llaman la atención  la vidriera emplomada en el bay window del comedor, la decoración de algunos techos, el lenguaje neomorisco de uno de los salones y los espaciosos jardines con glorietas y una capilla neogótica. Así aparece descrita en La Habana, Guía de Arquitectura, de los arquitectos María E. Martín Zequeira y Eduardo L. Rodríguez.


Otro sobrenombre, aún más popular, de la quinta Las Delicias, es el de “finca de los monos”, aludiendo a la colección de estos animales que poseía Doña Rosalía Abreu. Se dice que los simios eran tratados como personas, y a partir de ahí muchas leyendas, misterios y hasta burlas se tejieron en torno a la benefactora y sus primates. Los escándalos llegaron al punto de acusarla de tener relaciones maritales con uno de sus gorilas predilecto, y hasta el Diario de la Marina se prestó para tales chistes de mal gusto e irrespeto.
Lo cierto es que estos animales, en un principio mascotas de Doña Rosalía, se convirtieron, durante treinta años, en objetos de estudios científicos. Tres generaciones de monos habitaron en la finca de Palatino, y fueron visitados en ese lapso por especialistas cubanos y extranjeros.

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