El gran historiador y exégeta de las
Letras Cubanas del siglo XIX
Nacido en La Habana en el año en que se
promulgó la Constitución
liberal de Cádiz (1812), Antonio Bachiller y Morales (en anagrama, ByM) recibió
su primera formación en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio –que había
sido fundado por el ilustre Obispo Juan José Díaz de Espada-, donde también
estudiaron –entre otros muchos cubanos extraordinarios- José de la Luz y Caballero y José Antonio
Saco, y que estaba situado entonces en la calle San Ignacio entre Cuba y
Chacón, en La Habana Vieja.
En la Real y Pontificia Universidad
de San Gerónimo de La Habana ,
alojada en el antiguo Convento dominico de San Juan de Letrán, alcanzó ByM el
título de Bachiller en Leyes (1832), el de Licenciado en Derecho Canónico (1837)
y el de Licenciado en Derecho Civil (1838). En 1835 fue nombrado Socio de
Mérito de la Sociedad Económica
de Amigos del País, a resultas de recibir el primer premio de un concurso al
cual se presentó con la “Memoria sobre la exportación del tabaco en rama”. En
1842 fue nombrado catedrático de Derecho Natural y de Fundamentos de la Religión. Ocupó
el decanato de la Facultad
de Filosofía hasta 1862. Fue secretario letrado consultor de la Caja de Ahorros, Descuentos y
Depósitos de La Habana ,
cuyas memorias anuales redactó y publicó de 1846 a 1867. En 1850 fue
nombrado síndico primero del Ayuntamiento de La Habana –cargo honorífico,
gratuito y obligatorio, que conllevaba la obligación de representar a la Corporación municipal
frente a cualquier demanda en su contra o en su favor, y cuya antigüedad databa
de las Siete Partidas medievales (Ley 13, tít.2, partida 3) [A mayor
abundamiento, véase Revista de Indias, 2011, Vol.LXXI, núm.215, pp.109-136,
Nota 1), al pie].
En 1863 fue designado Director del
recién establecido Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana , en donde enseñó
Economía Política, Estadística y Derecho Mercantil hasta 1869. Por ser autor de
un documento en el que se pedía la autonomía política para Cuba, fue desterrado
a comienzos de dicho año; emigró a los EE.UU., y no pudo regresar a Cuba hasta
1878, tras la conclusión con el Pacto del Zanjón de la Guerra Grande (1868-1878).
Falleció el 10 de enero de 1889, a punto de cumplir
los 77 años de edad.
Con ocasión de su fallecimiento,
nuestro Apóstol, José Martí, escribió lo siguiente, en “El Avisador Hispano-americano” del
24 de enero de 1889:
“Americano
apasionado, cronista ejemplar, filólogo experto, arqueólogo famoso, filósofo
asiduo, abogado justo, maestro amable, literato diligente, era orgullo de Cuba
Bachiller y Morales, y ornato de su raza. Pero más que por aquella laboriosidad
pasmosa, clave y auxiliar de todas sus demás virtudes; más que por aquellos
anaqueles de saber que hacían de su mente capaz, una como biblioteca
alejandrina; más que por aquel candor moral que en tiempos aciagos, y con la
bota del amo en la frente, le tuvo entretenido, como en quehacer doméstico, en
investigar las curiosidades más recónditas de su Cuba, de su América, y los
modos más varios de serles útil; más que por aquella mezcla dichosa de
ingenuidad y respeto en la defensa de sus juicios, y por la sencillez e ingenio
con que trataba, como a amigos de su corazón, al principiante más terco y al
niño más humilde; más que por aquella juventud perenne en que mantuvieron su
inteligencia el afán de saber y la limpieza de su vida, fue Bachiller notable
porque cuando pudo abandonar a su país o seguirlo en la crisis a que le tenían
mal preparado su carácter pacífico, su filosofía generosa, su complacencia en
las dignidades, su desconfianza en la empresa, sus hábitos de rico, dejó su
casa de mármol con sus fuentes y sus flores, y sus libros, y sin más caudal que
su mujer, se vino a vivir con el honor, donde las miradas no saludan, y el sol
no calienta a los viejos, y cae la nieve.
“Nueva
York mismo, harto ocupada para cortesías, le daba puesto de honor en sus
academias; y no había asiento más bruñido que el del "caballero
cubano", en la biblioteca de Astor; porque de otra cosa no muestra
vanidad, pero sí de que sepan cómo estuvo en la biblioteca "por última vez
en tal día".
“Pero
lo que enamoraba de él era aquel carácter jovial y sencillo, a que la muerte de
sus hijos dio ya, al medio de la vida, la sazón de la tristeza, más no el ceño
que en almas menos bellas pone la desgracia. Con saber tanto, jamás pedanteaba;
ni se ponía como otros, donde le oyesen, así como sin querer, las novedades que
acaba de entresacar de este o aquel libro, o componer, con cierto aire que
parezca desorden, en la soledad de la alcoba literaria; ni era escritor
femenil, celoso y turbulento, que va dejando caer por donde pasa piedras
envueltas en papeles de colores, de modo que llamen la atención, sobre la fama
del que con su valer le mueve a envidia; sino que fue, en la amistad como en la
cátedra, hombre natural, que decía lo que pensaba con llaneza, sin esconder la
sabiduría, que era mucha para escondida, ni ponerla a toda hora por delante; y
gozaba como si le reconocieran el suyo, cuando hallaba un mérito nuevo que
admirar. Y en las cosas del decoro, mucho más meritorias y difíciles que las de
la palabra, no iba él, que sabía harto del mundo, censurando a los caídos y a
los flojos; más no era de los que creen todo permisible, hasta la vileza, si se
la puede esconder bien, hasta el crimen de los crímenes, que es disfrazar la
vileza de virtud, con tal de adelantar en los bienes del mundo y preponderar
sobre sus rivales. Él amaba el bienestar, y supo procurárselo con las artes
lícitas y concesiones prudentes de la vida; pero donde su fuero de hombre podía
sufrir merma, o le querían sofocar la opinión libre, o le lastimaban en algo su
corazón cubano, aquel jurista tímido tenía bravura de tribuno, y era como los
de Flandes, que antes que abjurar de su pensamiento querían que se les pegase
la lengua al paladar. Él fue tipo ejemplar de aquellos próceres cubanos, que lo
eran por su amor al derecho y a su pasión por el bien del infeliz; a tan de
adentro traían, como fósforo del hueso y glóbulo de la sangre, el cariño a la
patria, que era como sajarles en la carne viva, o poner manos en la mano de su
corazón el atentar a aquella a quien, con fe de caballeros, habían jurado en
pago de la vida, purísima ternura. Con ella se iban a la desdicha: por ella se
sofocaban en el pecho el ardor generoso: por ella pedían a la naturaleza una
mejilla más para ofrecérsela al tirano. Para ella viven, y con ella
resplandecen. Con ella y con América.”
ByM colaboró como redactor o articulista
de numerosísimas publicaciones que vieron la luz dentro de Cuba (El Puntero
Literario, Faro Industrial de La
Habana , Revista crítica de ciencias, artes y literatura, El
Nuevo Regañón de La Habana ,
Diario de La Habana ,
Gaceta de Puerto Príncipe, Anales de la
Isla de Cuba, Revista de Jurisprudencia, Eco del Comercio,
Revista de La Habana )
y también fuera de la Isla
(El siglo XIX y la patria –México-, Diario del Comercio –Río de Janeiro-,
Revista de España, de Indias y del extranjero –Madrid-). Producto de su magín
fueron dos novelas, la composición de algunas piezas teatrales y la traducción
de otras, de carácter didáctico y lingüístico, de sus originales en francés o
en inglés, y la autoría –sobre otros muchos temas que abarcó su inteligencia-
de un “Prontuario de agricultura general para el uso de los labradores y
hacendados de la Isla
de Cuba”, de unos “Elementos de la filosofía del Derecho o Curso de Derecho
Natural”, y de una “Biografía del Sr.D. José de la Luz y Caballero”.
Destacando sobre el conjunto de su
obra, permanecen dos aportaciones monumentales a la historiografía cubana:
“Cuba: monografía histórica que comprende desde la pérdida cubana hasta la
restauración española” (La
Habana , editor Miguel de Villa, 1883); y los tres tomos con
sus “Apuntes para la historia de las letras y de la instrucción pública en la Isla de Cuba” (1859-1861)
Asombra el caudal enciclopédico de
conocimientos del ilustre polígrafo habanero, con el que riega el entendimiento
de los lectores de las 717 páginas de la última obra de las señaladas, por las
que desfilan no meramente los datos dispuestos cronológicamente sino las
acertadas valoraciones de los hitos de la cultura cubana de fines del siglo
XVIII y a lo largo del siglo XIX del que ByM era contemporáneo.
Así, la introducción de la imprenta,
el Papel Periódico, la Guía
de Forasteros de la Isla
de Cuba, las Memorias de la Real Sociedad
Económica de La Habana ,
la poesía lírica y la dramática, el teatro y el cancionero popular en Cuba
hacia fines del siglo XVIII, la Revista
Bimestre Cubana, la Real
Sociedad Económica, las “Doctrinas de lógica, metafísica y
moral, enseñadas en el Real Colegio de S. Carlos de La Habana , por el Pbro. D.
Félix Varela en el primer año del curso filosófico”, el “Catálogo de libros y
folletos publicados en Cuba desde la introducción de imprenta hasta 1840” , y la “Galería de
Hombres útiles” –con las biografías de D. Luis de las Casas, D. Francisco de
Arango y Parreño, D. Juan Díaz de Espada y Landa, D. Luis Peñalver y Cárdenas,
D. Rafael del Castillo y Sucre, D. Alejandro Ramírez, D. Félix Varela, D. José
M. Heredia, D. PabloVeglia, D. José de Arango y Castillo, D. Anastasio Castillo
y Arango, D. Pedro A. Auber, D. José del Castillo y D. José de la Luz y Caballero-.
De la devoción sentida por ByM hacia
el P. Félix Varela da fe el párrafo final del discurso que aquél pronunció el
día de su apertura en 1840, en la clase de Economía política, restablecida por la Real Sociedad Patriótica en el
Colegio de San Carlos: “El modelo de los maestros, el amado Varela, acude á mi
memoria, por que también él fue de la comisión que formó el reglamento de esta
enseñanza para su mayor progreso. ¡Qué su saber y sus virtudes nos estimulen al
ejemplo, haciéndonos dignos compatriotas de ese varón venerable que tanta
influencia ha tenido en el aumento de nuestra ilustración!”
Bibliografía:
2) Diccionario de la Literatura Cubana ,
tomo I, Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias de
Cuba, Editorial Letras Cubanas, La
Habana , 1980.
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