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lunes, 15 de mayo de 2017

INTRODUCCIÓN DEL LIBRO “SINFONÍA A DANA”, DE CARLOS BENÍTEZ VILLODRES

 



Al igual que otras culturas europeas de la edad de hierro, los primeros celtas mantuvieron una mitología politeísta y una estructura religiosa. Cada país veneraba especialmente a sus divinidades regionales, a las que vinculaban, sobre todo, con aguas, montañas, animales…

Los celtas hablaban una lengua indoeuropea que los relacionaba con la prehistoria griega, romana e hindú. Pero, no han llegado textos en esta lengua antigua, salvo unas breves inscripciones pertenecientes al período romano y algunas referencias a nombres celtas en autores clásicos. Cuando se escribieron los mitos celtas, en la Baja Edad Media, las lenguas variaban, según el país del autor. Los mitos irlandeses eran recogidos en irlandés antiguo, pero los escritores irlandeses no entendían la variante galesa de la lengua celta.

En el siglo IV a.C. ya representaban una civilización importante, con una cultura y organización social fuertemente desarrolladas para su época.

En el año 390 a.C. conquistaron Roma y llegaron a asentarse en el norte de Italia, creando la llamada Galia Cisalpina.

Durante el apogeo de esta civilización (alrededor del año 100 a.C.), los celtas dominaban un amplio territorio que se extendía por casi toda Europa occidental. Posteriormente, con la expansión del Imperio Romano, sus “tribus bárbaras” experimentaron un proceso de asimilación cultural que los llevó a adoptar las costumbres y la lengua de sus conquistadores.

La palabra “celtas” aparece por primera vez en la “Periégesis” del geógrafo e historiador griego Hekataios de Miletos, contemporáneo de las guerras Médicas, y el primero que en sus “Historias o Genealogías” trata de separar lo real, lo histórico, de la poesía y de los mitos. Los romanos, por su parte, abrazaron con el nombre de “Galli” (galos) a todos los pueblos de raza céltica que habitaban no solamente la Italia del norte y la Alemania del sur, sino los países entre el Rin y los Alpes, los Pirineos y el Océano.

Julio César empieza su “Guerra de las Galias” de ese modo: “Toda la Galia está dividida en tres partes, de las cuales una pertenece a los belgas, otra a los aquitanos y la tercera a los que en su lengua son llamados “celtas” o en la nuestra, galos. Y todos se diferencian entre sí en la lengua, en las instituciones y en las leyes”.

Entre la gente céltica en contacto cercano con Roma, tales como los galos y los celtíberos, su mitología no sobrevivió al imperio romano, debido a su subsecuente conversión al cristianismo y la pérdida de sus idiomas célticos, aunque irónicamente fue a través de fuentes romanas y cristianas contemporáneas, gracias a las cuales conocemos detalles sobre sus creencias. En contraste, la comunidad celta que mantuvo sus identidades políticas o lingüísticas (tales como las tribus de Galos y Britonica de las islas británicas) transmitió por lo menos vestigios remanentes de las mitologías de la edad de hierro, las cuales fueron registradas a menudo en forma escrita durante la Edad Media.

Desde tiempos inmemorables el pueblo celta se expandió por gran parte de Europa, dejándonos un legado de tradiciones, luchas, espíritu guerrero y emprendedor..., ligados casi siempre a conceptos naturales y a hermosas fábulas mitológicas. Desde la remota Irlanda llegaron a poblar la península Ibérica, pasando por países como Francia, Bélgica y hasta Grecia. Es por ello que creo que su cultura y creencias no deben ser pasadas por alto a la hora de mirar nuestra ascendencia y aprender un poco de nuestro pasado europeo.

Dana fue la primera diosa celta, tal y como leeremos más adelante, y el contenido de “Sinfonía a Dana” es un canto a la mujer y a la vida y al amor. Un triunvirato que conlleva, desde el principio de los tiempos, las esencias del destino de cualquier “guerrero de la luz” (Paulo Coelho), con sus victorias y fracasos, con sus bonanzas y tempestades, con sus alegrías y tristezas… Dana es la diosa que todo hombre ansía amar y, a la vez, ser amado por ella. Dana es manantial inagotable de vida y de amor entusiastas, sorprendentes, flamantes…, en definitiva, diariamente cultivados e irrepetibles, leales y en continuo proceso de crecimiento.

Toda mujer es una diosa, quien diga lo contrario peca de ingenuo, de ignorante; toda mujer está dotada para crear maravillas, para obrar milagros, para inducir al amor, para implantar la paz, para velar por las libertades, para levantar a los caídos, para proteger a los indefensos, para alentar a los abandonados…

Toda mujer es un ser superior reencarnada en la Naturaleza, un ser puro y mágico que debería preservar sus necesidades y anhelos.

Toda mujer debería sentirse como una diosa y sacar de su interior ese don, que todas poseen, además de descubrir sus virtudes y sentirse, públicamente, pletórica de vida.

¿Acaso no busca el bebé la abundancia de los pechos de su madre para amamantarse? ¿No son las madres las mujeres más dulces y sabias y amadas? ¿No busca el hombre la necesidad de tener una mujer a su lado? Todas las mujeres tienen algo de Dana en su interior.

En la mitología celta, Dana o Danu (entre los celtas irlandeses y de la isla de Man), Donu (entre los celtas escoceses), Dôn (entre los celtas galeses y britanos) y Anu o Ana (entre los celtas de la Bretaña Armoricana), son los nombres de la madre de Dagda (el Buen Dios), por lo que por nacimiento pertenecía a los dioses de la vida, la luz y el día.

Dana es, sin lugar a dudas, la divinidad más antigua que se menciona entre los celtas, y de esta diosa se derivan todos los otros dioses de la mitología celta insular, es decir, Los Tuatha Dé Danann. La diosa Dana o Anu, era la Gran Diosa Madre, era la floreciente fertilidad, la Madre de todos los dioses; era la protectora del ganado, de la salud, de la prosperidad… Era una diosa lunar, y los ríos y pozos y mares estaban bajo su protección. A ella se apelaba para que concediera abundancia, sabiduría y comodidad. Pero Dana no es sólo madre de los Tuatha Dé Danaan, sino su nodriza universal y su fuente de poder. En todas las culturas precélticas, el papel de las diosas-madre fue básico.

Si bien sabemos que, cuando los hijos de Dana llegaron a Irlanda, la Madre no fue con ellos, aunque todos sus hijos, son considerados como extensiones de “La Primigenia”. Aunque ciertamente la Diosa Madre aparece con diversos nombres y diferentes formas, como ya manifesté, el concepto de “La Primigenia” -bien arraigado en la filosofía druídica- se refiere a esta diosa como Una Única Deidad, con sus múltiples facetas, que son extensiones de ella. Sin embargo, cada dios/diosa posee, no obstante, sus peculiaridades y cualidades propias e individualizadas. Podríamos incluso atrevernos a definir este concepto como un politeísmo monoteísta o un monoteísmo polifacético o quizá un politeísmo en las formas y un monoteísmo en la esencia.

Nuestra deidad primigenia, llamada también Anu o Ana, cuyo nombre significa la Diosa Madre o la Reina Madre. No siendo ningún nombre propio, pues lo Absoluto es incognoscible y es innombrable. También algún autor cita que su nombre significaría “Agua del cielo”, quizás, por ello, se cree que el gran río Danubio tomaría su nombre de dicho significado, ya que, en el nacimiento de este río, es donde se supone que empezó la gran expansión céltica. Existen otros ríos donde también se puede encontrar ciertas equivalencias del nombre.

Como diosa benéfica, es mencionada en el “Glosario de Cormac”, al semejarla a Buann-Ann o buena Madre. Como diosa menos benéfica compone la Trinidad del Destino, junto a Macha y Badb, conocidas como una tríada, en el mismo sentido o aspecto de “La Morrigan”.

La mujer ocupa un lugar de gran importancia en el mundo celta, basta el hecho de que dioses y héroes reciben, en muchas ocasiones, el nombre materno. Los Tuatha recibieron a la diosa Madre Dana, como herencia de otras culturas más antiguas, extendiéndose luego por todo el mundo celta. Se dice que fueron dioses venidos del cielo y, según la leyenda, antes de ser reducidos a seres invisibles, los Danaan fueron los amos visibles de Irlanda. Las sagas irlandesas refieren que los Tuatha Dé Danaan, provenían de Avalón, en donde habían adquirido sabiduría y poder espiritual. Se dice que llegaron por mar, un 1° de Mayo, envueltos en una nube mágica que los hacía invisibles, invadiendo Irlanda y sometiendo a los Fomoros, a quienes se presenta en algunos textos como una oscura raza de gigantes (Fomor significa “gente de debajo del mar”). Los Tuatha Dé Dannan trajeron de Avalón objetos sagrados, a los que estaba asociado su poder, los cuales son: La Espada de la Luz, La Piedra del Destino, Gae Bolga y El Caldero de la Abundancia. Estos objetos permitieron la victoria sobre los Fomoros. Las mujeres encantadas de Avalón poseen el secreto de la eterna juventud y el héroe que llega a la isla obtiene “la corona real de la juventud perenne”.
Tras la muerte de los últimos Fomoros, los Tuatha Dé Danaan regresaron a la Tierra de Avalón, volviéndose invisibles a los mortales.

En el condado de Kerry, (Irlanda), dos montañas o cimas gemelas, son identificadas como “Los Pezones de Anu”, (Da Chich Danann), pues tienen formas redondas y asemejan pechos femeninos. Para sorpresa de algunos, siguen siendo venerados actualmente.

Ella es la Madre Universal y Madre de todos los dioses. Diosa también asimilada a la Luna y gobernadora de las mareas. Mecenas de los vates y augures. Los druidas en general solicitaban su permiso para encomendar las almas de los recién fallecidos, a través de las puertas de los “sidhs”, para que alcanzaran la nueva vida en el Otro Mundo.

Asimismo, se la consideraba diosa de la literatura y también recibía el nombre de Brigit, compañera del Bile irlandés, dios que parece corresponderse con el Dis Pater latino, del cual dicen algunas leyendas, surgieron los primeros hombres. Dios este del que creían descender los galos. Sus seguidores eran conocidos como Tuatha Dé Dannan, tal y como ya expresé.

En Gales, a Dana se la conoció con el nombre de Dôn, Madre también primigenia de dioses tan conocidos como Amaethon, Gwyddyon, Gofannon, Math, LLud y de la diosa Arianhrod.

Algunos investigadores asocian a esta primigenia deidad, con una diosa arcaica pre-indoeuropea, asimilada por la cultura celta en sus invasiones, incursiones y asentamientos. Otros analistas la asocian a diosas con parecidos apelativos, tales como la Anna Purna de la India o incluso, como el investigador Robert Graves cita, con una diosa pelasga llamada Ana, hermana de Belo y que los romanos llamaron Anna Perenna y los sumerios Anna-Nin. Otros autores como Ross Nichols, incluso también Robert Graves, la relacionan inexorablemente con la Dánae griega y con las primeras invasiones indoeuropeas a Grecia.

También todo apunta a que durante la cristianización de los celtas los cristianos la convirtieron en Santa Brígida. Pero, observando los cristianizadores un culto exacerbado por parte de la gente hacia la Madre de Todos, diosa de la fertilidad y Madre-Tierra, se optó por no combatirlo más y asimilarlo en la nueva forma de Santa Ana, la Madre de María, que se convirtió desde entonces en un personaje protector, pero de notable raigambre céltica. Culto, por otra parte, que se asentó en la Iglesia Católica durante la Edad Media, e incluso hasta el siglo XVII, ya que el clero cristiano no tuvo más opción que asimilarlo plenamente.

De esta manera observamos, en diferentes puntos de la geografía que fue celta, muchos topónimos, que llevan y llevaron el nombre de Santa Ana, en una simple traslación de un antiguo culto de una Diosa Madre celta, a otra Madre más mortal; Madre de la Madre del Dios cristiano.

Es, en algo parecido, a lo que sucedió también, con la veneración de los celtas galos, después de romanizados, hacia la diosa latina Diana, en la cual aquéllos vieron a su primigenia Dana, o como decían los galorromanos: Diva Ana o Divuana.

A continuación, transcribo el mensaje de la diosa Dana a todas las mujeres del mundo: “Tu sabiduría se extiende hasta los confines de épocas antiguas. Has traído este conocimiento hasta tu encarnación actual, mostrando el camino a otros para que se beneficien de tus experiencias. No demores la expresión de esta sabiduría. Te asistiré en plataformas para manifestar tus enseñanzas espirituales, sea mediante el ejemplo, la escritura o el discurso. Todas las formas de enseñanzas son igualmente valiosas, sin importar a cuántas vidas alcances”.



Bibliografía consultada:

- Druidas de Peter Berresford Ellis
- La Diosa Blanca: Robert Graves
- Mitología Universal, tomo II: Juan B. Bergua

- El Libro de las Invasiones: Anónimo
- La verdad sobre los druidas: Gälic Druham
- Los celtas: Roberto Rosaspini Reynolds
- Los celtas Mitos y leyendas: Charles Squire
- El libro de los druidas: Ross Nichols

- Las cartas del oráculo de las Diosas

Carlos Benítez Villodres


 Carlos Benítez Villodres nace en Málaga, ciudad en donde reside habitualmente. Durante muchos años compaginó la docencia con la labor de escritor, poeta y periodista. En la actualidad sólo se dedica a la literatura y al periodismo. Actualmente pertenece al Consejo de Redacción del Periódico “Granada Costa”, siendo articulista, crítico literario del mismo; a la Sociedad Brasileña de Poetas Aldravianistas, Mariana, Minas Gerais (Brasil); al Club Universal de Poetas y Escritores, Bogotá (Colombia), como Asesor Cultural en España; a la Cátedra Libre de Cultura Andaluza de la Universidad Nacional de La Plata (Argentina), como corresponsal de prensa en Málaga; al Equipo de redacción de la Revista de Poesía “Arboleda”, de Palma de Mallorca; a REMES (Red Mundial de Escritores en Español), como Responsable Local para Andalucía… También es miembro de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles (AEAE); de C.E.D.R.O.; de la Asociación Colegial de Escritores (ACE); de la Asociación Andaluza de Críticos Literarios (AACL); de la Asociación Humanismo Solidario; del Grupo de Málaga; de la Asociación Iberoamericana de Amigos de la Décima “Espinel-Cucalambé” -Las Tunas- (Cuba); de la  Casa de la Décima “Celestino García”, de -Pinar del Río- (Cuba); de “Poetas del Mundo”, cuya sede principal se encuentra en Santiago (Chile); etc. Asimismo, es cofundador, junto a Alfredo Arrebola, Andrés Cansino y Daniel Mora, de la Revista “Folclore y Flamenco”. Poemas, artículos, columnas de su autoría… fueron y son publicados en  antologías, revistas, periódicos, etc., tanto de España como de otros países del orbe. Le fue concedido, entre otros, el Primer Premio del IV Concurso Internacional de Poesía sobre la Paz “Ramón Lull” (Raimundo Lulio) 2005, de Palma de Mallorca; el Premio a la Cultura 2006 (Granada Club Selección-Granada Costa), de Granada. Fue Finalista del Premio Andalucía de la Crítica 2008 y 2009 con los libros LOS PUENTES DEBILITADOS y SINFONÍA A DANA, respectivamente. Primer Premio del I Certamen Internacional de Poesía “Granada Costa” 2010, de Granada, con el libro SINFONÍA A DANA. De su extensa obra literaria, publicó los libros Canto a Granada, Entre sonrisas, Réquiem por un hombre bueno, Cada ola tiene un nombre, incluidos siete poemas gallegos, en edición bilingüe, Sustancia de vida, De la misma luz, Confesiones al alba. Vol. 1, A galope, El jardín habitado, Desnudo, 18 sonetos a poetas granadinos, Amantes, Canto a Granada, 2,ª edición, Siempre en vuelo, Los puentes debilitados, Sinfonía a Dana, Cantigas de caminante, Guirnaldas de esencias, Por los derroteros de la luz, Vivir con esperanza, etc. Asimismo publicó poemas de su autoría en varios pliegos, plaquettes, cuadernos, etc. 

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