Tomada de: Habana Radio
En 1880, a propósito de la política mediadora y la voluntad de conceder algunas libertades del Gobernador General Arsenio Martínez Campos, comenzó a generarse una nueva Reforma en la Instrucción Pública en la Isla y dentro de ella, se consideró el estado de las instalaciones educativas existentes. Era entonces Adolfo Sáenz Yánez el arquitecto del Estado y a él encargó la Secretaría de Gobierno el examen de los edificios que ocupaban la Universidad Literaria, el Anfiteatro Anatómico de San Isidro, el Instituto de Segunda Enseñanza, la Escuela Profesional y la Escuela de Pintura y Escultura, con el objetivo de que expusiera un proyecto para el mejoramiento de las aulas o propusiera para ellas una nueva construcción en caso de ser aquellas irreparables. La conclusión del arquitecto Sáenz fue que era más aconsejable levantar un nuevo edificio para acoger esas funciones y propuso su construcción en las cercanías del Arsenal, dentro de la zona de las Antiguas Murallas, en terrenos propiedad del Estado. Finalmente, esta propuesta nunca se ejecutó y en 1904 las ideas fueron retomadas para edificar una nueva sede para el Instituto. Así, se presentóun proyecto de ley donde se otorgaba un crédito de 150 000 pesos para la construcción del edificio destinado a Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana y sus escuelas anexas. El proyecto fue aprobado y publicado como Ley, firmada por el Presidente Tomás Estrada Palma y por el Secretario de Obras Públicas Rafael Montalvo.
Por una parte, las condiciones de los locales del antiguo Convento de Santo Domingo era deplorables para la fecha, incluso, las colecciones museables llegaron a estar amenazadas por el comején, y por otra, estaba próximo a vencerse el contrato de arrendamiento de dicho local, propiedad de la Iglesia Católica. Se hacía inminente una nueva fábrica que acogiera al Instituto y todos sus gabinetes, laboratorios, museos, bibliotecas y demás instalaciones.
Se propuso su realización a través de un concurso que convocara ingenieros, arquitectos y maestros de obras residentes en el país y se escogió la manzana No.18 de las antiguas murallas, limitada entre las calles Obrapía, Teniente Rey, Monserrate y Zulueta. Ese terreno pertenecía a la Diputación Provincial de la Habana, tasado en el año 1882, en 219 192 pesos, 28 centavos en oro.
Al vencerse el plazo después de la presentación de la Ley, los únicos tres proyectos presentados fueron rechazados porque no reunían, según la comisión, los requisitos exigidos. Con ello continuaba dilatándose el nuevo emplazamiento del Instituto de Segunda Enseñanza y la céntrica manzana destinada para ese fin se mantenía vacía, pero expuesta a la especulación de quienes veían en ella grandes posibilidades económicas con la construcción de algún inmueble que generara ganancias.
En 1909, el dinero que el Estado otorgó para las obras se destinópara el dragado del puerto de Isabela de Sagua, mientras el Instituto continuaba ubicado en Obispo No. 8, calificado en un número de la Revista Social, de 1925, como“ruinoso caserón”. Aunque el presupuesto fue devuelto parcialmente tras la liquidación del dragado del puerto de Isabela de Sagua, durante el gobierno de José Miguel Gómez (1909-1913), la construcción del edificio tendría que esperar una década más.
En 1910, una nueva comisión convocó a los profesionales de la arquitectura y el urbanismo a otro concurso. A los efectos se propuso que “el inmueble debía estar formado por piso bajo, primero o principal y piso segundo, con un patio interior con galerías a él en los tres pisos, estar rodeado de jardines limitados por una verja apropiada en toda la extensión de la manzana, y debía tener una composición arquitectónica modernista dentro de lo clásico”.
El autor del proyecto ganador fue Eugenio Rayneri y la primera piedra del edificio fue colocada el 24 de febrero de 1911, en un acto al que asistieron el Presidente de la República José Miguel Gómez, el Secretario de Instrucción Pública Mario García Kholy, y también Manuel Sanguily, Gerardo Machado y otras figuras del Gobierno, profesores de la Universidad, Magistrados del Supremo y la Audiencia, el Gobernador de la Provincia, el Alcalde Municipal y un público numeroso.
En la esquina de Zulueta y San José se colocó esta piedra, y como indicaba la tradición, debajo de ella se puso una caja conteniendo varias monedas de oro, plata y cobre en circulación, y un ejemplar de la mayor parte de los periódicos que se editaban ese día.
Veinte meses fue el plazo inicial para levantar el edificio, pero las obras no fueron concluidas en ese tiempo. La deuda con los contratistas, hizo que prácticamente el personal fuera el mínimo y los trabajos se paralizaran. En iguales condiciones, laconstrucción continuó, durante los gobiernos de José Miguel Gómez, Mario García Menocal y Alfredo Zayas, por ello, en 1923, los alumnos se manifestaron frente al Palacio Presidencial, pidiendo la terminación del Instituto.
A finales de 1923 ya era inaplazable el traslado de la institución a la nueva sede. Los profesores se reunieron para ver las necesidades de cada cátedra, ya fuera referido al mobiliario, los materiales de enseñanza, así como aquellos que tuvieran Museo Laboratorio o Gabinete, expresaran la mejor manera de adaptarlos a los nuevos locales.
Definitivamente, el edificio se terminó en 1924, como reza el grabado de su frontón, y la Revista Social de enero de 1925 así lo refiere: “Casi ha sido para todos los habaneros una sorpresa, ver cómo, de pronto, en el lugar que durante tanto tiempo había sido poblado solamente por un informe montón de maderos mugrientos, se alzaba el tan necesario y esperado edificio que venía por fin a suplantar en sus funciones al ruinoso caserón de la calle de Obispo.”
Refiere la historiadora citada, que durante la investigación del edificio halló que fuentes distintas mencionaban diferentes arquitectos como autores del proyecto. Si así Eugenio Rayneri y Piedra fue el ganador del concurso, aparecen alabados por su proyecto para el Instituto Mario R. Lens Alonso, Benjamín de la Vega, y Mario Romañach. Es posible que todos ellos, en períodos sucesivos, se hayan responsabilizado de las obras. Sea uno o todos, de alguna manera los facultativos del proyecto, al final lo más importante es el resultado que devino una de las obras más importantes de la arquitectura civil pública del período.
María E. Martín y Eduardo L. Rodríguez, en La Habana. Guía de Arquitectura, asimismo describen el Instituto: “El inmueble, de planta rectangular con salientes en el centro y en los extremos, es de una sólida imagen y posee una magnífica ejecución. En sus tres niveles los locales se distribuyen alrededor de dos patios interiores, también de forma rectangular, y porticados en todo su perímetro, los que flanquean simétricamente la escalera principal. Esta última, de gran porte como era usual en los edificios públicos de la época, protagoniza el espacio monumental del vestíbulo. En la segunda planta se encuentra el aula magna, que es uno de los locales más interesantes de la edificación, tanto por su decoración interna como por su especialidad. En este piso, además, se localizan la biblioteca, los laboratorios y parte de las aulas. En sus fachadas exteriores se empleó la piedra de sillar para conformar los muros, cornisas, balaustradas y otros detalles. La escalera principal es de mármol blanco y los ornamentos interiores del aula magna, el vestíbulo, la caja de escalera y otros locales de importancia, fueron realizados en yeso”.
El Instituto posee, además, 500 metros cuadrados de superficie, con techo de líneas y motivos clásicos, y ricamente ornamentado con aplicaciones de láminas de oro en los golpes de luz, y ventanales de vidrios emplomados, simbolizando unos la finalidad del plantel y ostentando otros los escudos de la República y de La Habana.
Su monumental fachada, en la que sobresale el entablamento jónico, fue proyectada con la clásica severidad académica de los edificios públicos norteamericanos, y según el historiador Carlos Venegas,en su obra El Raparto Las Murallas. Dependencia y modernidad, el inmueble tiende al aislamiento, pues al carecer de los tradicionales portales de la arquitectura de la zona, no se integra a su entorno. Con todo, la edificación destaca en el conjunto del Reparto, por su majestuosidad y belleza.
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