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sábado, 1 de julio de 2017

LITERATURA CUBANA: DEL TERRUÑO AL UNIVERSO

Por:  Eduardo Lolo
Segunda parte


El pinareño Cirilo Villaverde, figura cimera de la narrativa costumbrista cubana, concluyó y publicó su inmortal obra maestra fuera de Cuba: Cecilia Valdés o la Loma del Ángel (1882). Por sus ideales independentistas fue condenado a muerte en 1848. Afortunadamente, logró escapar de la cárcel y partir al exilio en los Estados Unidos, donde también escribió, entre otras obras, El librito de los cuentos (1857), Dos amores (1858) y El Penitente (1889), además de una importante obra periodística. Gracias a su labor, no solo la palma real vino a renacer entre las nieves del norte: humearon los ingenios azucareros a la ventiscafría, discutieron en español los caleseros habaneros con los asombrados cocheros neoyorquinos, al tiempo que los colores brillantes del trópico saldrían encandilantes de la paleta gris del noreste estadounidense. Casi un siglo después Cecilia Valdés retornaría a Nueva York, en forma de zarzuela.
Otro exilio posterior, mucho más largo, arrojaría a playas inodoras una nueva oleada de escritores cubanos: el resultante de la larga noche castrista comenzada en 1959 y todavía sin trazas del amanecer histórico que debe sustituirla. Algunos eran autores famosos antes del destierro; otros, alcanzarían notoriedad ya con sus raíces al aire. Una lista de esos creadores exiliados huérfanos de sol tropical, por muy breve que se intentase, sería demasiado extensa para un trabajo de esta envergadura; comentar tan siquiera unas pocas de sus obras, tema para todo un libro. Paso, entonces, a quienes llegaron de niños al exilio o nacieron en hogares cubanos trasplantados, hablando castellano con acento familiar; pero escribiendo en inglés.
La relación entre el inglés y Cuba data de tiempos de la Colonia. No pocos de nuestros escritores y periodistas del exilio decimonónico escribieron, aunque fuera ocasionalmente, en la lengua de Shakespeare. Luego, dada la importancia histórica de la intervención norteamericana en la Guerra de Independencia en Cuba y la consiguiente reconstrucción del país, el inglés se hizo de una plaza fuerte en la Isla. Fue en Cuba donde por primera vez se llamó sándwich al emparedado. El químico criollo que inventó a principios del siglo XX (presumiblemente a partir de un jarabe medicinal contra la anemia) la fórmula de una soda o refresco que se supone tiene un componente ferroso (en vez del extracto de cola tradicional) la llamó en inglés con un nombre que como que preludiaba el realismo mágico: Iron Beer, pues ni era cerveza ni creo que cerveza alguna pueda hacerse con hierro. El nombre, pese a ser en una lengua diferente del castellano, enseguida se cubanizó fonéticamente; de ahí la lógica rima del conocido lema comercial de “Ironbeer o no beber.”
En sentido contrario, el español cubano tuvo su entrada en los Estados Unidos a través de la música. Inicialmente, gracias a Ernesto Lecuona, en la variante que pudiera calificarse como ‘culta’. En la música popular llama la atención que el primer estribillo de una canción cubana coreado por los norteamericanos no tenía nada que ver con el castellano, sino que era producto del sincretismo religioso criollo: “Babalú Ayé, Babalú Ayé”, de la canción afrocubana de Margarita Lecuona, una prima de Ernesto. Y de nadie es un secreto que Desiderio Arnaz exageraba su acento cubano como Ricky Ricardo para intensificar la comicidad de sus gags en I love Lucy.
Los intelectuales cubanos del exilio actual llegados adultos continuarían su ahora sangrar palabras en español, la cultura nacional convertida en llaga abierta como su historia misma. Quienes llegaron niños o nacieron en el exilio sufrirían una situación nada cómoda: en casa nunca se dejó de vivir en Cuba; umbral afuera, en los Estados Unidos, donde les apremiaba la necesidad síquica de ‘incorporarse’ al nuevo medio como única forma de soslayar la nada disimulada discriminación de sus pares no hispanos: de ‘la frita’ al hamburger, del ‘pastelito de guayaba’ al apple pie.
Algunos de esos escritores desgranan sus angustias solamente en inglés; otros tienen obras tanto en la lengua materna como en la adquirida, aunque la identificación de una y otra no es siempre la misma entre ellos. La diferencia lingüística, sin embargo, no implica una dejación cultural. Al igual que Thomas Mann señalaba que en donde quiera que él se encontrara estaba Alemania, en cualquier lengua que escriban los cubanos exiliados, así como sus descendientes
directos criados a la sombra de la cubanía, está Cuba. Aunque sea una Cuba imaginada, ya que al ser compartida a través de la palabra escrita (lo mismo en inglés que en español), la imaginación se vuelve imagen nación.
La literatura cubana en inglés o bilingüe cubre todos los géneros literarios vigentes. Desde el punto de vista estético no logro identificar, hasta ahora, una característica compartida que permita anunciar o tan siquiera conjeturar la existencia de un movimiento literario. Todos los autores tienen en común la presencia en sus obras, directa o indirecta, real o soñada, de la Isla; pero constituyen islas entre sí, algunas distantes unas de otras. Unos pocos han logrado la fama, tanto nacional como internacional; otros permanecen como atrapados en un encierro étnico, más solitario mientras más ambiguo se les vuelve el lenguaje. El tema lo traté en extenso en “When English Speaks Spanish…”, pero aquí también voy a utilizar, como ejemplos ilustrativos, solamente dos autores ‒un ensayista y un narrador: Gustavo Pérez-Firmat (1949) y Oscar Hijuelos (1951-2013).
Gustavo Pérez-Firmat nació en La Habana, aunque se crió en Miami. Quizás por ello es que ha decidido mantener a toda costa la tradición hispana de los dos apellidos a través de ese guion aglutinador (o divisorio) que lo singulariza y que sería tan importante en su obra. Posiblemente Pérez-Firmat sea el escritor cubano-americano que más premios y distinciones haya recibido hasta la fecha. Su obra más conocida se titula Life on the Hyphen: the Cuban-American Way (1994), probablemente el ensayo cubano en inglés más famoso e influyente publicado hasta ahora, con varias ediciones en su haber. Trata de sí mismo en tanto que fenómeno cultural de toda una generación de escritores que sienten que la condición de cubano-americanos implica no ser completamente ni lo uno ni lo otro; de ahí la vida en el guion que sirve de nexo o frontera a ambos gentilicios.
Pérez-Firmat va de lo individual a lo colectivo, de sus raíces en lo cubano a sus ramas en lo americano. Pero no hay amargura, rechazo o reticencia en su conclusión. Para el autor, vivir en el guion tiene sus ventajas: una nueva identidad que puede sintetizar lo mejor de los dos elementos a uno y otro lado del mismo. El bilingüismo enriquece el inglés cuando se escribe en español y viceversa; intelectualmente es posible vivir y disfrutar de los dos mundos al tiempo que dichas vivencias y disfrutes pueden servirde punto de partida de un tercero: el simbolizado poéticamente por el guion.
Life on the Hyphen constituye la obra fundamental para comprender a cabalidad el estar aquí y ser allá ‘a la cubana’ de los niños del destierro. Es más, dada la alta calidad literaria de la obra, esta ha calado más allá de sus lectores inmediatos, llevando el mensaje y el retrato del nuevo cubano que no es del todo tal o del bisoño americano que no llega a serlo por completo como un nuevo rostro cultural en el pensamiento norteamericano postmodernista. Pudiera decirse que su salida constituyó la carta de presentación de una nueva cultura (que me resisto a calificar de híbrida) inmersa en la cultura norteamericana en general.
Pero hay más: como por un giro de noria, la versión en español de Life on the Hyphen (aparecida en el año 2000 con el título de Vidas en vilo), permite a los cubanos sin guion el tener una visión de primera mano de sus pares hermanados por este a lo americano. Queda entonces demostrado que hay más de un tipo de cubano desde el punto de vista cultural, como hay más de un tipo de arena en las playas de la Isla lejana, más en tiempo que en espacio, ¿también unidos por un guion?
Otras obras donde el ensayista sigue desarrollando el tema de la cubanía ‘americanizada’ son Next Year in Cuba: A Cubano’s Coming-of-Age in America (1995) y A Cuban in Mayberry: Looking Back at America’s Hometown (2014).
Oscar Hijuelos se diferencia de Pérez-Firmat en que no nació en Cuba, sino en Nueva York, aunque de padres cubanos. Otro aspecto diferenciante es que sus progenitores no llegaron a los Estados Unidos como exiliados políticos, sino como emigrantes económicos. Ambos eran oriundos de la provincia de Oriente; que es decir, coterráneos de Desi Arnaz, quien en los años 50 era el orgullo de la colonia cubana en los EE.UU. Separa a Oscar Hijuelos de Pérez-Firmat otro aspecto fundamental: el no dominar el español como para escribirlo, pues un año de convalecencia en un hospital de Connecticut siendo niño por una perniciosa nefritis (adquirida en Cuba durante unas vacaciones, dicho sea de paso ‒o no) le hizo perder el lenguaje que se hablaba en casa. Quizás por la conjunción de todas esas diferencias es que nunca utilizó el apellido materno, carente entonces del guion donde ‘viven’ los cubano-americanos.
Sus obras fundamentales tienen, no obstante, el sello de la cubanía; especialmente la experiencia de los cubanos en los Estados Unidos. Ya en su primera novela (Our House in the Last World, de 1983) narra las peripecias de una familia cubana en este país durante los años 40, obra con la cual recibiera el Premio Roma de la American Academy of Arts and Letters.
La fama internacional le vendría por su segunda novela: The Mambo Kings Play Songs of Love, de 1989, por la cual recibiría un año después el Premio Pulitzer de ficción, habiendo sido el primer hispano en alcanzar tan alta distinción. La novela se adaptaría al cine en 1992 y al teatro musical en 2005, en versiones igualmente exitosas.
La obra narra la historia de César y Néstor Castillo, dos hermanos músicos que emigran de Cuba a Nueva York en los años 50 y el frustrado amor de uno de ellos. El autor combina sus personajes con breves apariciones en la trama de personas reales; entre ellos el que posiblemente más le sirviera de patrón o inspiración: Desi Arnaz. La prosa de Hijuelos, en la cual algunos críticos han señalado la influencia de José Lezama Lima, Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez, fluye sin tropiezos, con un tono más elegíaco que crítico, más nostálgico que evocador. La influencia de los ritmos musicales cubanos también ha sido, con razón, señalada.
Cuba, aunque lejos de la fábula que narra la novela, se haya siempre presente; al menos por el ya señalado sortilegio de que donde quiera que se encuentre un cubano está Cuba. Los personajes saltan las aguas divisorias solo parcialmente, tratando de ajustarse al nuevo medio sin poder apartarse del todo de aquel de donde provienen. Hay hasta una nada sutil crítica a la desaparición, por el advenimiento de la larga dictadura castrista, de la Cuba que conocieran los personajes.
Pero la principal presencia de Cuba en la novela la considero en la propia canción que, a manera de un símbolo de (para mí) fácil identificación, pudiera asociar al personaje de María con Cuba. El amor de todo emigrante por su terruño es un amor mal correspondido; de lo contrario, no habría tenido el deseo o la necesidad de emigrar. María-Cuba (o el guion entre ambas, conectando o igualando Mujer y Patria) es sujeto y objeto a la vez de la canción-vida de Néstor: este perdería lo amado; a la postre, lo amado se perdería a sí mismo. Mi especulación inicial al leer por primera vez la novela hace más de una década parece quedar confirmada (o, al menos, no contradicha) por la secuela que Hijuelos daría a conocer en el año 2010: Beautiful Maria of My Soul or the True Story of María García Cifuentes, the Lady behind a Famous Song, en clara referencia al título de la siempre inacabada melodía de Néstor. En esta nueva entrega se narra la historia de María, evocando su juventud, el amor de Néstor y su propio yo (en tanto que María-Cuba) tan perdido como lo fuera ella (o el guion conector) para Néstor, porque es el caso que la saga de María termina en Miami, evidentemente exiliada. El amor de Néstor a Cuba-María, y la canción incompleta (como la historia patria), en las arenas siempre rudas del exilio, consuman la elegía de un tiempolugar (e incluyo el guion intencionalmente) ya para siempre consumado, aunque no consumido.
Otro escritor cubano que logró situarse en la cima de una literatura nacional fuera de la cultura hispana es Italo Calvino (1923-1985), aunque su raíz criolla resulta muy poco conocida tanto para italianos como para cubanos. Nació cerca de La Habana, en un breve pueblo de largo nombre ya de por sí sincrético: Santiago de las Vegas, donde se une el homenaje al Patrón de España (Santiago de Zebedeo, uno de los apóstoles cristianos, conocido como Santiago el Mayor) con el cultivo
cubano más famoso desde antes del arribo de los españoles: el tabaco. Al momento de su muerte, Italo Calvino era el escritor italiano contemporáneo con el mayor número de traducciones a otras lenguas y fuerte contendiente para el Premio Nobel de Literatura, aunque como el escritor que más influyera en su obra  (Jorge Luis Borges) y posiblemente por las mismas razones, nunca llegara a obtenerlo.

Su familia se trasladó de Cuba a Italia (el país de nacimiento de ambos progenitores) cuando Italo tenía 2 años de edad, por lo que es imposible haya tenido ninguna influencia directa de su lugar de origen como no fuera por la flora tropical que su padre (botánico de profesión) trasplantara de Cuba a Italia, entre cuyos árboles crecieran sus hijos. Pero algo debió haber recibido a través del recuerdo de sus padres cuando decidió utilizar el seudónimo de Santiago como nom de guerre al ingresar en la Brigada Garibaldi durante la Segunda Guerra Mundial; selección que no hay dudas era una referencia directa al nombre del poblado habanero donde naciera.

Su desempeño en la guerrilla comunista antifascista le valió convertirse en una especie de protegé del Partido Comunista Italiano, al que se adscribió entusiásticamente. Bajo la tutela de Cesare Pavese y otros intelectuales del Partido, Calvino alcanza pronta notoriedad con una novela y una colección de cuentos: Il sentiero dei nidi di ragno (1947) y Ultimo viene il corvo (1949).

En aquel tiempo era un militante comunista convencido; sin embargo, bastaron unos pocos años de militancia activa para hacerle dudar de la solidez de la ideología que profesaba. Su naciente duda política quedó reflejada alegóricamente en la novela Il visconte dimezzato (1952), que escribiera en solamente 30 días. Una breve estancia en Moscú y la invasión soviética a Hungría en 1956 lo hizo denunciar públicamente el carácter imperialista de la Unión Soviética y apartarse del Partido Comunista, aunque no abandonaría del todo la filosofía inherente al mismo. La experiencia la llevaría a la literatura dentro del subgénero que caracteriza la mayor parte de su obra: la narración 
satírica alegórica. La gran bonaccia delle Antille (1957) denunciaría el inmovilismo de los partidos comunistas, razón por la cual sería excomulgado por una izquierda stalinista que a la sazón controlaba el mundo cultural europeo.

Su relación con Cuba se reafirmaría cuando decide regresar a la Isla en 1964 para conocer su lugar de nacimiento y casarse con una traductora argentina, a través de quien es posible le haya llegado la influencia y la amistad de Borges. Entonces creía ‒como otros muchos intelectuales de culturas varias‒ que el experimento socialista cubano podía ser diferente del soviético. La invasión
rusa de Checoslovaquia en 1968, apoyada por Fidel Castro, les atascaría toda posibilidad de una lógica esperanza al respecto. Repudiado por una izquierda que lo consideraba traidor, a Italo Calvino le fueron vedados muchos reconocimientos, presumiblemente hasta el Premio Nobel de Literatura que sin lugar a dudas merecía, en lo que pudiera haber sido una repetición de la discriminación política que se lo escamoteara a su admirado amigo y mentor argentino.

Más allá de ese tan importante viaje a la semilla y futuro de su historia y sus referencias a la flora tropical y a las Antillas, actualmente desconozco qué otros elementos asociados con Cuba pudieran encontrarse en su obra: ello es algo que dejo para estudios futuros. Pero resulta interesante que la crisis de identidad ‒tema común a los escritores cubanos trasplantados de todos los tiempos‒se repite en, al menos, una de sus obras fundamentales: Il cavalieri inesistente (1959), de la famosa trilogía I Nostri Antenati. Como fuente de la fantasía alegórica de la trama, me parece entrever una angustia existencial de identificación que como que preludia la vida en el guion explicada mucho después por Pérez-Firmat. Quién soy, con relación a lo que me rodea, ha sido siempre la pregunta (muchas veces sin respuesta) de todo trasplantado. En Italo Calvino, dadas sus dolorosas frustraciones ideológicas y su desarraigo doble (físico y filosófico) su visión no pudo ser más pesimista: de ahí que la armadura del caballero terminara estando vacía. 

Otro caso italo-cubano, y contemporáneo con el anterior, fue el de Alba de Céspedes (1911-1997), nieta de Carlos Manuel de Céspedes (en Cuba considerado el Padre de la Patria) e hija de un diplomático del mismo nombre que llegara a ser, aunque efímeramente, Presidente de la República. Nacida en Roma como hija natural (su padre no se casaría con su madre, una italiana
divorciada, sino en 1915), Alba tuvo el mismo inicio ideológico de Italo Calvino, con quien cultivó una estrecha amistad alimentada por la militancia antifascista y la raíz cubana que ambos compartían. Pese a nunca dejar de ser una incondicional socialista, a su abolengo histórico criollo añadió la pertenencia a la más rancia aristocracia europea. Ello lo logró al casarse con un conde Italiano y vivir toda su existencia (incluso luego de divorciados) en consonancia con el status social de la nobleza burguesa del Viejo Mundo. La combinación de ambas características hizo que se convirtiera en una “socialista chic” o “comunista de salón”, personaje muy común en los medios intelectuales europeos del siglo XX.

Alba de Céspedes escribió, fundamentalmente, en italiano, aunque su manifiesta francofilia la impulsó a experimentar también en francés. Su obra recibió una gran promoción en vida de la autora, con muchas traducciones y presentaciones en salones burgueses. Su primera novela Nessuno torna indietro (1938) fue 
prohibida por Mussolini, pero resultó (quizás por lo mismo) un gran éxito internacional en ese entonces, al punto de aparecer su adaptación al cine solamente cinco años después. Es de destacar que De Céspedes tuvo muy buenas relaciones con notorios cineastas, con algunos de los cuales llegó a colaborar estrechamente, como lo prueba su participación en la confección del guion (basado en un texto de Cesare Pavese) de Le Amiche ‒el film de Michelangelo
Antonioni estrenado en 1955‒, y la versión cinematográfica de su novela La Bambolona (1967) ‒aparecida un año después de publicado el libro‒ bajo la dirección de Franco Giraldi y una memorable actuación de Ugo Tognazzi. Quaderno proibito (1952) también fue llevada a la pantalla en forma de serie 
televisiva.

En francés escribió el poemario Chansons des filles de mai (1968) y la novela Sans autre lieu que la nuit (1973), obras que no alcanzaron la categoría ni la fama de su producción en italiano, y mucho menos el reconocimiento galo que conquistara José María de Heredia.

Los temas de las obras de Alba de Céspedes se consideraron extremadamente rebeldes y progresistas en su tiempo, con especial énfasis en la defensa de los derechos de la mujer, que sería el argumento recurrente en todos los géneros literarios en que incursionó. En efecto, la emancipación femenina aparece en todos sus escritos, lo mismo en prosa que en verso, el ensayo o la ficción, a veces como tragedia y otras como comedia. Por lo que no sorprende que fuera catalogada en su tiempo como “una scrittrice scandalosa”, título que muy bien pudiera ‘emparentarla’ con Tula.

Desconozco si Alba de Céspedes escribió y publicó algo en español. Es más, en aparente contradicción con su estrecha relación con Cuba a partir de la muerte de su padre en 1939 en la Isla y su madre haber permanecido en Cuba hasta su deceso, no parece que el país de su progenitor haya tenido nunca un sitio en sus escritos más allá de alguna información histórica o un esporádico uso de palabras en castellano. Quizás en reciprocidad por esa ausencia de cubanidad en su obra, 
sus libros tuvieron muy poca (si alguna) resonancia en la Isla.

Tras la muerte de su madre enloquecida de amor en 1956, hay un drástico cambio en su actitud hacia Cuba, considerándose finalmente cubana de origen e italiana por adopción. Comienza entonces una novela con la cual pretendía llevar a la literatura su nueva relación con la Isla mediante la redacción de una especie de saga histórica de Cuba y su familia paterna, incluyéndose ella misma.

La confiscación de todas sus propiedades en Cuba por parte del gobierno de Fidel Castro (destino común de todos sus compatriotas con algún bien), y hasta de su cuenta bancaria por negarse a residir permanentemente en la Isla, no mermaron su nuevo amor patrio. Es más: su relación con Fidel Castro sería, definitivamente, corregida, no sé si mediante el pago de algún tipo de indemnización financiera o por oportunismo político de la escritora a fin de no sufrir del ostracismo de la izquierda que tanto daño le infligió a su amigo Italo Calvino. El gobierno castrista, incluso, le publicó el único de sus libros que vería editado en Cuba.
Sin embargo, quebrantando los contratos legales que le extendían los plazos de entrega una y otra vez, Alba de Céspedes nunca llegó a terminar su ‘novela cubana’. Desconozco qué razones frustraron su agónico y dilatado intento. El propio Castro la presionó (supongo que amigablemente) para que la concluyera antes de 1979, a fin de publicarla por el vigésimo aniversario de su llegada al poder. Inútilmente: contratos y compromisos fueron igualmente vanos. Con motivo del centenario de la autora, su editor hizo lo mejor que pudo para darle coherencia a los fragmentos por ella dejados, logrando una narración postrera (aunque inconclusa) que publicaría con el título de Con gran amore (2011).

Es de destacar que la fama le sonrió a Alba de Céspedes durante toda su vida; pero, a pesar del protector equilibrio político burguesía-socialismo que consiguió mantener, su notoriedad como escritora no logró sobrevivirla. Sus libros se destacaron más por el contenido que por el continente: revolucionario el primero; convencional el segundo. Los avances en la emancipación femenina de las últimas décadas le han hecho perder a su literatura el carácter insurrecto y agitador que la hiciera famosa; quedando su factura, desprovista del hálito rebelde del mensaje, sumida en el aburrimiento de la cotidianidad estilística. De ahí que, prácticamente olvidada luego de su muerte, no ha sido sino recientemente que se ha emprendido una especie de reivindicación de su justo lugar en las letras italianas con la reedición de algunas de sus obras con motivo del centenariode su natalicio.

Su rezagado viaje literario a la cubanía, no por tardío e inacabado resulta menos importante a los efectos de este ensayo. Su propia madre, no obstante haber sido italiana, nunca abandonó la tierra donde muriera su amado esposo, permaneciendo en la Isla desde su viudez hasta alcanzarlo demente unas dos décadas después. Alba de Céspedes, aunque nunca renunció a su burguesa vida parisina, parece haber escuchado el llamado de sus ancestros cubanos, cuya historia de dos siglos intentó (aunque sin éxito) narrar. De lo que puede inducirse que Alba ‒como Mercedes con anterioridad‒, independientemente de una cursi vida de aristócrata europea, terminó siendo ‒y pese a susincera u oportunista miopía política‒ lo que por determinante línea paterna siempre debió haber sido: una escritora “de donde crece la palma”.

Ejemplos de la literatura cubana desterrada aparecen a veces en lugares impredecibles. Por ejemplo: en el Himno Nacional de un país extranjero, como es el caso de la letra del Himno Nacional de Guatemala (considerado uno de los más bellos del mundo), obra del patriota y poeta cubano José Joaquín Palma 
(1844-1911). Dicha pieza, presentada a concurso nacional firmada como “Seudónimo”, ganó el certamen convocado al efecto y su creador mantuvo el secreto de su autoría hasta poco antes de su muerte. Las estrofas de Palma se conservaron invariables desde 1897 hasta 1934, en que se decidió ajustarlas a la realidad histórica de Guatemala pues se consideró, con justicia, que reflejaba más el proceso independentista cubano que el guatemalteco: la palma real guerrera en lugar del quetzal diplomático. De todo lo anterior se infiere que la cubanía, de inicios en taíno y desarrollo en español salpicado de chino, congo o carabalí, ha seguido su bogar lingüístico a través de importantes obras literarias de cubanos o sus descendientes, escritas tanto en el castellano peninsular, como en francés, italiano, inglés y, posiblemente, hasta en otras lenguas. Sus autores pueden sentirse o imaginarse ‘cubano-algo’, o viviendo en el guion que une o separa lo cubano del otro elemento dicotómico. Sus obras pueden haber sido creadas tanto en español como en la lengua de sus circunstancias culturales, según les pluguiere o pudiesen. Pero, por los temas recurrentes que desarrollan directa o indirectamente, y el tratamiento de sus historias y personajes, no hay dubitación posible: los delata una isla y sus tiempos adoloridos en medio de la frente, que es la quintaesencia del ser cubano; en cualquier lugar y en cualquier idioma. Resultante en el viaje histórico de la literatura cubana, con escala en la
angustia, del terruño al universo. ¿Y las palmas? Bueno, al menos para mí, siguen siendo “novias que esperan”. New York-Miami, verano de 2016.

OBRAS CITADAS

Bonilla Ruano, José María. Anotaciones críticodidácticas sobre el poema del Himno Nacional de
Guatemala. Guatemala: Unión Tipográfica, 1935.
Calvino, Italo. Il sentiero dei nidi di ragno. 1947. Presentazione dell’autore. Milano: Mondadori,
2007.
---.Ultimo viene il corvo. 1949. Presentazione dell’autore, con uno scritto di Geno Pampaloni.
Milano: Oscar Mondadori, 2011.
---. Il visconte dimezzato. 1952. Presentazione di Claudio Milanini, a cura di Daria Carenzi.
Milano: Einaudi Scuola, 2003.
---. “La gran bonaccia delle Antille”. Città aperta, Anno I, numero 4-5, 25 luglio 1957. l'Espresso,
III, 34, 25 agosto 1957; I Meridiani Mondadori, vol. 3, Milano 1994. 221-225.
---. Il cavalieri inesistente. 1959. Presentazione di Claudio Milanini, a cura di Daria Carenzi.
Milano: Einaudi Scuola, 2002.
Céspedes, Alba de. Nessuno torna indietro. 1938. Milano: A. Mondadori, 1966.
---. Quaderno proibito. 1952. Milano: A. Mondadori, 1967.
---. La bambolona. 1967. Novara: Mondadori-De Agostini, 1986.
---. Chansons des filles de mai. Paris: Seuil, 1968.
---. Sans autre lieu que la nuit. Paris: Seuil, 1973.
---. Romanzi. A cura di Marina Zancan. (Contiene: Nessuno torna indietro, Dalla parte di lei,
Quaderno proibito, Nel buio della notte e il romanzo autobiografico incompiuto Con grande
amore). Milano: Mondadori, 2011.
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---. Poesías de la señorita Dª. Gertrudis Gómez de Avellaneda. Madrid: Estab. Tip, 1841.
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M. Isidro Méndez. Nota preliminar y Epílogo de Mariano Sánchez Roca. Vol. II. La Habana:
Editorial Lex, 1946. 1350-1363.
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LITERATURA CUBANA: DEL TERRUÑO AL UNIVERSO - Eduardo Lolo
Merlin, María de las Mercedes Santa Cruz, Comtesse de. Mes douze premières années. Paris: Impr. 16
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---. Histoire de la Soeur Inès. Paris, 1832.
---. Souvenirs et mémoires de madame la comtesse de Merlin, publiées par elle mêmem. 1836.
Préface d'Hector Bianciotti; introduction et notes de Carmen Va̛
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---. Les esclaves dans les colonies espagnoles, accompagné d’autres textes sur l’exclavage à Cuba.
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---. Las raíces. Madrid: Renacimiento, 1927.
---. La risa, la carne y la muerte: cuentos irónicos, cuentos pasionales, cuentos de asesinos,
ladrones y fantasmas. Madrid: Renacimiento, 1930.
---. Don Juan hace economías: farsa grotesca en once jornadas. Madrid: Edit. Resurrección.
Bolaños y Aguilar, 1936.
---. El asedio de Madrid. 1938. Barcelona: AHR, 1976.
---. Un hombre que se va… 1964. Edición de Javier Barreiro y Bárbara Minesso. Sevilla:
Renacimiento, 2011.
Zarzuela Cecilia Valdés (1932). Música de Gonzalo Roig y Libreto de Agustín Rodríguez y José
Sánchez-Arcilla. 

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