Armando André Alvarado Foto tomada de: Wikipedia |
Por: René León
Según el
mismo Armando André en su diario que más tarde da a la publicidad en abril de
1901, y publica en la Imprenta Avisador Comercial, calle Amargura 30, La
Habana. Él dice que “a ruego de muchos amigos, á quienes debo consideración, me
decido á lanzar al público estas líneas desaliñadas”. Sobre las explosiones en
La Habana hubo diferentes versiones por personas que no participaron en los sucesos, lo cual fue
desconocimiento de lo pasado en aquellos años. El mismo André nos dice:
“Muchos, por interés particular y mezquino, han querido disfrazar la historia
para hacerse padre de la criatura;
por eso, sin otras pretensiones, me dispongo á la publicación de esta primera
parte de mi vida revolucionaria”.
Armando André trata de participar en la
guerra en Cuba, su ídolo era Máximo Gómez, y anhelaba pelear bajo sus órdenes.
Estando en Cuba, en marzo de 1895 es preso en Remedios, al tratar de unirse a
las fuerzas mambises. Un mes después fue puesto en libertad, con la condición
de no ser detenido o ser fusilado. Se va para la ciudad de Tampa, en Estados
Unidos. Allí se encuentra con Don Tomás Estrada Palma, que era el Delegado de
la Revolución, que buscaba un hombre que fuera a Cuba para llevar unos
documentos al general Gómez.
Antes de
partir un doctor de Tampa, Lorenzo Montero, le mandaba una carta a Gómez donde
le mencionaba de un plan de poner bombas en La Habana, para aterrorizar a los
voluntarios y fuerzas españolas. Que André le explicará el plan a Gómez.
Después de
muchos contratiempos llega André al campamento del General Máximo Gómez al cual
idolatraba y deseaba unirme a sus fuerzas. Pero el recibimiento del General
Gómez fue terrible para él. Lo trato muy mal y lo ofendió en un tono que “me desagradó mucho y más delante de muchos
soldados y oficiales. Lo fui a saludar y no me contestó el saludo. Que hacía
allí. Me dijo –Vamos a ver, qué trae ud.? . Trate de explicarle pero no me hizo
caso. Gritaba y gesticulaba a todos los que estaban a su alrededor. Se detuvo
un momento al ver pasar a un Comandante, lo llamó diciéndole de este modo:
-Comandante Bermúdez! Venga acá!...que ganas tenía
de verlo! He sabido que es Ud. Un plateado, un ladrón, un sinvergüenza…que
vengan dos ayudantes acá!...quíntele la cartera y regístrenlo que debe tener
dinero robado…amárrenlo! (días después fue fusilado el Comandante Roberto
Bermúdez López, el 12 de agosto de 1898. Una semana después se firmó la paz).”(Esta
información no es verdad, por la sencilla razón de que André llegó al
campamento de Gómez en 1895. La añadió a su historia. Y supo acerca del
fusilamiento.
Después de
decirme que me fuera para La Habana, que yo no servía para nada. Cogió los
documentos que llevaba, los leyó y los tiro en un catre.
Empezaron a
llegar las fuerzas de Maceo y se unieron todas. Las de Maceo se fueron a Vuelta
Abajo. Ya calmado Gómez me llamo y me dijo en son de burla- “¿Y ud es el don de
los Explosivos? Hubo risas en los que estaban allí. Me preguntó que de donde
era. Le dije de La Habana, pero estaba en Tampa. Me miró y me dijo. Ahora se aparece cuando la guerra ya está
terminada. Pues vaya y dígale a sus amigos en Tampa que no lo necesitamos, ni
los planes de ellos”.
Fui ofendido
por aquel general al cual le tenía adoración. En aquel momento le perdí todo el
cariño que sentía por él. Cogí el camino de regreso para La Habana. La
indignación me ahogaba.
Tenía que regresar
a La Habana con la intención de seguir el plan del Dr. Montero.
A mi regreso
me puse en contacto con Aurelio Moreira (Al principio de la República fue
Teniente de la Policía en el 9no
Precinto). Que me puso en contacto con el General Maceo, al cual me dirigí a su
campamento. Me recibió y se prestó a ayudarme en mi regreso a La Habana.
Mientras estuve en su campamento me colmo de atenciones con aquella amabilidad
innata de él. Me dio cartas de recomendación para los Delegados de La Habana y
New York. El Coronel Cárdenas me llevo a un amigo de él Ricardo Casanova, que me
introdujo en un tren que iba a La Habana.
En La Habana
vi a Julián Valdés, Alfonso, López y otros, le explique el proyecto y se prestaron a cooperar. Había que tener
dinero para los gastos. Volví a Tampa, y
luego a New York. Me prometieron 200 pesos de oro y dinamita que me darían todo
en Tampa. Para luego continuar a La Habana.
La idea era
comprar un café en La Habana, “El Correo” en la esquina de O’Reilly, para
usarlo como lugar de confección de la dinamita El conseguir el dinero fue
imposible, la caja de la Junta Revolucionaria estaba exhausta. Muchos de los
participantes les parecía horrendo el poner una bomba en el Palacio de
Gobierno. Hube de mandar la dinamita al General José María Aguirre. Volví a
Tampa en busca de dinero y más dinamita.
De los primeros participantes del plan
quedaban pocos. Pero se presentó Ceferino Vega “El Asturiano”. Quien nos ayudó
desde el primer momento. Amaba a Cuba donde tenía toda su familia. Hombre de
gran coraje. Empezamos a trabajar juntos.
Cuando perdí
la fe de comprar el café “El Correo”. “El Asturiano” “me indicó que podíamos
introducir por la misma puerta de entrada la bomba y colocarla en los inodoros
de Palacio, asegurándome el resultado si contábamos con dinamita de buena
clase”.
Volví a
Tampa en busca de dinamita. Hasta ese momento no había tenido problema por ser
americano, y las autoridades no sospechaban de mí. La dinamita venía bien
empaquetada y pudo pasar sin problema. Al llegar “El Asturiano”, y yo nos
apoderamos de una casa vacía en la calle de San Nicolás número 147 y allí
fabricamos la bomba. Éramos tres personas, el “Asturiano”, un carpintero
llamado Rafael Domínguez y yo. Se hizo una caja de madera con un forro de cobre
para protegerla de un pie cuadrado por tres y medio largo, con forro exterior
de género negro. No podía infundir sospecha. Con una mecha preparada para cinco
minutos. Había un pequeño hueco donde salía la mecha.
El día
anterior salí para el Palacio para estudiar la situación. Ya todo preparado me
fui al Palacio temprano y me confundí entre el público que entraba y salía. Me
dirigí a los inodoros y puse la bomba pensando matar cuando explotara al
asesino General Valeriano Weyler.
Cuando me
alejaba y me montaba en un carruaje, una explosión estremeció todo el área, El
humo salía del Palacio, se oían gritos, Al poco rato se sabía no le había
pasado nada a Weyler. El único daño fue la destrucción total del departamento
de los inodoros. Weyler seguía vivo. Todo porque la dinamita no era buena. Solo
hubo dos heridos. Haber nosotros trabajado tantos para nada. Nos preguntamos
¿Por qué la bomba no hizo estragos? Supimos después que la dinamita sólo era de
un 10% de sustancia explosiva. Que era
la que se usaba en Estados Unidos. Habíamos perdido el tiempo. Íbamos a poner
otro plan de explosiones que nos habían presentado otros conspiradores.
Volví a New
York a ver a Don Tomás Estrada Palma, por más ayuda. De dinero era imposible
las cajas de la organización estaban vacías, pero la dinamita y los accesorios
me los facilitaría el Dr. Joaquín Castillo Duany. En Tampa se ofrecieron
ayudarme a conseguir la dinamita de buena calidad. El dinero no se pudo
colectar, pero me prometían que al llegar a La Habana, todo se resolvería.
Después de
la explosión la Policía había hecho varias detenciones, un compañero nuestro
cayó preso Alfonso López. El nuevo jefe de la Junta en La Habana, lo fue el Dr.
González Lanuza. En el Palacio se había aumentado la vigilancia. El Asturiano
se encargó de fabricar dos bombas. Que serían puestas en Guanabacoa. Una de
ella iba ser puesta en el Puente de Concha y la otra bomba en el Puente de
Cristina. Ambas bombas explotaron a las nueve de la noche, pero sin grandes daños,
sólo mucha bulla. Solo habían destruido parte de la cañería maestra de agua.
Otro de los complotados, el Sr. Hubert de Blanc, vieron que las bombas no
habían causado el daño esperado.
“El
Asturiano” y yo íbamos hacer el último intento, un hojalatero de nombre Ramón
Pinillos, se comprometió la mejor manera de destruir la cañería maestra de Gas.
Dejamos la bomba con la mecha preparada y nos retiramos después de esperar una
hora, no hubo explosión. Era la noche del 28 de junio de 1896, la calidad de la
dinamita no era buena y también que las mechas eran de baja calidad. Después de
ver todos estos fracasos nos fuimos a la manigua.
El relato
del Comandante Armando André, es la historia de las explosiones en la ciudad de
la Habana en los meses de Abril y junio de 1896, que fueron un fracaso debido a
la mala calidad de la dinamita, y a la falta de otros recursos”. Así término la
historia de las primeras bombas en la ciudad de La Habana.
Como Mataron
al Comandante Antonio André
René León
Al inicio de
la Republica el Comandante Antonio André trabajo en diferentes lugares del
nuevo gobierno republicano en Cuba. Su carácter enérgico le había traído
anteriormente problemas personales con otras personas. En tiempo de la
presidencia de García Menocal, André colaboro en la Junta de Subsistencia en
1918, donde dicen que ambos hicieron
buenos negocios, especulando con la miseria del pueblo. De André se decía no
era muy escrupuloso para el dinero. El periódico El Día era su director.
André quien atacaba ardientemente al presidente Machado por los atropellos que
el gobierno cometía. La hipocresía de sus promesas y los abusos contra los
obreros. La famosa persecución de las prostitutas. Mientras que Machado llevaba
una vida licenciosa, queridas en Trinidad, de familia prominente, con el nombre
de una “Flor”; amantes que llevaba al Palacio Presidencial. André lo ataca
enérgicamente y en especial a la familia del presidente de que tenía una hija
lesbiana. Ya esto había puesto a Machado furioso y ordena el asesinato de André
por uno de sus sicarios. Le preparan una emboscada. Salía del Café Arriete con
rumbo a su casa al llegar a ella y
tratar de abrir la puerta le habían llenado la cerradura de cera dando tiempo a
los asesinos que se supo después eran de la policía, le dispararon con
cartuchos de balines. Muriendo instantáneamente. El error más grande de André
fue atacar la vida privada de Machado y su familia.
El 16 de
agosto hace publicar en su periódico una caricatura donde aparece Machado con
una regadera echándole agua a una “Flor” de nombre Dalia que era la última y
preferida de sus amantes.
En Pensamiento yo escribí una historia llamada “La
Flor”, basada en esta bella mujer. Que la había conocido.
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