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lunes, 1 de enero de 2018

Su Majestad El Café

Angerona
Foto tomada de: Servicios Global

Por: Rene León


La historia que voy a contar hoy es, cómo el café destronó del gusto de la
preferencia de las familias criollas cubanas y españolas al chocolate. Ella da comienzo en tiempo de la colonia. 

El chocolate ya se consumía en México,  mucho antes de que llegarán los españoles. El comercio de los aztecas consistía en productos de agricultura de sus pequeñas industrias. En la agricultura eran el maíz, algodón, flores, aves, frutas siendo el cacao más importante. Como en aquellos tiempos no se conocía la moneda, las compras y ventas se hacían cambiando objetos o mercancías, o valiéndose del cacao para los pequeños negocios. Al llegar los españoles pensaron que su consumo era para ofrecerlo a los dioses, cosa que al pasar el tiempo pudieron comprobar que estaban equivocados. El uso del chocolate se extendería en Cuba y países de Europa.

En su historia sobre Los Indios de México y Nueva España, Fray Bartolomé de las Casas, en el capitulo XXX, dice: "...convidaban a todos sus dioses, trayéndoles comida de la mejor agua. que tenían y podían haber, como sus platos y escudillas de gallina guisada y otras carnes, para beber cacao que fueze todo espuma, que es to más fino y lo que beben los señores y más dignos". '
Planta de café, Foto tomada de: Cafe10.org
Se inicia la siembra del cacao en Cuba en la parte oriental, y al pasar los años, es la zona central, y en especial Remedio centro principal de su cultivo. El historiador e investigador fallecido recientemente Levi Marrero, dice: " Los españoles modificaron la producción del chocolate, eliminando las fuertes especies que adicionaban al cacao los indígenas y reteniendo las especies más suaves, como la vainilla además de añadirle azúcar y canela". El mismo autor dice que Cuba empezaría a importar cacao de Méjico y Venezuela.  Su cultivo se inicia a  mediados del siglo XVII.  

El chocolate no tiene contrario en la mesa de las familias.  Temprano en la mañana, en la tarde o en la noche, se servia en la vasija de moda de aquellos años.  "La Jícara" en la mayoría de las casas.  Pero pronto otra bebida no alcohólica invadiría sus predios.  Muy despacio iría ocupando la mesa y el paladar de las familias, y al pasar los años sería "Su Majestad el  Café"  

Uno de los de tantos viajeros que pasaron por Cuba, C.D. Tying en 1748, escribiria en The stranger in the tropics:  "El cafeto,  pasando de Etiopía a través de Arabia alcanzó las Indias Occidentales a través de Europa.  Van Horn el gobernador de Batavia 1690, habiéndolo cultivado en Java, de semilla procuradas en Mocha, envió una planta a Nicolás Witsen, burgomaestre de Amsterdam, quien la plantó en el jardín botánico de la ciudad, se propagaron otras plantas de sus semillas, y, algunas de ellas, se enviaron a las Indias Occidentales.  En 1718 se hicieron  las primeras plantaciones de café en Surinam, y alrededor de 1728, por los franceses en Martinica; en este tiempo también fue introducida en Jaimaica.  Fue traída a Cuba por monsieur Galabert, en 1748, quien estableció la primera plantación en el Wajay, a pocas leguas de la Habana". En el año de 1767 se informaba a la Corte, que las plantaciones de café, solo alcanzaban para el consumo local, pero no pasarían muchos años sin que la siembra aumentara, y ya en 1790 se exportaban 7,000 arrobas.


Las mejores informaciones sobre su uso se lo debemos a todos aquellos que pasaban por La Habana, y dejaban en sus anotaciones de viaje, lo que veían en la bella isla del Caribe.

En el Papel Periódico de La Habana, No. 1, 1792, Mr. Gentile, Doctor de París, dejó escrito una disertación sobre el café: "Se prepara el café en una especie de chocolatera, esto es un vaso cuya tapadera se halla agujereada en sus centro por donde se puede introducir el palo del molenillo para agitar de tiempo en tiempo el residuo del café durante la infusión. Las justa proporciones deben ser de dos onzas y media de café molido para media azumbre de agua.  Este polvo se echara en el agua cuando hierva bien, e inmediatamente se retirara del fuego de la cafetera y se dejara por espacio de dos horas sobre cenizas calientes, exactamente cerrada, pero se cuidara de agitar el molinillo de cuarto en cuarto de hora a fin de hacer la disolución más completa y después se filtrará".

E.M. Masse, en L'lle de Cuba rt La Habana, p 4, dice sobre la costumbre de tomar café y chocolate en los Cafés mas favorecidos de la ciudad: "...los más favorecidos son los de la Paloma y del Convento.  El primero es lugar de cita de los americanos y viajeros del norte... A un lado se encuentran las mesas de billar, donde sirven refrescos en el mostrador, al otro, se sirve chocolate o café..."

El cultivo se va extendiendo por todo el país, según las estadísticas de aquellos años sabemos que en 1774 sólo había 3 cafetales y en 1827 se registraron 2,067, contra sólo 60 cacaotales sembrados en la isla. El dominio del café era ya una cosa oficial, había desplazado al chocolate. En las mesas de las familias, y en los cafés, se prefería su consumo, aunque no se abandonaba totalmente el de su rival.

Serían los franceses al tener que salir de Haití después del triunfo de la revolución y emigrar a Cuba, en especial se radicarían en la zona oriental. Conocedores del cultivo del café, expandirían esta nueva riqueza en la isla. Pondrían de moda su cultivo en pequeñas áreas de tierra, y con número limitado de esclavos.
Foto tomada de: Lienzo Culinario
Entre los cafetales que hubo en Cuba a principios del siglo XIX, se puede citar el de "Angerona", allá en el camino de San Marcos, en Vuelta Abajo. Sobre el cafetal, diría M. Isidro Méndez, en su Biografía del cafetal. Angerona: "Angerona, la diosa romana del silencio y la fertilidad d.e los campos, excelentemente plasmada en mármol se erguía en el centro de un jardincillo semicircular,..a espalda a la hermosa casa vivienda del cafetal del mismo nombre, cuyo etilo exótico por lo insospechado en aquellos lugares, a todos sorprendía y admiraba...Desde la entrada, iba el camino, como un kilómetro entre ocho filas de palmas y, en son de arriate, distintas matas de flores,  hasta topar la estatua que con el dedo índice de la mano derecha sobre los labios, parecía advertir al transeúntes y visitantes el carácter contristado de sus moradores y el comportamiento silencioso que allí debían adoptar". (R.B.N. 1951)

Cirilo Villaverde diría sobre el cafetal de "Angerona": "La casa principal o según dicen en el campo, la de la vi­vienda, obra magnifica de arte, parecía un templo griego...veían tendales en gran número, los almacenes, molinos, etc., y a la derecha de estos barracones, o mejor dicho la población de los esclavos, ro­deada de una reja alta, con su puerta de hierro..."

La siembra del café se fue extendiendo en el país, desde Oriente pasa­ por las montañas de Trinidad y Sancti Spíritus, hasta Vuelta Abajo. El cho­colate había quedado vencido, un nue­vo rey se imponía en la. isla. Pero como era en nuestra bella isla de Cuba. Azúcar, tabaco, ron, café y demás productos, todos vivían en paz y tranquilidad, reconociendo cada uno de ellos su importancia en nuestro consumo y su valor en su exportación.

Francisco Pérez de la Riva, nos de­jaría la mejor biografía cafetalera cubana. En una parte de su introducción, dice: "Fueron nuestros cafetales testigos de las primeras victorias que por las armas ganaron lo cubanos en los campos luchando en ellos las tropas de Narciso López y encontrando en uno de ellos, la muerte en combate abierto el primer General Español".

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