Carlos
Benítez Villodres
Málaga
(España)
Deseo agradecerle a Antonio Pineda,
excelente amigo, su dibujo, tan genial como resplandeciente, que me hizo. El
mismo me entregó dicho dibujo en el acto cultural celebrado en la Casa de
Granada en Madrid con motivo de la presentación de mi libro “En medio de la
selva”. Dicho evento lo organizó la Fundación “Granada Costa”, con sede en Molvízar (Granada), cuyo presidente
y director es José Segura Haro. Yo sé que, para la creación de esta obra
sublime, mi agradecimiento es ciertamente minúsculo, pues su labor en dibujarme
es extraordinaria.
Antonio es ese
amigo que, aunque, físicamente, se encuentre lejos de mí, su amistad colma de
dicha mi vida. Es evidente que Antonio me entregó su amistad, como yo a él,
porque ambos quisimos que esa amistad creciera, en altura y profundidad, hasta
más allá del horizonte invisible.
Antonio me eligió,
como amigo, con mis cualidades y mis defectos, sin que nadie ni nada
interviniera en su decisión. Por eso, nunca hay suficientes palabras de
agradecimiento para el amigo.
Las personas
pasamos por diferentes etapas, y el
amigo está siempre presente en todas ellas para lo bueno y lo menos bueno que
nos acontezca en nuestro constante caminar por los senderos de la vida. En esta
adhesión continua de amistad, conoceremos, si ese amigo es de verdad o,
simplemente, es falso, y a éste hay que alejarlo de nuestra existencia.
Dicen que quien tiene un amigo tiene un tesoro. Y es verdad. El buen
amigo es un bálsamo para nuestra vida y un antídoto contra las desventuras,
tanto físicas como emocionales, que nos atrapen.
Es evidente que las amistades profundas y sinceras son escasas y, por
eso mismo, es necesario que aprendamos a valorarlas. “No camines detrás de mí, refiere
Albert Camus, puede que no sea un guía. Sólo camina a mi lado y sé mi amigo”.
La auténtica amistad no se ancla por la distancia ni tiene caducidad.
Un buen amigo nunca eclipsa al otro, sino que hace que resplandezca y se
supere.
La amistad se basa en la empatía. Por ello, comprendemos y nos ponemos
en la piel del amigo, es decir, sufrimos con sus adversidades y no alegramos
con sus triunfos.
Una amistad sana y constructiva se encuentra cimentada en determinados
valores: la sinceridad, la comprensión, el afecto mutuo, el respeto, la
confianza sin límites, el agradecimiento, la lealtad… “Un amigo es una persona,
manifiesta Ralph Waldo Emerson, con la que se puede pensar en voz alta”.
El amigo se preocupa sinceramente de ti; quiere entenderte no juzgarte;
te ayuda en las situaciones difíciles; sabe escucharte; es sincero y tiene mala
memoria… “Una de las más bellas cualidades, dice Séneca, de la verdadera
amistad es entender y ser entendido”.
Por todo lo expuesto, asevero que Antonio y yo cultivamos la
imperecedera planta de la amistad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario