Por: Robert Soto
Santana
En los EE.UU. ha ocupado cátedras en
al menos ocho universidades diferentes, y en España ha impartido cursos y
lecciones magistrales en la Universidad
Complutense de Madrid y en la Universidad de
Salamanca.
Su obra poética, desarrollada en
paralelo a su carrera profesional, ha sido objeto de numerosas antologías. Su
estro abarca el difícil género de la poesía afrocubana: así, los poemas
reunidos en “Raíz de Flor y Café” -Primer Premio de Poesía Negra ‘Alfonso
Camín’, Ediciones Universal, Miami, 1998-, cuya creación es como un dibujo del
natural –aunque de ninguna manera calco- del hermanamiento inquebrantable de
los dos grandes hemisferios étnicos de la realidad nacional cubana, sin
recurrir al facilismo del afronegrismo en ocasiones forzado e impostado de
otros autores, politizados con arreglo a esquemas rígidos característicos de
los prejuicios ideológicos marxistas.
En su poema “Razón del Hombre
Ausente”(del libro “Dimensión del Alba”, New York, 1992), reivindicando el
marchamo irrenunciable de desterrado, grabado a fuego en su espíritu, proclama
espléndidamente su esperanza intacta en la rehabilitación de la Patria , y en una magnífica
síntesis intimista describe los símbolos de ese desarraigo, que atesora en su
hogar: “-Una imagen de Cristo, una bandera,/un viejo retrato de mi abuelo,/una
paloma herida y un escudo-./Es como la entraña misma de la patria/exiliada en
mi entorno,/”.
En su más reciente poemario, “Cuando
queda el sueño”, son paradigmas de sus preocupaciones vitales señeras las
composiciones “Cuba, nostalgia y
compromiso” –un canto encendido a la sanación necesaria, cauterizante, de
las imposturas con las que el comunismo ha inficionado las mentes de sucesivas
generaciones, y del planteamiento de la subsiguiente recuperación del “amor y
la concordia en una Cuba Martiana para siempre”; “La patria, sí tiene alma”, una censura de la profanación del
“santuario/del ideario martiano/con repugnantes consignas/de doctrinas
indolentes./”, con palabras de rebeldía frente a la ignominia cometida, en las
que reitera que “La patria no muere nunca/en el pecho de un buen hijo,/y
repudia el ateísmo/de extranjeros despreciables/cual malvadas alimañas ,/y de
los cubanos ruines/que denigran nuestra historia/”; y, entre otras muchas, “Libertad” y “José Martí”, acrósticos reivindicadores de la dignidad zaherida y
de los derechos atropellados del pueblo cubano.
La evocación permanente, por parte
de este autor, del ideario martiano y de la dimensión humana de José Martí
vibra, elocuente, en “Martí, Apóstol de
América”, una completa etopeya, que culmina en una invocación final que es
un clamor: “¡Oh José de luz y derroteros/tu espíritu está exiliado entre
nosotros!/Pon la antorcha en la frente de un cubano/para hacer a la patria
independiente./”.
Acosta se ha mantenido en el culmen
del impulso creativo, de lo que es muestra su ingreso como Colaborador en la Academia Norteamericana
de la Lengua Española
y como miembro de número de la
Academia de la
Historia de Cuba (Exilio).
Su poesía ha estado volcada en todo
momento en cantar a Cuba, a sus bellezas y a su legítima aspiración de ver
instaurado un régimen de libertades para todos los cubanos (como muestra, por
todas, la estrofa de su “Letanía de los ismos”, escrita en enero de 2010, que
dice “Yo siempre escribo lo mismo/de mi patria tan querida/pues quiero sanar su
herida/sepultando el comunismo”).
El más reciente galardón individual
del Dr. Acosta ha sido la aceptación, por parte de la Real Academia española, con
sede en la calle Felipe IV en Madrid, de su iniciativa de incorporar el vocablo
“martianismo” al corpus del Diccionario de Americanismos patrocinado por la Asociación de Academias
de la Lengua Española.
Este logro ha sido el excepcionalmente meritorio colofón de la dedicación de
toda su vida por parte del Dr. Acosta, entre otros empeños, a la difusión y el
reconocimiento de la obra y del ideario martianos, en emulación de aquellos
cimeros estudiosos que fueron Gonzalo de Quesada y Aróstegui y su hijo Gonzalo de Quesada y
Miranda.
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