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sábado, 1 de febrero de 2014

Con los Pobres de la Tierra

 (Noviembre/diciembre, 2005)
Eliana Onetti (†) Cuba
            Dijo el poeta:
Con los pobres de la Tierra
quiero yo mi suerte echar.
El arroyo de la sierra
me complace más que el mar.
            ¿Es la pobreza una condición "sine qua non" de la sociedad?  Resulta irónico, sin embargo, que Pobreza o Paupertas fuese entre los antiguos la divinidad alegórica "madre de todos los bienes" según Aristófanes  e inventora de las artes según muchos. Cuenta la leyenda que, tras unirse a Paros, dios de la Abundancia, tuvo de él al Amor. Hoy, sin embargo, hablar de pobreza es para nosotros hablar de escasez, de falta.
            Y al hablar de pobreza, es necesario hablar también, ¡cómo no! de caridad. Pero ante todo, tenemos que conocer y saber reconocer las diferentes clases de pobreza. Existe la pobreza material, la pobreza intelectual y la pobreza espiritual. Y la caridad, que es a la pobreza lo que el antídoto al veneno, debe saber discernir para poder aliviar.
            Porque la caridad que se contenta con una lismona de moneda o pan es caridad de un hora, que palia el mal, pero no lo erradica. La verdadera caridad, la caridad positiva es la que busca el modo de eliminar la pobreza de manera radical y duradera.
            Para ello, es necesario eliminar primero las otras dos pobrezas -aunque entre tanto se logre este objetivo, el reparto de pan sea necesario- porque sólo cuando el hombre es intelectualmente rico y espiritualmente fuerte logra, por sí mismo, eliminar su pobreza material.
            El que es pobre de espíritu es siempre débil. Se acoquina y se encoge ante las dificultades y no sabe cómo lograr que su miedo no se traduzca en cobardía; la cobardía que lo paralizará irremisiblemente impidiéndole  afrontar -y vencer- escollos y dificultades.
            El que es pobre intelectualmente -entiéndase incapaz de pensar y llegar a conclusiones propias para actuar en consecuencia- carece de las herramientas imprescindibles para labrar su propio presente y, por ende, mucho menos su futuro.
            Ambas pobrezas, por lo tanto, desembocan en la tercera: la pobreza material que necesita pan y monedas.
            Sin embargo, no es bueno olvidar que también convive, en nuestra sociedad actual, la pobreza aparente con esa pobreza real que tan necesitada está de Caridad. Esa pobreza aparente es hija legítima del bienestar y se le reconoce por su afán consumista. El pobre aparente es aquél que puede satisfacer sus necesidades reales pero no tiene suficiente para colmar sus ambiciones innecesarias. Ese pobre lo es sólo por comparación; no en esencia. Y es, por su eterna e insaciable insatisfacción, un elemento perturbador de la paz social porque su propia infelicidad contagia el ambiente y crea malestar. Y no es cierto que sea más feliz quien más tiene; sino quien menos necesita.
            Estamos inmersos en una vertiginosa carrera donde quien primero llega a la meta es quien más "tiene": más televisores, más videos, más y mejores coches, más, más, más... y no nos damos cuenta de que, en ese afán acaparador, perdemos la oportunidad de vivir.
            Triunfador no es sólo el que alcanza reconocimiento, notoriedad y dinero a espuertas. También triunfa el que, anónima pero plácidamente, se dedica a "SER" espiritual e intelectualmente un "HOMBRE DE BIEN".


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