Yamira Rodriguez Marcano
Tomado de: Habana Radio
La información más antigua localizada sobre el inmueble Oficios No. 359 esquina a Luz, data de finales del siglo XVIII, exactamente del año 1791, cuando fue hipotecada por su propietario Don Francisco Javier Rodríguez a favor de Bartolomé Justiz y Calvo por la cantidad de 1 000 pesos. Entonces era descrita en la Antigua Anotaduría de Hipotecas, como “una casa alta y baja de rafas, tapias y tejas situada haciendo esquina a dos calles la una que titulan de la Luz, y la otra de San Francisco, lindando por esta con la de Don Juan Manuel de Miranda y por la otra con la de Don Masia Poreda”.
Una fotografía de finales del siglo XIX, permite apreciar la casona del siglo XVIII, cuya privilegiada posición esquinera, haciendo frente a la plazuela de Luz, le dejaba disfrutar de las visuales hacia el mar y la Alameda de Paula. Era entonces una casa de dos niveles, con techo de armadura, vanos simétricos, balcón corrido que circundaba la esquina, guardapolvos sobre los vanos del nivel superior, y portada con entablamento de doble friso, quebrado y adelantado sobre la prolongación de las pilastras adosadas que enmarcaban el vano.
En 1812 la casa pertenecía a Doña Dolores del Castillo, continuaba siendo descrita como casa de altos y consta que poseía cuatro accesorias. El siguiente propietario de quien se tiene conocimiento fue Doña Jacinta González Larrinaga. De sus manos pasó el inmueble, en 1871, a Doña Josefa de la Cruz y Goicochea, quien la testó a favor de su nieto Don Ignacio Sandoval y Laza, su propietario desde 1876. El precio líquido de la casa en aquel momento era de 89 269 pesos 81 ¾ centavos.
Por esta época, el inmueble fue reedificado según los códigos constructivos del siglo XIX, empleando los sistemas de viga de madera y losa, techos planos, cubierta de azotea, e introduce el entresuelo. Estilísticamente se asoció al neoclasicismo, con una distribución simétrica de los vanos en cada nivel, y sobre ellos, en la planta alta, los guardapolvos, cornisa clásica y pretil corrido. En la fachada de muros lisos sobresalen las ventanas enrejadas, tanto del entresuelo como de la planta principal, donde el diseño de rejas destaca por su alto grado de elaboración, y su forma evoca los balcones limeños de la etapa colonial. Únicos de su tipo en La Habana Vieja, luego de la reconstrucción del edificio en el siglo XX, solo se conserva uno.
No es hasta entrado el siglo XX que aparece una descripción de la casa en el Registro de la Propiedad, que hace referencia a la edificada en el siglo XIX: “Está construida en una parcela de terreno formada por un polígono irregular de seis lados, midiendo 27m con 25cm en su frente a la calle de Oficios; 24m con 60cm en su lado derecho, colindante con la casa Oficios No. 31; 7m 30cm y 22m 20cm respectivamente en su lado izquierdo o frente a la Plazoleta de Luz y 15m 55cm respectivamente en su fondo, colindante con el fondo de la casa San Pedro No. 28”. Ocupaba una superficie de 640m².
Acorde con su época de reconstrucción, se decía entonces que el inmueble estaba conformado por planta baja, entresuelos, principal y habitaciones construidas en la azotea. Sus muros de fachada eran de sillares, mientras que los interiores eran de mampostería; los techos eran de viguetería y tablas, la cubierta de azotea y tejas canal, y los pisos de variados materiales, como cemento, mosaico y mármol.
A finales de 1924 Don Ignacio Sandoval y Laza, propietario de la edificación por casi cincuenta años, y vecino de España, la vende por 100 000 pesos oro a los hermanos Eusebio, Basilio y Antonio González y Orejas, por terceras e iguales partes. Comenzando el año 1925, los nuevos dueños de Oficios No. 33 entonces, dieron en arrendamiento, al español José Santana y Viera, el local que ocupaba el ángulo de la casa formado por las calles Oficios y Luz, ocupado por una vidriera para tabacos y cigarros. El local medía 2m 84cm por la calle Oficios y 2m 49cm por Luz, ocupando una superficie de 6m 87cm². El contrato de arrendamiento estipulaba que el señor Santana y Viera no podía dedicar el local arrendado a ningún otro giro que no fuera el especificado, que por demás, era el que tenía en aquel momento, y que estaba obligado a abrir y cerrar la vidriera a las mismas horas que se abría y cerraba el establecimiento de café en cuya esquina estaba instalado. De aquí se deduce que con anterioridad a la mencionada fecha de 1925, ya existía en la edificación un café, en cuya esquina se encontraba ubicada una vidriera de tabacos. En 1924, según el directorio Bailly-Baillière, la sociedad González y Hermano era propietaria del negocio de hotel y restaurante La Victoria. Además, aunque no conste en documentos, en una fotografía de finales del siglo XIX aparecen los locales de planta baja de la casa ocupados por varios comercios, entre ellos uno llamado La Victoria.
Entre las condiciones del contrato también se mencionaba que el plazo del arrendamiento era de 6 años a contar desde el primero de enero de 1925 y el precio 80 pesos moneda de Estados Unidos de América, mensuales, suma en la que se incluía el disfrute de una luz eléctrica instalada en un lugar adecuado para el alumbrado del referido local. Igualmente se mencionaba que el arrendatario no podía, sin permiso por escrito de los dueños, llevar a cabo ninguna obra que modificara o alterara la estructura de la parte de finca arrendada. Los arrendadores, por su parte, se comprometían a no permitir que, durante el término del contrato, se vendieran en la casa Oficios No. 33 cigarros y tabacos que no fueran los de la vidriera del Sr. Santana y Viera.
El mencionado directorio Bailly-Bailliere de 1924 refiere los siguientes comercios en la plazoleta de Luz: kioskos de bebidas por la calle Oficios, la Estación Fesser por San Pedro y en la Alameda de Paula, el Café Luz de Menéndez y Fernández, la peletería La Marina de Juan Cot y una vidriera de tabacos y cigarros de Antonio Naredo. En esta época, en la casa Oficios No. 33 radicaban, además del hotel y restaurante La Victoria, la vidriera de tabacos de Andrés Fernández, la barbería de Feliciano Moneo y en los altos de la edificación, las oficinas del contratista y agente marítimo y comercial Francisco J. Fatx.
Poco después, en febrero del propio 1925, los dueños de la casa volvieron a firmar un contrato de arrendamiento, en este caso con los señores Luis Valdés y González y Manuel Iraola y Álvarez. La parte de casa arrendada fue la planta baja y los entresuelos de la finca, con excepción del local que ocupaba la vidriera para tabacos, cigarros y quincalla del Sr. Santana y Viera.
Esta bella escritora cubana, sus articulos de historia de la ciudad de La Habana, son muy interesantes y bien escritos. La felicito de todo corazon.
ResponderEliminarRene Leon
Tampa, Fla.