Billete de lotería del 21 de diciembre de 1921.
Tomado de: Cuba Material
René León
Recuerdo que cuando me mude para Tampa, conocí al
ya desaparecido Tony Pizzo, tampeño, historiador de la ciudad, fundador de la
Tampa Historical Society y su primer presidente. Un día empezamos hablar de ese
ayer maravilloso que se iba alejando de nuestras vidas; pero hay personas que
lo llevamos muy adentro. Le decía a él que había leído su artículo sobre “El
Bolitero”, publicado en The Sunland Tribune, órgano oficial de la Sociedad, con
fecha de diciembre de 1983. El me habló de lo que él recordaba de cuando era
joven, y del primer “Bolitero” que hubo en Ybor City, que era de origen español
y se llamaba Manuel Suárez, le decían
“El Gallego”. Este señor había tenido un salón en Key West y se muda
para Ybor City, por la importancia que iba cogiendo la nueva ciudad. Fue el que
introdujo la “Bolita” en Tampa, siendo aceptada por los hispanos y americanos.
Al principio se jugaba en algunos centros de trabajo, después se jugaba en
todas partes. En las fiestas sociales era una manera de recoger fondos para los
grupos sociales. “El Gallego” abrió un salón en el edificio Sevilla, que se
encontraba en la esquina de la calle 14 y la avenida 9. Pizzo me contaba la
historia, sonriendo y recordando tiempos ya pasado.
Le hable de
mis recuerdos, de cómo la “Bolita” llegó
a Cuba. Según la historia vino desde Francia, después del triunfo de la
Revolución Francesa, se jugaba en los clubes de moda. También se utilizó para
escoger a los que iban a ser ejecutados en la guillotina, que se les asignaba
un número, y cuando salía el número se buscaba al que lo tenía y era el que
moría en ese momento. Esta costumbre llega a España, donde ya se jugaba la
lotería desde el reinado de Carlos III, o sea desde 1763. En Cuba en tiempo de
la colonia se vendían los boletos de la lotería, que se jugaba una vez a la
semana.. Pero al hacerse popular la “Bolita”, le fue ganando popularidad a la
lotería. Cuando se empiezan a introducir en Cuba a los chinos “culies” a
principios de 1840, como obreros asalariados (esclavitud disfrazada), al pasar los
años, después de la Guerra de los Diez Años (1868-1878), los chinos ya
liberados empiezan a introducir la “Charada China” en el juego de la “Bolita”.
La figura del chino con los números que tenían un significado, de persona o
animal del 1 al 36, se hace popular en la Cuba colonial. Los chinos, dedicados
en su mayoría en esa época a las labores del tren de lavado, la verdura, la
bodeguita, o como cocinero de las familias de dinero. El Dios de la charada era
amado por todos. Había personas que consultaban a una espiritista, porque las
había que decían que ellas podían darle
el número agraciado a los que la visitaban. Se daban su despojo de hierbas, se
invocaba a algún santo, y a apostar y esperar el número ganador. Volvían al día
siguiente y le preguntaban a la espiritista por qué no tenían suerte y ella le
mandaba a darse tres baños de agua bendita, con colonia barata, con pétalos de
rosa. Y si todo fallaba, la respuesta común era: “Mi amor lo que tienes arriba
es un chino encaramado de salación”. En tiempos de la República, hasta 1958, se
jugaba la “Bolita” que se conocía por el nombre de los banqueros fuertes en
dinero como de “Castillo” y “La China”.
Me decía
Pizzo, que la “Bolita” mientras fue el “Gallego” su patrón sólo permitía
jugadas de cinco y diez centavos, y sólo en algunos casos no más de un dólar.
Después los reyes del juego fueron conocidos uno por Pote y los hermanos
Serafín y Rafael Reina, dueños del café “El Dorado”. Me contaba que al
principio se jugaba de la siguiente forma: Dentro de una bolsa de tela burda se
ponían cien números, en forma de bolas. El vendedor después de vender todos los
números, anunciaba que se iba a abrir la bolsa. Se buscaba alguna persona de la
concurrencia, se cogía una tijera, y se daba un corte a la bolsa, de donde se
extraía una bola, para saber el número agraciado.
Billete de lotería, 1951. tomado de: Cuba Material |
Mi mente,
por un momento se traslada a mi Habana, me veo caminando por las calles de
aquella bella ciudad, hoy destruída. Los bocinazos de los autos de alquiler van
sonando, los vendedores de periódicos dan al aire las noticias de última hora
en la noche.; los transeúntes van caminando por las calles. Cerca, en el
Malecón las parejas de novios caminan abrazados, se dan un beso soñador, la
luna los observa, frente a ellos ese bello mar tropical, el cielo lleno de
estrellas que van alumbrando la noche. La música sale de la vitrola de los
bares o de las bodegas, se juega al cubilete, otros parados en las esquinas
haciendo cuentos. Por la acera de enfrente va caminando una mulata de cuerpo
escultural y caderas bien formadas. De la boca de uno de aquellos hombres sale
un piropo hacia la escultural cubana.
Ella no mira, se hace la que no oye, ríe y sigue su camino, con su caminar
sensual. De pronto, suena un cañonazo, son las nueve. Es el cañonazo que sale
de los vetustos guardianes de la época colonial, que anuncia como en tiempos de
antes, que es hora de dormir. En ese momento sale el número agraciado, en las
quincallas o vidrieras donde se apunta la “Bolita”, se anota el número ganador.
En aquellos tiempos vivíamos como en familia. La Habana era una ciudad ingenua,
atractiva, bullanguera, donde se vivía sencillamente. Que no daría yo y muchos
por volver por un momento a aquellos recuerdos de mi niñez, de las cosas que
uno vivió y gozó, que permanecieron para siempre incólume, en nuestro recuerdo.
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Muy real, el artículo del Dr. René León sobre El Bolitero y la cos-
ResponderEliminartumbre de jugar a la bolita , que existió, por muchos años, en la Cuba anterior a Fidel Castro. Jugar a la Bolita era, en mi pueblo Madruga ,en la Prov. de la Habana , una costumbre muy arrai-gada.Era casi una necesidad el probar la suerte, sino todos los
días, al menos una vez por semana. Cada cual invertía los centavos que pudiera, con la illusion de resolver algún problema hogareño si se sacaba la bolita.
La crónica del Dr. León refleja, con mano maestra, la afición difusa del cubano -el de hace medio siglo y también el de hoy en día- por los juegos de azar consistentes en la premiación del acierto en la apuesta por determinados números -de entre la secuencia de disponibles- que resultaran escogidos a ciegas en un bombo, una bolsa, una canasta o análogo receptáculo. Y que, efectivamente, como recuerda quien esto escribe, la "bolita" -a pesar de su teórica ilegalidad- era un juego diario (en el que a participaba cada jugador a través del "apuntador" o recogedor de apuestas -actuante en cada barrio de cada población, y en las "vidrieras de apuntación" de conocidas esquinas- cuya identidad era pública y notoria- a determinados números comprendidos entre el 1 el 100). Los "bancos" de apuntaciones o centros de apuestas, cuyos dueños no fueron jamás del conocimiento público, eran conocidos por los nombres de Castillo, Campanario y La China. Y jugaba todo el mundo, incluidos los agentes de la Policía Nacional -supuestamente encargados de la persecución del juego ilícito-. Todo esto, aparte de la existencia de la Lotería Nacional cuyo sorteo se celebraba una vez a la semana, con un esquema idéntico al de la actual Lotería española. Pero no se consideraba una actividad "mafiosa", "gangsteril" o vergonzosamente perniciosa, ya que las cantidades que se jugaba cada persona estaban en torno a los cinco centavos (cuando el salario de un trabajador promediaba tres pesos diarios, según las estadísticas de la Organización Internacional del Trabajo).
ResponderEliminarLeyendo esta excelente crónica histórica y costumbrista, viene a la mente que en 1959 fue sustituida en Cuba la Lotería Nacional por los sorteos del INAV (Instituto Nacional de Ahorro y Viviendas), a cuyo frente fue puesta la primer teniente del Ejército Rebelde, Pastorita Núñez -antigua militante del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), encabezado por el senador Eduardo R. Chibás, quien se había suicidado en 1951, y colaboradora del Movimiento 26 de Julio, liderado por Fidel Castro, durante la etapa insurreccional entre 1956 y 1958, a cuyo servicio estuvo encargada de la extorsión a las compañías azucareras, durante la zafra de 1958, de quince centavos por saco de azúcar (lo que produjo una rapiña de varios millones de pesos), bajo amenaza de quemarles los centrales y los sembrados de caña. En 1968 cesó en el INAV y en 1975 se jubiló -a los 54 años de edad-.Falleció el 26 de diciembre de 2010, se puede decir que "en olor de santidad revolucionaria" (habiendo sido declarada "Heroína Nacional del Trabajo" en el año 2000), aunque su ancianidad decidió pasarla bajo los cuidados y al abrigo de la Congregación encargada del Asilo de Ancianos Santovenia, las Hermanitas de los Ancianos Desamparados (¿por qué motivos no prefirió ponerse en manos de los destartalados, mal provistos, y muchas veces carentes de higiene, hospitales públicos? Acaso sobre la pregunta -por demás, confesadamente retórica-, por razones obvias).