Una enfermera recién llegada de Cuba se puso a trabajar aquí en un Hospital y sorprendida me dijo: ¡Qué cantidad de ancianos con ALZHEIMER'S hay aquí, en Cuba no teníamos eso! Se equivoca, en Cuba sí los teníamos, lo que pasaba era que no le dábamos importancia a eso y sólo decíamos: ¡El pobre, Toribio ya está chocho, no le hagan caso! - (Además no se le decía eso de Alzheimer's, se le decía arteriosclerosis)
La característica principal de esa enfermedad es que los ancianos pierden la memoria solamente de las cosas inmediatas, las que pasaron hace un mes, una semana, ayer, hoy o hace un ratico. En el caso específico de los cubanos son fuentes inagotables de información histórica para las nuevas generaciones.
Si le preguntas quién fue el que gritó ¡Tierra! al divisar a Cuba en 1492 como un rayo va a contestar ¡Carijo, chico, Rodrigo de Triana! Por cierto, dicen que al desembarcar se encontró con la bella indita cienfueguera Guanaroca. Tal parece que él estaba montado en La Pinta. - (cuando desembarcó, todavía no existía Cienfuegos)
El viejo cubano pone la cafetera en la hornilla, prende la candela, a los tres segundos olvida eso y hasta puede coger fuego la cocina. Acto seguido nos puede dar una conferencia, con lujo de detalles y con fechas exactas, sobre la época del Machadato. - mientras la cocina arde)
Usted le pregunta a un viejo cubano de 95 años: Pancho ¿qué comiste ayer? y no se acuerda, pero pregúntele ¿Qué día se cayó Machado? y al segundo nos responde: ¡Chico, fue el 12 de agosto del año 33! Sí lo aprieta un poquito, le dice hasta la hora.
Yo he estado en una boda, el abuelo de la novia está ahí sentado, la gente dice: ¡El pobre Tiburcio ya perdió la chaveta, no sabe ni que es su nieta la que se casa! Para hacer la prueba, yo me le he acercado y le he preguntado: Viejo, ¿cómo se llamaba el vicepresidente de Batista?. Don Tiburcio me mira seriamente, piensa un ratito y dice: ¡Guas Inclán, concho!
Un ancianito cubano se sienta junto a su señora por DOS SEMANAS a ver la telenovela EVA LUNA y no tiene la menor idea del nombre de la actriz, y en el momento menos esperado le dice a su mujer: Vieja, ¿te acuerdas de aquella novela que escuchábamos en la radio hace 60 años con Mary Munné? La verdad es que ¡ésa si era una actriz de carácter!
Usted puede llevar a un anciano cubano mil veces al mismo restaurante, y olvídese de preguntarle ¿cómo se llama ese restaurante? porque no tiene ni la menor idea. Sin embargo, nos puede decir: ¡Compadre, cómo me gustaron aquellos mojitos que me tomé en la Bodeguita del Medio, el 25 de diciembre del 56!
¿Cómo es posible que un viejito cubano no se acuerde si hoy a las 12 del mediodía se tomó una sopa de fideos o un potaje de garbanzos, y nos pueda decir con una facilidad tremenda que su maestra de tercer grado se llamaba Mercedes Carrión?
Un anciano cubano de 95 años no tiene ni la menor idea de que la esposa de su nieto se llama Joan y recuerda perfectamente que la mujer de Carlos Prío se llamaba Mary Tarrero. Y dicho de paso, sentí mucho cuando se murió recientemente porque ésa era la mujer que más me gustaba cuando yo era un niñito. - (ni tan niñito, eh)
Resulta increíble que el anciano cubano haya olvidado completamente los nombres de sus vecinos que viven al lado desde hace 25 años, y se acuerde perfectamente bien que el 15 de noviembre del 56 él estaba presente en el Stadium del Cerro cuando Orestes Miñoso metió tremendo jonrón y la bola bailó el cha-cha-chá.
Usted convive con un viejo cubano que ya tiene la mente perdida y lo monta mil veces en su Toyota Tercel y cada vez que se monta en el carro usted insiste en decirle: Mira, Cheo, éste es un Toyota y, si le pregunta 10 minutos más tarde: ¿Qué carro es éste, Cheo?, dice: Yo qué sé, chico, a mí qué me importa eso, no me acuerdo. Pero, pregúntele: Cheo, durante tu juventud ¿qué tipo de carro manejabas en Cuba? ¡Oh, y ahí sí que tiene memoria de elefante! Nos dice: Compadre, era un Ford del año 50, gris, de dos puertas. Lo compré el 22 de marzo del año 51, a las 3 de la tarde, en una agencia que quedaba en la calle Campanario en La Habana, el que me lo vendió se llamaba Joseíto González.
Y así mismito es el "American Alzheimer's", en inglés; no es distinto.
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