Inicialmente concebida como la respuesta estadounidense a la Torre Eiffel , la diversión
veraniega se convirtió en la seña de identidad del esparcimiento estival
Más de 3,000 luces adornaban la noria de feria
Junio de 2015
Tomado de: Smithsonian.com
A
fines del año 1890, al eminente arquitecto Daniel Burnham se le encargó
convertir una pantanosa milla cuadrada de Chicago en una atracción que
asombrara al mundo. Para ello, reunió a un equipo de primeras figuras del
diseño y les dio una sola directiva: “No hagan planes pequeños”. Burnham
trabajaba bajo la sombra de una construcción levantada el año anterior en
París, una elegante estructura de acero que se alzaba en el aire hasta una altura
de mil pies.
Pero
nadie en los Estados Unidos tenía una respuesta para la Torre Eiffel. Sí había
propuestas para una torre rodeada de raíles a distantes ciudades, que les
permitiera a los visitantes deslizarse a sus casas; otra torre desde cuya cima
los huéspedes serían lanzados en vagones impulsados por gruesas cintas
elásticas de caucho –un anticipo del “puenting”-. El mismo Eiffel propuso una
idea: una torre mayor. Gracias, pero no,
gracias. Según tomaban cuerpo los planes para la Exposición Colombina
Mundial en Chicago, había un vacío en el sitio donde un signo de exclamación
debía figurar. Burnham habló ante un grupo de ingenieros empleados en el
proyecto y les reprendió por su falta de imaginación. Les dijo que, para evitar
una humillación, debería ocurrírseles “algo novedoso, original, atrevido y único”.
Uno de ellos, George Washington Gale Ferris Jr., un ingeniero de 33 años
oriundo de Pittsburgh, cuya compañía tenía la tarea de inspeccionar el acero
utilizado por la feria, tuvo una idea luminosa y rápidamente diseñó una enorme
rueda rotatoria de acero. Tras añadirle especificaciones técnicas, compartió la
idea con Burnham, quien opuso reparos a las delgadas barras que llevarían a las
personas a una altura mayor que la de la recientemente inaugurada Estatua de la Libertad. “Demasiado
frágil”, dijo.
Ferris
no fue el primero en imaginar una noria como ésta. En realidad, un carpintero
llamado William Somers estaba construyendo norias de 50 pies de dimensión en
Asbury Park, en Atlantic City y en Coney Island. Las llamaba “rotondas”, e
incluso había patentado su diseño. Pero Ferris no solamente había sido retado a
pensar en grande, sino que la enorme asistencia que se esperaba en la feria le
inspiró a apostar en grande. Gastó $25,000 de su propio dinero en estudios de
seguridad, contrató a más ingenieros, buscó a inversores. El 16 de diciembre de
1892 su noria fue escogida como la respuesta a Eiffel. Medía 250 pies de diámetro, y
llevaba 36 cabinas, cada una capaz de albergar 60 personas.
Más
de 100,000 piezas componían la noria de Ferris, en particular un eje de 89,320 libras que
tenía que ser montado sobre dos torres que se elevaban a 140 pies desde el suelo.
Inaugurado el 21 de junio de 1893, fue todo un glorioso éxito. En el transcurso
de las próximas 19 semanas, mas de 1.4
millones de personas pagaron 50 centavos por un recorrido de 20 minutos
y el acceso a un panorama aéreo que pocos habían contemplado nunca. Un
reportero llamado Robert Graves escribió que “Es una sensación indescriptible
la de dar vueltas a través de una órbita tan vasta dentro de una jaula de
pájaros.”
Pero
cuando las puertas de la feria se cerraron, Ferris quedó inmerso en una maraña
de pleitos judiciales relativos a la noria, en torno a las deudas que había
contraído con los proveedores y las que la feria le debía a él. En 1896, en
bancarrota y enfermo de fiebre tifoidea, falleció a la edad de 37 años. Una
compañía de desguaces compró la noria y la vendió en 1904 a la Exposición montada en
St. Louis sobre la Compra
de Luisiana. Dos años más tarde, se la dinamitó para hacer chatarra de ella.
Así
murió la única noria Ferris oficial. Pero la invención subsiste en los
numerosos imitadores inspirados por la atracción que Ferris hizo posible. El
icono inmortal de Eiffel es indiscutiblemente una pieza única. Pero en los paseos marítimos, ferias campestres y
verbenas alrededor del mundo, millones giran a través del cielo en norias que
brillan con luces de neón, y experimentan la sensación que años más tarde Joni
Mitchell describió con palabras: “Lunas y junios y norias de Ferris –cantó
ella- “la mareante manera de bailar que sientes”. Los pasajeros veraniegos
saben exactamente lo que ella quiso decir.
Traducido por: Dr. Roberto Soto Santana
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