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miércoles, 1 de junio de 2016

Los halcones nos vigilan


Madrid. La primera ‘halcona castiza’; nació en Madrid y ha vuelto para criar. / J.M. CRUZ

La moda viene de América: el regreso del halcón peregrino a las ciudades y las webcams colocadas en los nidos permiten contemplar el espectáculo de la vida salvaje entre rascacielos y tejados

El ave más veloz del mundo ya criaba en las ciudades en la Edad Media. Ahora vuelve para quedarse... y no es para que mate palomas y estorninos. «Eso es poco realista», razonan los biólogos. Un halcón solo suele cazar una presa al día

INÉS GALLASTEGUI |

3 diciembre 201500:30

El cazador se eleva a cientos de metros de altura y otea sus dominios en busca de presas. Cuando encuentra una, se lanza en picado a más de 300 kilómetros por hora. La víctima, sorprendida, no puede hacer nada para defenderse: a esa velocidad, el impacto de las garras es letal. Todo transcurre en segundos, en pleno vuelo. Después, la rapaz busca un lugar tranquilo y solitario donde posarse y comer. De su captura solo quedan la cabeza, las patas y un revoltillo de plumas. Es el ciclo de la vida.

EL ANIMAL MÁS RÁPIDO DEL PLANETA
Una especie fascinante

La subespecie española, el ‘Falco peregrinus brookei’ es una rapaz de tamaño medio:las hembras alcanzan 1,20 metros de envergadura y 900 gramos de peso,
mientras los machos apenas miden 1 metro y pesan medio kilo. Monógamo y territorial, vuela a una velocidad de crucero de 100 km/hora, pero en sus picados de caza supera los 300. Las alas en punta le dotan de una agilidad acrobática y el pico pequeño y los dedos largos de uñas afiladas facilitan el agarre de sus presas a gran altura.

¿Qué es el ‘hacking’?

En España, la ciudad pionera en la reintroducción del halcón fue Barcelona, en 1999, seguida por Salamanca, Valencia, Zaragoza y Granada, entre otras. El ‘hacking’ consiste en colocar pollos nacidos en cautividad en cajas-nido en un edificio alto: al tratarse de aves filopátricas, es probable que cuando alcancen la madurez sexual elijan para criar el lugar que identifican con su ‘infancia’. Los pollos son alimentados por sus cuidadores, pero ellos no lo saben, porque reciben la comida a través de unos orificios en la caja. A medida que crecen se les facilitanpresas vivas –atadas– para que se hagan la ilusión de estar cazando. Este detalle es importante: si se relacionan con humanos, la impronta podría alterar su capacidad para volar o cazar.

2.800 parejas de halcón peregrino hay en España, según SEO/Birdlife. Es una especie protegida, porque su situación es delicada, aunque no está en peligro de extinción.

Lo asombroso es que esta vertiginosa escena de caza no se desarrolla en la naturaleza, donde reina la ley del más fuerte, sino en el cielo de una ciudad. Debajo del halcón y la paloma hay edificios, ruido, coches, contaminación y un montón de seres humanos enfrascados en sus cosas.

Pero no todos viven ajenos a esa isla de vida salvaje en las alturas: cada vez más gente disfruta de este espectáculo que la naturaleza regala a los urbanitas. El halcón peregrino ha vuelto a las ciudades, donde ya criaba en la Edad Media, y lo ha hecho para quedarse. En las poblaciones hay edificios altos con oquedades –similares a los cortados rocosos naturales y a los acantilados costeros– donde puede posarse para descansar, comer o criar a sus pollos sin sentirse amenazado por la presencia de otros animales a mayor altura. En los núcleos urbanos no hay cazadores y apenas depredadores –como los búhos reales– ni rivales. Y para colmo, el alimento es casi ilimitado: las palomas urbanas, una auténtica plaga que deteriora los monumentos, transmite enfermedades y causa quebraderos de cabeza a muchos ayuntamientos, proliferan por decenas de miles. La despensa se completa con tórtolas turcas, gorriones, cotorras, vencejos y estorninos.

El halcón peregrino es una especie distribuida por casi todos los rincones de la Tierra. En Estados Unidos su supervivencia se vio gravemente amenazada a mediados del siglo XX por la contaminación con DDT y otros pesticidas. En los años 70 la ONG The Peregrin Fund inició un programa de protección que ha supuesto la liberación en la naturaleza de más de 4.000 ejemplares criados en cautividad, de modo que esta rapaz salió de la lista de especies en peligro de extinción en 1999. Solo en Nueva York hay más de 70 nidos en puentes, iglesias y rascacielos y miles de personas siguen sus peripecias mediante telescopios, prismáticos o a través de las webcams. El nacimiento de las crías es casi un acontecimiento social. Algo similar ocurre en Canadá, Reino Unido o Alemania, países en los que la ornitología tiene una gran tradición.

‘Gran Hermano’ animal

España sigue la tendencia. Barcelona, Valencia, Granada, Zaragoza y Salamanca son algunas de las urbes en las que se han desarrollado programas de reintroducción de la especie, mientras que en Madrid la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife) ha apoyado el regreso de la población natural: en la capital hay siete parejas anilladas criando en torres y azoteas como las del Museo de América, el Hospital Gómez Ulla o la torre de telecomunicaciones del Pirulí, de 220 metros. En la mayoría de estas ciudades, los ayuntamientos o las ONGs han instalado webcams en los nidos urbanos para que los aficionados puedan asistir en directo a la puesta de huevos, la cría de los pollos, sus primeras prácticas de vuelo, a los 40 días de vida, o las peleas con los intrusos. Una especie de ‘Gran Hermano’ animal.

La reintroducción del halcón requiere paciencia. Por ejemplo, en Barcelona se han criado unos 40 pollos por el procedimiento de ‘hacking’ –cría y suelta de ejemplares nacidos en cautividad– y solo hay cuatro parejas anidando en la ciudad, una de ellas en la Sagrada Familia. En Salamanca, la torre de la Catedral se ha convertido en el único lugar fijo de anidamiento y cría, a falta de edificios más altos, cuenta Miguel Blanco, de la delegación de SEO-BirdLife en la ciudad castellana.  

En Granada aún no ha habido suerte. Francisco Montoro, naturalista y doctor en Veterinaria, recuerda que la mortalidad de los halcones en los primeros meses de vida ronda el 50%. «De los trece que hemos liberado desde 2011, cuatro murieron: dos por electrocución, uno de aspergilosis y otro al chocar contra una cristalera ‘efecto cielo’. De otros ocho no sé nada». Solo queda uno, llamado ‘Zaidín’ en honor al barrio más populoso de la ciudad de la Alhambra, que se ha emparejado con una hembra de origen salvaje. Montoro, con el respaldo de la Junta de Andalucía, ha colocado un nido en la terraza del Hospital Clínico porque los habitantes del edificio donde solía posarse no querían excrementos ni restos de pájaros en su azotea. Aunque los halcones no atacan ni molestan a las personas ni a sus mascotas, sigue habiendo gente que desconfía de estas aves.

El biólogo Íñigo Zuberogoitia, que lleva 20 años investigando a las rapaces de Vizcaya, cree que los recelos de los vecinos son razón suficiente para no favorecer la instalación de los halcones en plena ciudad. «En el Gran Bilbao hay seis parejas: cazan en la ciudad y anidan en acantilados costeros o canteras de la periferia. Hay uno que utiliza la torre de Iberdrola (165 metros) para cazar», explica este miembro de la Sociedad de Ciencias Aranzadi.

En Valencia, el Ayuntamiento soltó hace unos años seis pollos a través de Estudi Verd, una empresa de control de plagas, dejando claro cuál era el enfoque de la iniciativa. Sin embargo, los propios responsables de esta compañía admiten que esa pretensión era «absurda». Contra las palomas, los halcones son solo «un complemento», advierte Francisco Catalá.

Su capacidad para controlar demográficamente a las llamadas ‘ratas del aire’ es motivo de controversia. La bióloga Arantza Leal, técnica de Seguimiento de Avifauna en SEO/BirdLife, cree que reintroducir el halcón peregrino en una urbe para terminar con una plaga de palomas es «poco realista», teniendo en cuenta que un halcón suele cazar una presa diaria –quizá dos o tres en épocas de crianza– y que las palomas no son su única dieta. Los halcones son animales muy territoriales: en la naturaleza, donde la caza es más escasa, necesitan unos dominios muy amplios sin competencia; ese espacio es más reducido en las ciudades, donde hay comida de sobra, pero es raro que una pareja se instale a menos de 2 kilómetros de otra. «No son como nosotros –asegura Miguel Blanco, de SEO-Salamanca–. Sus pollos son sus hijos mientras viven en el nido; cuando echan a volar y empiezan a cazar, son rivales. A partir de ese momento, no conocen a su madre».

Haciendo cuentas, resulta que los 14 individuos de Madrid podrían comer unos 5.000 pájaros de distintas especies al año, una cantidad ridícula si se compara con las 500.000 palomas que se calcula viven en la capital. Solo el Ayuntamiento captura 10.000 ejemplares de ‘Columbia livia’ cada año.

En todo caso, nunca llueve a gusto de todos: el año pasado, un colombófilo donostiarra abatió de un disparo a una hembra de peregrino que amenazaba a sus preciadas mascotas. Acaba de ser condenado a 6 meses de cárcel.

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