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viernes, 1 de diciembre de 2017

Cubanidad es mejor y peor

Professor of Spanish at Sam Houston State University




Me resulta imposible describir qué es “cubanidad” porque no se trata de la ciudadanía alcanzada por naturalización ni por lugar de nacimiento u origen, o por sentimiento de pertenencia. No se trata de menús que son muy elusivos en el archipiélago pero fácilmente disponibles fuera de allí. No se trata del acento en el habla porque hay provincias y regiones donde se pronuncia de manera distinta. Ya Nicolás Guillén aclaró que los negros de sus poemas son habaneros, no camagüeyanos, del siglo XX que no del XXI, subrayo. No es lo mismo “papaya” que “fruta bomba.” No es el himno de Bayamo interpretado en actos del partido único o por los opositores de adentro y de afuera. Con la bandera también pasa lo mismo. Con la música igual. Martí desune, pregunten a Fernández Retamar y a Carlos Ripoll. Sin embargo, recuerdo que Fernando Ortiz escribió algo que no parece definitivo y por eso resulta lo más acertado para este caso: “…la cubanidad no solamente está en el resultado sino también en el mismo proceso complejo de su formación, desintegrativo o integrativo, en los elementos sustanciales entrados en su acción, en el ambiente en que se opera y en las vicisitudes de su transcurso” (“Los factores humanos de la cubanidad”, 1940). De manera que cubanidad no es ni el gobierno imperante, ni la constitución vigente, ni lo que dicen y han dicho los dos únicos políticos actuantes en Cuba desde 1959. Es mejor y peor.

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