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jueves, 15 de marzo de 2018

ETERNAMENTE UNIDOS

Lola Benítez Molina 
Málaga (España) 


“No rechaces tus sueños. ¿Sin la 
ilusión el mundo que sería?” 

Ramón de Campoamor 

Pura inocencia, de delicada y frágil belleza, un sol para el mundo… La maldad sempiterna te hizo perder ese candor en una época convulsa. Lara, la de los ojos tristes y una deplorable historia que contar. Borís Pasternak te inmortalizó, llevado por esa sensibilidad que parece ser que sólo los poetas albergan, y aquellos que con su mano plasman la belleza impoluta del momento, quedando detenido en el lienzo con su paleta de colores o que con su batuta dirige un concierto. Estas genialidades despiertan los más sublimes sueños y deseos. Instantes tan excelsos, pocas veces alcanzados, como lo hicieron los valses de Strauss, con los que da comienzo cada nuevo año en un intento de alcanzar lo extraordinario. 

Pero ¿quién inspiró al gran poeta y novelista ruso, Premio Nobel en 1958, a realizar su obra estrella: El Doctor Zhivago? Perpleja me quedé al conocer que tal musa, de ojos del color del mar, existió. Su nombre: Olga Ivínskaia, quien, desde su adolescencia, se sabía sus poemas de memoria y que se convertiría en la amante del escritor. Puro flechazo al coincidir ambos en la sede de una revista literaria de Moscú. Un cruce de miradas penetrantes, cautivadoras y de admiración, fue el detonante de unión para esas dos almas gemelas, pero como los entresijos de la realidad nunca son tan perfectos, la situación personal de cada uno y los momentos históricos, que son imborrables, los sometió a la lucha incesante, que no hizo sino acrecentar su amor. Borís, casado, nunca dejaría a su segunda esposa, Zinaída que, en su juventud, vivió una escena parecida a la que inspiró al poeta en su novela. 

Es bien sabido que aquello que dicta el corazón no hay batalla que lo aniquile. Tan grande es su fuerza y su latido y, por más que la razón actúe, llevará las de perder porque acrecentará el fuego de la pasión prohibida. Tal vez esto agrandó su amor e inspiró a Pasternak para escribir su genial obra maestra. Para Calvino, Doctor Zhivago, fue la gran novela rusa del siglo XX. 

Pasternak tuvo que rechazar el Premio Nobel, pero gozó de cierta inmunidad por ser el traductor de poetas de Georgia, la tierra de Stalin, y tradujo la segunda parte de Fausto. 

Con los años, Olga se convertiría, además de amante, en su secretaria y su correctora, como lo fueron otras esposas de escritores rusos: las de Tolstói, Dostoievski o Nabokov. 

El famoso escritor nos dejaría esta hermosa frase: “Aunque el artista es mortal como el resto de sus congéneres, la alegría de vivir que ha conocido es imperecedera un siglo después”. 

1 comentario:

  1. Como dice el refrán: detrás de un gran hombre hay una gran mujer. En el caso de los escritores, muchas mujeres supeditaron sus vidas a la de sus compañeros.

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