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viernes, 15 de marzo de 2019

EN EL CORAZÓN DE LAS CÍCLADAS




DESDE LA ISLA DE DONOUSSA
Carlos Benítez Villodres
Editorial “Granada Club Selección”. Molvízar (Granada) 218, págs.

René León
Tampa (EE UU)


Tomás Carlyle, dice sobre los poetas que se distinguen de otros, por su forma, estilo y profundidad: “El hombre cuyo sentido poético se desarrolle de modo que llame la atención de sus contemporáneos será calificado por estos de poeta. Los poetas famosos, y también aquellos a quienes debemos considerar perfectos, los confirman los críticos de igual manera. Aquel que se levante por encima del nivel general de los poetas vendrá a ser para este y el otro crítico un poeta universal. Todos los poetas tienen un contacto con lo universal”. Y así podemos ver la obra extensa de Carlos Benítez.
En el poema “En la bodega de mis recuerdos”, el poeta nos dice:

“Hay en estas campiñas jazmines de deseos
que aroman tiernamente a las brisas que cantan
al caminante, mientras se recrean
con la miel ofrecida por las náyades
resguardada de inviernos y de otros sinsabores.
De nuevo me florecen los recuerdos
de mi estancia en el bello mundo griego
a pesar de las décadas ya idas
y enterradas en sótanos de humo”.

            El sol con su obra bienhechora invita a ser feliz al poeta a su regreso. Desde el maravilloso día, hasta el jugar alocado de unas nubes que juegan en lo alto del cielo. Si mi querida Donoussa. A veces la tristeza invade mi ser y no se captar el motivo. Puede ser hasta la propia belleza de la naturaleza; o la lejanía de los seres amados; o porque nuestra mente forja pensamientos donde el pesar oprime el corazón; puede ser un sueño en que se nos aparece un rostro de bella mujer.  En la Isla encantada de Donoussa, al regresar el poeta, se siente feliz, puede ser un sueño. Cree ver el rostro de una bella mujer y con una sonrisa irónica se burla de él. Todo es posible en ese regreso maravilloso para él. Pero hay un hecho cierto, cuando el virus de la nostalgia nos invade hasta la atmósfera se hace su cómplice.
            Desde la Isla de Donoussa es un poemario que nos lleva por esas islas del archipiélago griego. Ella forma parte de las llamadas pequeñas Cícladas, que también incluyen: Irakia, Koufonissis y Schnoussa. El 14 de septiembre de todos los años un sinnúmero de personas asiste a la gran fiesta de Stavros. El poeta al llegar a la edad de 18 años a la isla, ya lo esperaban, me imagino, compartiendo con los vecinos y las enamoradas que debe haber tenido. Una pequeña comunidad que le ofreció amistad y cariño.
            En su poema Donoussa, Un paraíso en el Egeo, el poeta nos dice:

“Cuando desembarque en la desconocida
y minúscula isla de Donoussa,
un viento caluroso azotó con sus látigos
mi cuerpo sudoroso. En el puerto se hallaban
esperando unos jóvenes
que fueron informados en qué barco venía
cargado de ilusiones y de sueños.
Los muchachos y el día estaban muy alegres”.

            El poeta se siente dichoso ha llegado nuevamente al lugar deseado. Un cielo azul, entrecruzado por lentas y blancas nubes y, un sentir algo nuevo, inexplicable, subyugante, dulce, aterciopelado, se incrusta en forma tenue, vivificante en el alma, y una sonrisa brota de sus labios, ha llegado a su isla soñada después de sesenta años de partida. Se siente el trino de las aves. Y a lo lejos el ding-dong de la campana aprisionada en la torre de la iglesia, en espera de su larga ausencia.

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