Foto tomada de: Librieco |
Lola Benítez Molina
Málaga (España)
Desde la atalaya de los versos, que otros tejieron, se
vislumbra la luz de tu reflejo. Vidas apasionantes no exentas de peligro. Esa
fuerza que mostraste te hizo grande, como no podía ser de otra forma. Esa época
convulsa que te tocó vivir marcó tu carácter, y las palabras anidaron en los
corazones de quienes tuvieron la dicha de leer lo que tu sentimiento
desgranaba. Ni la crueldad ni el trato vil mermó esa valentía que te
caracterizó, como a otros coetáneos. Tu nombre vuela por el olimpo del tiempo.
Como
dijera William Faulkner: “No puedes nadar por nuevos horizontes hasta que
tengas el coraje de perder de vista la orilla”. Tú puedes hacer alarde de
cruzar un gran océano, que te hizo divisar parajes que otros no imaginan, y
puedes presumir de no sucumbir ante la barbarie.
Tal es
el caso de una francesa, nacida en los albores del siglo XX, Marguerite
Yourcenar, una mujer cosmopolita, cuya erudición es digna de destacar. No en
vano dejaste un legado intachable no solo por tu escritura, sino por el fiel
reflejo de la historia que te tocó vivir. Te especializaste en cultura clásica.
Grecia te impactó y así lo manifiestas en tu colección de ensayos reunidos en
“Viaje a Grecia”. En “Denier Du Rêve”, reflejas la grave tensión política de la
época y cuentas, con detalle, un atentado fallido contra Mussolini.
Viajera
incansable, el destino quiso que la Segunda Guerra Mundial te sorprendiese en
Estados Unidos, concretamente en Maine, ciudad a la que entregaste tu amor y
adquiriste la nacionalidad norteamericana, en 1948. Durante este período,
además, realizaste importantes traducciones como, por ejemplo, algunas obras de
la conocida Virginia Wolf. Tu espíritu inquieto y tu carisma te proporcionaron
la fama, sin pretenderla, como novelista con grandes novelas históricas, de
gran repercusión. Una de ellas es, sin duda, “Memorias de Adriano” (1951),
sobre el más ilustrado de los emperadores romanos. Está escrita a modo de carta
al sucesor de este, y en ella abordas temas trascendentales, que despiertan la
curiosidad de los hombres de todas las épocas: la angustia ante la muerte o
cómo asumir el cultivo interior y espiritual. Tu otra gran obra, con la que
supiste llegar al alma del lector, fue “Opus Nigrum” (1965), que narra la vida
del médico alquimista y filósofo Zenón, creador del estoicismo, que defiende
una vida basada en la razón, la serenidad y la moderación de los placeres.
Séneca fue uno de sus seguidores.
Mujer
adelantada a tu época, con una inteligencia inusitada y un carácter audaz y
valeroso. Por todo ello, fuiste la primera mujer en ser elegida miembro de la
Academia Francesa en 1980.
Entre
las hermosas frases que Margarite Yourcenar nos dejó está: “Escucha con la
cabeza, pero deja hablar al corazón”.
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