Roberto Soto Santana, de la Academia de la Historia de Cuba (Exilio)
Para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias. Ryszard Kapuscinski (1932-2007), periodista, historiador y poeta polaco
La Asociación de Repórters de La Habana fue fundada el 14 de abril de 1902. Tras sesenta años de actividad, fue refundida el 15 de julio de 1963 (a mediados del quinto año de la era castrista), junto con la Asociación de la Prensa de Cuba y el Colegio Nacional de Periodistas, para que, simultáneamente con la intervención y disolución de todas, las reemplazara dentro del país la Unión de Periodistas de Cuba –la que a partir de entonces, con el monolitismo característico del control gubernamental en los países comunistas de todas las instituciones políticas y cívicas, engloba a todos los escribidores y profesionales gráficos de los distintos medios, de acuerdo con sus Estatutos, “como expresión de la voluntad de los periodistas cubanos de organizarse para la defensa de la Revolución Cubana, la independencia nacional y el ejercicio de la profesión” (Artículo 1), y “hace suyos los preceptos de la Constitución de la República de Cuba, especialmente los contenidos del Artículo 5, donde se reconoce al Partido Comunista de Cuba como fuerza dirigente superior de nuestra sociedad y del Estado, y del Artículo 53, donde se reconoce a los ciudadanos la libertad de palabra y de prensa conforme a los fines de la sociedad socialista, así como el carácter de propiedad social o estatal de los medios de comunicación masiva, que en ningún caso pueden ser objeto de propiedad privada, lo que asegura su uso al servicio exclusivo del pueblo trabajador y del interés de la sociedad” (el subrayado es nuestro).
En abril de 1902, un mes antes de la proclamación de la República, se produjo la que terminó por ser la primera fundación de la Asociación de la Prensa de Cuba, en una tumultuosa asamblea eleccionaria en la que don Nicolás Rivero, dueño del ya entonces decano de la prensa diaria, el “Diario de la Marina”, resultó elevado a la presidencia de la Asociación, tras una maniobra electorera, por dos votos de diferencia (aportados fuera del plazo reglamentario por dos redactores de ese periódico) respecto de Alfredo Martín Morales –quien posteriormente se desempeñó como Jefe de Información de los periódicos “El Mundo”, “El Triunfo” y el propio “Diario de la Marina”. En 1909, el general José Miguel Gómez, a su arribo a la Presidencia de la República, lo designó Jefe del Despacho de las Oficinas del Palacio Presidencial, en cuyo cargo se hallaba cuando falleció, el 29 de mayo de 1921-.
Ante el pucherazo de abril de 1902, muchos de los periodistas participantes en aquella reunión fundacional de la Asociación de la Prensa de Cuba –entre ellos, José M. Carbonell, Víctor Muñoz, Néstor Carbonell, Álvaro de la Iglesia, Manuel Márquez Sterling, Jesús Castellanos y Diego Vicente Tejera- publicaron una esquela en el periódico “El Mundo”, en repudio del fraude habido en la votación. Y la Asociación quedó nonata.
En 1904 tuvo lugar la segunda y definitiva constitución de la Asociación de la Prensa de Cuba, bajo la presidencia de una Junta Directiva encabezada por Alfredo Martín Morales e integrada además por periodistas de la talla de Rafael Conte (un escritor todoterreno, que escribió sobre béisbol, boxeo, la actualidad política y social nacional, y fue corresponsal en el extranjero para el “Diario de la Marina”, de la Habana, “La Nación”, de Buenos Aires, “El Heraldo”, de Puerto Rico, y el “Mercurio”, de Santiago de Chile), Manuel Márquez Sterling, Eduardo Varela Zequeira (que había sido Comandante del Ejército Libertador y en cuya carrera periodística se destacó por sus sensacionales crónicas de sucesos criminales), Ramón A. Catalá (comentarista de la actualidad en La Lucha, el Heraldo de Cuba y el Diario de la Marina, y fallecido el 10 de noviembre de 1941), Jesús Castellanos (columnista, caricaturista, novelista, abogado de oficio primero y después fiscal de la Audiencia de La Habana, fallecido en 1912 a la temprana edad de 33 años) Víctor Muñoz (quien, dándole impulso a una iniciativa planteada en Santiago de las Vegas encaminada a conmemorar un Día de las Madres anualmente, el segundo domingo de mayo, fue adoptada a propuesta suya el 27 de abril de 1921, por el Ayuntamiento habanero, en el cual Muñoz fungía como Concejal), Mariano Pérez de Acevedo y José Manuel Fuentecilla.
A esta Junta Directiva fueron incorporados, como Vocales Natos, don Nicolás Rivero (director de Diario de la Marina), Antonio San Miguel (de La Lucha), Manuel María Coronado (de La Discusión), Wilfredo Fernández (de El Comercio), Abelardo Novo (de la Unión Española), Manuel S. Pichardo (de El Fígaro), Juan Gualberto Gómez, Ricardo del Monte y Raimundo Cabrera. El único director que rehusó formar parte de esa sección fue José Manuel Govín (de El Mundo).
La Asociación de la Prensa de Cuba logró, entre otras cosas, la franquicia postal y la tasa telegráfica y el traslado de los restos del periodista Manuel de la Cruz (autor del libro Episodios de la Revolución Cubana) desde Nueva York a La Habana, y dio los primeros pasos para la creación del Retiro Periodístico y el Descanso Dominical.
Volvamos a los avatares de la Asociación de Reportérs de La Habana, creada en 1902. Sus proponentes fueron José Camilo Pérez, de La Discusión, Ignacio Ituarte, de La Lucha, y Ramón S. de Mendoza, del Diario de la Marina. La reunión inicial se celebró en el domicilio de José Camilo Pérez, a la sazón reportero policíaco del diario La Discusión. El objetivo consignado en sus Estatutos, aprobados en la casa de Ignacio Ituarte, era el de “fomentar la unión y concordia [entre sus miembros] y prestarles toda clase de auxilios cuando se encuentren en desgracia, principalmente en casos de enfermedad”. Ramón S. de Mendoza presidió su primer Junta Directiva, la que tomó posesión el 27 de abril de ese mismo año.
Posteriormente, esta entidad se convirtió en el Círculo Nacional de Periodistas, que se encargó de organizar los trabajos del Primer Congreso Nacional de Periodistas, efectuado en La Habana entre el 3 y el 6 de diciembre de 1941, en el que participaron delegados de cuarenta Asociaciones de periodistas y de las redacciones de los medios de prensa, congregados al efecto en la sede de la Asociación
Los delegados al Congreso, designados por las agrupaciones de periodistas y las redacciones de las publicaciones, se reunieron en el local de la Asociación de Repórters de La Habana, ubicado en la calle Zulueta casi esquina a la calle Neptuno. El 21 de junio de 1923 la Asociación recibió cuarenta mil pesos de manos del Dr. Alfredo Zayas Alfonso, Presidente de la República, destinados a costear la construcción del edificio donde alojar el domicilio social, que incluyó Biblioteca y Museo Periodístico.
De consuno con la Asociación de la Prensa de Cuba, la Asociación de Repórters de La Habana logró que el 23 de agosto de 1935 el Presidente Carlos Mendieta y Montúfar promulgara el Decreto-Ley 172 (publicado en la Gaceta Oficial del día 27), de creación del Retiro Periodístico. En 1943, siendo Lisandro Otero Masdeu Presidente de los Repórters, se crearon el Colegio Nacional de Periodistas y la Escuela Profesional de Periodismo “Manuel Márquez Sterling”. A partir de los 24 miembros iniciales, esta entidad llegó a contar con ochocientos asociados.
La liquidación del periodismo libre la llevó a cabo la trituradora castrista en dos direcciones: una, confiscando TODAS las empresas periodísticas; otra, posesionándose “revolucionariamente” –como se decía entonces- de las instituciones de profesionales y demás trabajadores del sector, hasta entonces orgánica e ideológicamente independientes. Así, el 25 de febrero de 1961, la Junta de Gobierno del Colegio Nacional de Periodistas, la dirección de la Asociación de Repórters de la Habana, la representación de la Milicia de Periodistas “Félix Elmuza” y la Junta de Gobierno del Colegio de Periodistas de La Habana, así como los representantes de los colegios provinciales de Camagüey, Las Villas y Matanzas, efectuaron una reunión conjunta en la que se acordó la instauración de un “Frente Revolucionario del Periodismo Nacional”, encargado de
- “integrarlo totalmente en la Revolución
- “Liquidar, por ineficaces y obsoletos, los andamiajes legalistas y estatutarios que impiden el progreso de la obra revolucionaria en nuestra profesión, y acometer, además de las funciones específicas, las insoslayables tareas de defender a la Patria y hacer avanzar la Revolución”,
- “Cambiar radicalmente la estructuración orgánica, y precisar las finalidades y tareas que deben ejercer plenamente los hombres revolucionarios de la prensa...
- “Abogar ante las autoridades revolucionarias por la derogación de la Ley No. 10 de 1944, relativa a las profesiones no universitarias, y del precepto constitucional de la colegiación, concepto divisionista y discriminador que nos impedía nutrir nuestras filas con savia nueva
- “Crear los Comités de Defensa de la Revolución en todos los centros de trabajo y en los organismos de la profesión”.
Así se ha hecho un hiato –que dura ya más de cinco décadas- en el ejercicio de la libertad en la estructura profesional del periodismo cubano.
Auferre, trucidare, rapere falsis nominibus res publica, atque ubi solitudinem faciunt, pacem appellant. En cristiano, “A la rapiña, el asesinato y el robo los llaman por mal nombre gobernar y donde crean un desierto lo llaman paz” (Frase de Tácito, en sus Annales)
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