A Santa Teresa de Jesús
en su 5º Centenario
Hoy vamos
recorriendo tus moradas
Teresa, sí, la
ausente,
la que nunca
dejaba reposando
sus sandalias
que siempre iban de vuelo.
Descalza en la pobreza
sobre la sombra
fría de tus éxtasis,
de tu viejo
puchero y de tu lumbre
donde hervías la
fe y a borbollones
nos hacemos hoy
cómplices.
Varona de Dios
y de Jesús Teresa
aquí tu voz se oye
“por la
secreta escala disfrazada”.
Y huele a
santidad. Y yo en los santos creo.
Qué luz. Qué
misticismo
que hasta el
pintor se niega a darle forma.
Oh azucena tocada
por la gracia.
Carmelita del duro
resplandor.
Hoy paseo mis ojos
por ésta, la
ciudad amurallada
que recogió tu
pálpito,
tu sed, tus
terquedades,
tus muchas
fundaciones.
La que
cual cinturón de piedra para guardar la
historia
con voz de cinco
siglos te recrea,
nos habla del
camino y la escalada,
de tu mujer
enferma y del cansancio,
del fuego y la
cellisca
que quemaban tus
carnes andariegas.
Tú, peón del
Carmelo.
Eras la claridad
en los abismos,
la estrella de la
tarde en las cañadas,
cancionera de fe,
divina errante
demudándote de
águila en paloma.
Eras como
relámpago en la anoche
cabalgando los
tolmos de Castilla.
Y llegas, y con
Dios te enseñoreas
quedando tus
dolencias en un pozo tan hondo
que Él llenaba con
vino
de la eterna fontana.
Tu castillo
interior...
Y a solas os
quedábais platicando.
Qué envidia de esa
plática.
--Mística plenitud--
--Celebración fecunda--
-- Sagrado Matrimonio--.
Qué envidia, digo
y cómo le gustaba
– mujer docta y poeta--,
que te llevó con
Él como si fueras ángel
asida al crucifijo
y muriendo en su Amor.
Y qué Amor,
Teresa. Y qué Amor.
Isabel Díez
Serrano
17-3-2015
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