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domingo, 1 de septiembre de 2019

ESPERANZA



Carlos Benítez Villodres
Málaga (España)

La esperanza no entraña oposición al buen sentido crítico ni al realismo. Una vista penetrante y sin falsas ilusiones para nuestras propias deficiencias y las del mundo es perfectamente compatible con la esperanza. La manera como se manifiesta la esperanza depende del carácter y disposición del espíritu. En uno, es paz profunda a pesar de todo lo que pueda ocurrir; en otro, una lucha contra el ingénito pesimismo; en otro, la capacidad de no exacerbarse nunca ni dar entrada al rencor.
Es cierto que vivimos continuamente tensos hacia un nuevo “mañana”. El hombre no sabe de límites. En esto estriba el más fuerte resorte para toda vida y progreso. Vivimos con la mira puesta en algo último y definitivo.
Esto es maravilloso. La esperanza existe. “La esperanza, dice Jorge Guillén, es el flujo de la vida. Cuando no hay lugar para la esperanza, es cuando surge la muerte”. Esperanza en una humanidad más humana, en un estado perfecto o, simplemente, en un futuro mejor. Es misterioso lo último que nos aguarda, sin posible subterfugio: el oscuro agujero de la muerte. Y, sin embargo, la vida entera del hombre, incluso la de quien no cree en otra vida y explica teóricamente la esperanza como consecuencia del miedo, está impregnada de fe, en el progreso, y de esperanza. Y es que la vida es más fuerte que las teorías.
Entretanto, nos sobrecoge con la misma fuerza la inexorable certeza de la muerte forzosa. La misma vida nos va ofreciendo el anticipado amargor de la muerte: un doloroso desengaño, un amor que se enfría, la soledad, las enfermedades… Ellos son mensajeros y hasta comienzo de la muerte, como las telarañas de julio son ya un signo del otoño venidero. Estos ataques a la vida, como otro cualquiera: fracasos, desengaños, despedidas, etc., deben estar llenos de esperanza “La esperanza, refiere Ovidio, hace que agite el náufrago sus brazos en medio de las aguas, aun cuando no vea tierra por ningún lado”.
El hombre, desde la esperanza, se rebela contra el sufrimiento, más contra el de los inocentes, y se siente impotente para erradicarlo, y más impotente para explicarlo. Es cierto que la presencia del dolor en el mundo da lugar a una serie de armonías y disonancias en el conjunto de la orquestación del universo, sobre todo del universo moral.
Acabar con el dolor en el mundo es algo que parece imposible al hombre, aunque es verdad que, si se esforzase, podría mitigarse mucho. Convertir el mal en bien es algo que parece contradictorio. Parece que lo más a que puede llegar el hombre para justificarlo es encontrar una compensación. Y esa compensación está en la esperanza. “Esperando, manifiesta F. García Lorca, el nudo se deshace y la fruta madura”.

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