Blanca M. Segarra: Publicado
en 1999
Comentario de René León
A mi hija
“No quiero
ser esa que se viste de luto y llora
por un
tiempo el dolor de una vida”
Tengo en
mis manos un libro que una madre dedica a su única hija, asesinada por un
hombre malvado. En el libro encontramos el amor de ella por su Tania Caridad.
Los versos reflejan su dolor y angustia. Desde el primer momento que los leí
creí que eran parte de mi vida, me sentí parte de Blanca. Al ver la foto de
Tania Caridad, su cara traslucía inocencia y candor.
Blanca, en
su soledad, dice:
¡Mi
corazón voló al cielo/ y se arrodilló ante Dios/ a pedirle de favor/ que me
otorgara consuelo” / Mi sangre se congeló/ en mis entrañas desechas/
destruyeron la cosecha/ aunque se llevó la flor/ que con mi savia sembré”.
La finura
de la tez de Tania Caridad, joven, ojos negros y anchos que titilaban
inteligencia. Algunas veces, su mirada juvenil se perdía en lontananzas, otras en
silenciosa caricia. En sus labios, un mohín infantil. Cuando conversaba con sus
compañeros de trabajo, la dulzura de su voz. Blanca, en “Bálsamo”, dice:
“Tanita es
algo más que Luz Dorada/ fría, aterciopelada/ que llega junto a mí;/ es un ave
que canta en mis entrañas/ una pena inmortal que no me daña/ ni se aleja de
mi./”
“Tanita es
ver el ocaso cada tarde/ soñando con el alba al nuevo día/ es una brisa suave
de alegría/ aliviando la herida que me arde”.
En el
vivir nuestro de todos los días, nos rebelamos muchas veces contra nosotros
mismos; pero en las horas de tedio la tristeza va confortando nuestro espíritu.
El tiempo transcurre y lo tratamos de detener, pero es imposible, porque todo es
angustia, alegría y esperanzas.
Miramos al
cielo y las nubes siempre distintas, siempre las mismas. El tiempo pasa, reina
el silencio. El recuerdo de Tania Caridad, me envuelve, parece como si ella
caminara a mi lado, y el cielo azul y las nubes redondas blancas, pasan
lentamente, nubes fugaces e inmutables. Y su madre, Blanca, dice:
“Dicen los que creen todo saber, que el dolor más
fuerte que sufre una mujer es traer un hijo al mundo y yo les digo que no, que
el dolor más profundo no es tenerlo, es perderlo”.
En su
corta edad, Tania Caridad, nos dejó unos versos donde ella musita:
Mi Mar
Me preguntaste ayer qué me gusta
más que el mar
fue tan fácil responder
no existe nada en el mundo que me
pueda gustar más
si me preguntas por qué, no sé si
pueda explicar.
Me gusta verlo calmado,
sirviéndole al Sol de espejo
y si refleja la Luna , no sé cuántas cosas
siento;
me gusta sentir la arena,
perdiéndose entre mis dedos
y acostarme sobre ella para
buscar mi lucero.
Me encanta si está furioso, en
esas noches de invierno
cuando sentada en la playa tengo
como amigo al viento;
él me trae los recuerdos más
bellos de mi niñez
y con ellos las nostalgias de
aquél que nunca olvidé.
Me fascinan sus misterios, me
aterra su inmensidad
y pensar que él está tan lejos me
dan ganas de llorar
para mí ellos dos son uno y no lo
puedo evitar
si no importa lo que haga, él
sigue siendo mi mar
8-27-94
Todo está
en silencio. Blanca, parada en el balcón, mira a lo lejos el mar, y de él le
llegan los recuerdos de su Tania, que amaba el mar. Ella desea vivir hora por
hora, minuto por minuto, en una serenidad inalterable. Que nadie rompa su paz
interior, de luz. El tiempo camina lentamente, y los recuerdos llegan. Se
desliga de todo lo que le rodea, el transcurso de las horas y días. El cielo
está limpio, y las horas van pasando lentas. El aire vivo y sutil le tonifica
los nervios. ¡Oh sueños felices de amor y contento! Ella quisiera detener el
tiempo, es algo imposible, porque al darnos cuenta han pasado días, semanas,
meses y años.
A Tania
Caridad con mucho amor
René León
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