por Zilia L. Laje (Cuba)
2nda parte
Los uniformes de a diario eran azul con doble cuello, monograma EMA bordado sobre el lado izquierdo y botones al frente y en el cinto, en azul prusia, con un bolsillo a un lado de la saya. El de calistenia era una blusa blanca y unos shorts abombachados con una saya a media-pierna azul por encima con botones azul prusia al frente. La escuela los proveía. El de gala era blanco con un bies y hebilla redonda del cinto azules. Solamente teníamos que comprarnos los zapatos "de reglamento", negros de cordones, y los tennis de educación física, "Keds" altos. Llevábamos escarpines blancos. No se enseñaba religión, ni jurábamos a la bandera, ni daban medallas por buena conducta.
A la hora del recreo, salíamos a "la pista" (un traspatio de media manzana que daba hacia la calle Libertad al oeste, con cancha de baloncesto y una pista de grava y cernada para correr), con un muro al fondo y una reja a un costado. No nos permitían sentarnos (nos estimulaban a que hiciéramos ejercicio); algunas alumnas jugaban baloncesto y otras pelota, había otra cancha de algún deporte y a un costado unas barras con unas sogas; a mí no me gustaba ningún deporte; a veces jugaba "A la tabla maní pica'o..." o la pájara pinta, "ésta es la media vuelta, ésta es la vuelta entera..."; pero mayormente trataba de escurrirme y sentarme en la hierba, y recuerdo que allí cosí una canastilla de la clase de costura. De allí se veía, al otro lado de la entrada al garaje en el sótano, donde guardaban los ómnibus, las ventanas de la cocina, con unos calderos enormes, unos cucharones largos y un olor peculiar a comida "de institución". A veces comprábamos un "medio" de gofio de trigo en papel de estraza, por la reja, de un vendedor en la acera de la calle Cortina, lo que me imagino que debe haber estado prohibido.
Por la tarde teníamos educación física y los maestros, equipados con un silbato, nos conducían marchando en fila por las galerías al compás de unas castañuelas. Al escribirlo ahora se oye tan ridículo. El profesor de educación física era Oscar Fornaguera.
La profesora de teoría y solfeo se llamaba Sara Estrada. Recuerdo las claves, sol, fa y do; los compases, de compasillo y binario. Teníamos una banda rítmica, en los primeros grados yo tocaba los "jingles". Fedora Capdevilla tocaba el piano. Una alumna nombrada Lirio Pérez, delgada, de pelo claro rizado, cantaba muy bien los solos. El himno escolar, que creo compuso la Estrada, empezaba, "Las cruzadas de la vocación, nuestra patria intentamos salvar..." No recuerdo cómo se llamaba la maestra de canto, yo no sabía cantar. Cantábamos el Himno de los Municipos. Marta era bajita. La maestra de ballet se llamaba Fernán Flor. El maestro Gonzalo Roig, director de la banda municipal, dirigía el coro de la escuela en actos oficiales.
Por la tarde desde las 2 a partir del 4to grado teníamos "talleres", de bordado a mano, bordado a máquina, costura, tejido, economía doméstica; los de cocina, repujado, encuadernación y lavandería estaban en la mitad norte del sótano. Le llamaban a la escuela "vocacional". Me gustó aprender a hacer dobladillo de ojo. Hacíamos flores con papel crepé. En cocina nos dictaban recetas, una de islas flotantes. La maestra de corte y costura, Edelmira Echemendía, mayor, de malas pulgas, que inspiraba temor, enseñaba por el método de Ma. Teresa Bello cómo trazar moldes con plantillas. No aprendí a coser a máquina. Me hice una bolsa de lona con asa de madera y mis iniciales bordadas en punto de cruz, como veía a otras compañeras, para llevar las agujas de tejer y estambre. La maestra de lavandería, delgada, menuda, trigueña, se llamaba Ocilia Lozano Blanco, lavábamos con "Lux", en unos fregaderos hondos. Yo era bastante torpe, a los diez repujando un monedero raspé la piel en seco, me enterré la lezna en el monte de la palma de la mano izquierda y tuvieron que ponerme la vacuna del tétanos. Tengo aquí un álbum de fotografías que encuaderné en 5to grado, forrado en un material aterciopelado color vino con un cordón dorado.
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