por Roberto Soto Santana
(de la Academia
de la Historia
de Cuba – Exilio)
A partir de 1827, la Capitanía General de Cuba se encontró dividida en tres Departamentos: el Occidental, con sede en La Habana y con su límite al Este incluyendo la jurisdicción de Colón –en la que posteriormente se llamó provincia de Matanzas-; el Central, con capital política en Trinidad y jurídica en la ciudad de Puerto Príncipe –que no recibió el nombre de Camagüey sino hasta 1898-; y el Oriental, con capital en Santiago de Cuba.
En la ciudad de Puerto Príncipe “siempre habían abundado los disidentes”[1] En 1823, al mismo tiempo que la conspiración de los Rayos y Soles de Bolívar, aunque menos notorio, existió un grupúsculo conocido por La Cadena –cuyo nombre delataba su origen masónico-, con el propósito de “alzar pendones por la República de Cubanacán el día 17-VIII-1823.”[2]
En Nuevitas fue denunciado también en 1823, como laborante por la Independencia, un cadenista señalado únicamente por su ‘sobriquet’ o seudónimo de Frasquito o Don Pancho, quien procuraba reclutar adeptos con el anuncio de la próxima llegada de una expedición con hombres y armas. Se trataba de Francisco Agüero y Varona. Huido a Jamaica en 1824, de allí viajó al año siguiente a los EE.UU., donde tuvo trato con el joven independentista entonces de veintiún años de edad, Gaspar Betancourt Cisneros –para la posteridad, El Lugareño-. En 1826 Agüero se trasladó a Maracaibo (en la entonces territorialmente enorme república de la Gran Colombia, presidida por el Libertador Simón Bolívar), desde donde pasó a Jamaica, junto con otros conspiradores que planeaban la independencia de Cuba. El 11 de enero de 1826 Agüero y el también cubano Andrés Manuel Sánchez, oficial de la Marina colombiana, junto con otros complotados, embarcaron con rumbo a Santa Cruz del Sur. Aunque Agüero logró permanecer oculto durante un mes en el ingenio Las Cuabas, el 20 de febrero fue apresado, víctima de una delación. Sánchez también fue detenido. La Real Audiencia de Puerto Príncipe los condenó a morir en la horca[3]; y la sentencia fue cumplida, en la Plaza Mayor (actualmente, Parque Agramonte) de esa ciudad, el 16 de marzo de 1826. Aunque ninguna participación tuvo en estos incidentes, vivía entonces en La Habana el coronel de origen venezolano Narciso López y Oriola, quien casó con la cubana Dolores Frías Jacott, hermana del conde de Pozos Dulces[4].
Apenas tres semanas antes de la ejecución de Narciso López en La Habana, de nuevo Puerto Príncipe fue el escenario de la peripecia vital de otro nativo suyo, Joaquín de Agüero y Agüero. Nacido el 15 de noviembre de 1816, hijo de un hacendado ganadero, a los 21 años de edad se trasladó a La Habana para cursar la carrera de Derecho. En un periodo de tres meses durante el año 1840 fallecieron su padre y su madre; como consecuencia, entró en posesión de una considerable fortuna. El 3 de febrero de 1843, en comparecencia ante Notario, libertó a los ocho esclavos que había heredado de su padre, y posteriormente les repartió tierra, animales y herramientas, al tiempo que estableció una mesada a favor del párroco de Guáimaro a fin de que les enseñase religión a los libertos. Agüero tuvo que comparecer ante el Teniente gobernador, con el objeto de explicar los motivos de su conducta: respondió “que había actuado cumpliendo un deber de humanidad y conciencia”.
Precisamente “A partir de 1843 [las rebeliones de esclavos] comenzaron a caracterizarse por su vastedad y organización. En ese año se alzaron las dotaciones de los ingenios Alcancía, La Luisa, La Trinidad, Las Nieves, La Aurora, el cafetal Moscú y el potrero Ranchuelo; también se amotinaron los forzados que construían el ferrocarril que iba de Cárdenas a Bemba, y por último se sublevaron los esclavos de los ingenios Triunvirato y Ácana. La oleada del movimiento sedicioso se extendió por toda la llanura de Colón cuando los esclavos invadieron los ingenios La Concepción, San Miguel, San Lorenzo y San Rafael”.[5]
De una parte, sobre la esclavitud “descansaba toda la estructura económica y social de Cuba”[6]. Por otro lado, “La vastedad de la región, poco poblada, y el ancho horizonte característico del relieve de llanura dominante, agregaron a la psicología de los principeños el amor a los grandes espacios y a la libertad…vincularon su economía con las colonias extranjeras, particularmente con la vecina Jamaica, vulnerando en su provecho el monopolio comercial metropolitano…El traslado a Puerto Príncipe de la Audiencia de Santo Domingo, en 1800, convirtió a la ciudad en el primer centro judicial de la Isla, y la concurrencia de oidores y letrado elevó el nivel intelectual de las clases altas. En un país sujeto a la autocracia militar, la Audiencia, como institución dedicada al ejercicio civil de la justicia, era una anomalía irritante para los Capitanes generales…El interés de sucesivos Capitanes generales por la supresión o traslado a La Habana de la Audiencia principeña está documentado en numerosos legajos del Archivo General de Indias”.[7]
Desde 1847 esta segunda personalidad camagüeyana de la estirpe de los Agüero había entablado correspondencia con Gaspar Betancourt Cisneros (el Lugareño) –el mismo que un cuarto de siglo antes había mantenido trato con el martirizado Frasquito-. Y en 1849 Joaquín de Agüero y Agüero fundó, junto con un grupo de amigos[8], la Sociedad Libertadora de Puerto Príncipe. Que la influencia del Lugareño sobre las juventudes cultas y pudientes del Camagüey era intensa lo acredita el memorial escrito por el Gobernador José Gutiérrez de la Concha (que había asumido el mando con fecha 13 de noviembre de 1850), donde decía que “los jóvenes pertenecientes a familias acomodadas reciben, por lo general, su educación en Estados Unidos…y vuelven a su patria con ideas subversivas, que difunden entre sus parientes, amigos y conocidos. El más temible, acaso, de los que en la Unión Americana trabajan para arrancar a la Corona de S.M. esta preciosa Antilla, es don Gaspar Betancourt, natural de Puerto Príncipe, quien después de haber recibido allí una instrucción no común, y de haber vivido durante algunos años en el pueblo de su naturaleza, difundiendo por escrito y de palabra sus perjudiciales doctrinas, volvió a Nueva York, estableció y dirige todavía el periódico La Verdad, cuyo único objeto…es promover la anexión de esta Isla a los Estados Unidos”.
Pero el pensamiento de Joaquín de Agüero y de los demás conspiradores había evolucionado hacia el independentismo. Con 43 acompañantes, proclamó el inicio de la lucha de independencia en un manifiesto de fecha 4 de julio de 1851 (haciendo coincidir su publicación con la fiesta de la Independencia de los EE.UU.), en nombre de la Junta Libertadora de Puerto Príncipe. En ese documento, se decía que “En las filas de la Independencia debemos contar a todos los hijos libres de Cuba cualesquiera que sean los matices de su raza, y a los valientes de la América del Sur que habitan este suelo…El día que nos hemos resuelto a recoger nuestros derechos y a romper por la fuerza nuestras cadenas, nada ha impedido reunirnos, culminar el plan de nuestra revolución, y el grito de libertad e independencia resonará desde la punta de Maisí al cabo de San Antonio.”
Tras librar varios combates sangrientos con las fuerzas españolas lanzadas en su persecución, Agüero y cinco de sus partidarios[9] fueron apresados cerca de Nuevitas, el 22 de julio. Llevados a juicio el 9 de agosto, fueron condenados a muerte en garrote vil Agüero, Zayas, Benavides y Betancourt; Pierra y Castellanos fueron sentenciados a diez años de presidio. El entonces recién instalado Arzobispo de Santiago de Cuba, Antonio María Claret, posteriormente por sus virtudes elevado por la Iglesia a los altares, impetró en dos ocasiones al Gobernador de la Concha que conmutase las penas de muerte, pero esta gestión no fue acogida. Mientras se preparaba la ejecución, el verdugo fue envenenado. La pena de muerte contra los condenados se ejecutó, finalmente, por fusilamiento, en la Sabana de Méndez[10], el 12 de agosto de 1851 (el mismo día en que Narciso López desembarcaba en Playitas, Vueltabajo).
En la certera valoración de Ramiro Guerra y Sánchez, “El sacrificio generoso de tan nobles vidas, produjo un dolor profundo en Camagüey….No se les olvidaría jamás. El camino trazado por ellos quedaba abierto. Camagüey avanzaría por él a la primera oportunidad, con toda Cuba, con mayor preparación y coordinación, si no con mayor resolución, heroísmo y espíritu de sacrificio –cosa imposible- que los caídos en los días del primer alzamiento efectivo en Cuba, por cubanos, para la conquista de la independencia.”
[1] Justo Zaragoza. “Las insurrecciones de Cuba”. Madrid, 1872. Tomo I, p. 398.
[2] Ibid.
[3] Dr. Leví Marrero. “Cuba: economía y sociedad”. Edit. Playor, Madrid, 1990. Tomo VII, págs. 110-111.
[4] Veinticinco años después, Narciso López, tras su fracasada incursión expedicionaria a Cuba, fue ejecutado en garrote vil, el 1 de septiembre de 1851, en la plaza aledaña a la fortaleza habanera de La Punta. Su viuda, Doña Dolores Frías Jacott, que llevaba muchos años separada de él, casó posteriormente con el patricio José Antonio Saco [Véase http://www.encaribe.org/Article/narciso-lopez; e, igualmente, Richard Gott. “Cuba: una nueva historia”. Edic, Akal,S.A., Madrid, 2007, pág. 108].
[6] Ramiro Guerra Sánchez. “Joaquín Agüero y Agüero – Héroe camagüeyano de la Independencia”, P. Fernández y Cía., S. en C. La Habana, 1951, pág. 11.
[7] Dr. Leví Marrero, op.cit., págs. 178-179.
[8] Los miembros fundadores de La Libertadora fueron el Dr. Proenza, el Lcdo. Manuel Arango, el Dr. Ramón Silva, Serapio Recio, Manuel Arteaga Borrero, Diego y José Varona, Francisco Agüero y Estrada, Manuel Francisco Molina y José Ramón Betancourt.
[9] Fernando de Zayas y Cisneros, Miguel Benavides Pardo, José Tomás Betancourt y Zayas, Adolfo Pierra y Agüero, y Rafael Castellanos y Arteaga.
[10] Hoy en día, Plaza Joaquín Agüero, en “el límite norte del centro histórico de la ciudad. En sus inicios surge de la unión de dos importantes caminos de la época colonial, el camino de Magarabomba y el camino de la Matanza, Cuaciaja, Cubitas o Real. Era vía de comunicación entre el embarcadero de la Guanaja y la entrada norte de la ciudad.” [http://www.camaguey.pprincipe.cult.cu/plaza-joaquin-agüero].
Sencillo obelisco en la antigua "Plaza de Méndez", donde fueran fusilados en 1851 Joaquín de Agüero, Tomás Betancourt, Fernando de Zayas y Miguel Benavides. Era el extremo norte de la ruta "Libertad-Mártires". (Foto: www.camaguey.cu.)
Muy buen artículo histórico, esta etapa de nuestra historia es hoy muy poco estudiada y se reserva, desgraciadamente, para algunos avezados investigadores. La historiografía comunista ha estigmatizado a estos protomartires porque les achaca que eran anexionistas, que idealizaban a la República Norteamerica
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