René León
Averiguando,
averiguando, me encontré una lista ya vieja sobre la historia de Trinidad de
los días de la Conquista de México. Les digo que esta información la tenía
guardada y no supe al principio el valor de ella. Pues bien, si algún Mexicano
la puede leer y tiene algún caballo o yegua heredado de sus abuelos. Puede ser
que venga de estos famosos animales que viajaron de Trinidad, Cuba, a la
Conquista de México. Y se la podrán mostrar
a sus vecinos o amigos, o vayan al Museo de la ciudad para dar constancia del
parentesco del caballo o yegua que tienen, con aquellos que vinieron a la
Conquista. Allá va eso…
Bernal Díaz
del Castillo, dejó mucha información importante sobre la Conquista de México, y
la vida de aquellos hombres que se lanzaron a conquistar un Mundo Nuevo. Es la
mejor información con que se puede contar.
Esta historia salió publicada en un libro de
un historiador trinitario, que no recuerdo su nombre. Y estoy bien viejo, y mi
mente me falla:
“Pues
estando desta manera recogiendo soldados (Cortés) y comprando caballos, que en
aquella sazón o tiempo no los había, sino muy pocos y caros; y como aquel
hidalgo por mí ya nombrado, que se decía Alonso Hernández Puertocarrero, no
tenía caballo ni aún de que comprallo, Cortés le compró una yegua rucia y dio
por ella unas lazadas de oro que traía en la ropa de terciopelo qe mandó hacer
en Santiago de Cuba, como dicho tengo”.
“…Y, todo
esto ordenado, nos mandó apercibir para embarcar, y que los caballos fuesen
repartidos en todos los navíos: hicieron pesebrera, y metieron mucho maíz y
yerba seca. Quiero quí poner por memoria a todos los caballos y yeguas que
pasaron. El Capitán Cortés, un caballo castaño y zaino, que luego se le murió
en San Juan de Ulúa. Pedro de Alvarado y Hernando López de Avila, una yegua
castaña muy buena, de juego y de carrera; y de que llegamos a la Nueva España
el Pedro Alvarado le compró la mitad de la yegua o se la tomó por fuerza.
Alonso Hernández Puertocarrero, una yegua rucia de buena carrera, que le compró
Cortés por las lazadas de oro.
Juan
Velázquez de León, otra yegua rucia poderosa, que llamábamos la Rabona, muy
revuelta y de buena carrera.
Cristóbal de
Olid, un caballo castaño oscuro, harto bueno.
Francisco de
Montejo y Alonso de Avila, un caballo alazán tostado: no fue para cosa de
guerra.
Juan de
Escalante, un caballo castaño claro, tresalvo: no fue bueno.
Diego de
Ordás, una yegua rucia, machorra, pasadera aunque corría poco.
Gonzalo
Dominguéz, un muy extremado jinete, un caballo castaño oscuro muy bueno grande
y corredor.
Pedro
González de Trujillo, un buen caballo
castaño, perfecto castaño, que corría muy bien.
Morón,
vecino de Vaimo, un caballo overo, labrado de las manos, y era bien revuelto.
Vaena,
vecino de Trinidad, un caballo overo, algo sobre morcillo: no salió muy bueno.
Lares, el
muy buen jinete, un caballo muy bueno, de color castaño algo claro y buen
corredor.
Ortiz,
el músico, y un Bartolomé García, que solía tener minas de oro, un buen caballo
oscuro que decían el Arriero: este fue uno de los buenos caballos que pasamos a
la armada.
Juan
Sedeño, vecino de la Habana, una yegua castaña, y esta yegua parió en el navío.
Este Juan Sedeño pasó por el más rico soldado que hubo en toda la jornada,
porque trajo un navío suyo, y la yegua e un negro e cazabe e tocino; porque en
aquella sazón no se podía hallar caballos, porque no los había. Y dejallos he
aquí y diré lo que allá nos avino, ya que estamos a punto para nos embarcar.
(Bernal Díaz del Castillo).
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