por
Dr.
Julio Izquierdo Labrado
Palos
de la Frontera
Agosto,
1987
A pesar de que existen diversas
versiones que atribuyen a Palos de la Frontera unos orígenes legendarios muy
remotos, documentalmente, esta localidad nace a la historia en 1322, fecha en
que Juan I de Castilla la dona a Alonso Carro y Berenguela Gómez, su mujer. De
esta forma se separa de lo que había constituido el reino almohade de Niebla al
que seguía perteneciendo aún después de su reconquista a mediados del siglo
XIII.
Palos era
por estas fechas, como presumiblemente lo fue en toda su anterior historia, un
pequeñísimo núcleo de población que subsistía de la pesca litoral aprovechando
las cualidades que como puerto interior, al abrigo del viento y los ataques
piráticos, ofrecía el Tinto.
Alvar Pérez
de Guzmán, al que debemos considerar como verdadero padre y fundador de la
villa de Palos, contaba sólo de catorce años cuando Alfonso XI, en 1379, le
concede las Villas de Palos y Villalba como compensación por haberle arrebatado
las localidades de Huelva y Gibraleón para cederlas a la Duquesa de Medinaceli.
Alvar Pérez consiguió del monarca el privilegio de eximir de cualquier impuesto
real a las primeras 50 primeras familias que se instalasen en Palos acudiendo a
su iniciativa de repoblación, estableció con su legislación las bases del
ordenamiento jurídico municipal y dedicó las escasas poco fértiles
tierras del término Palermo al cultivo del olivo y la producción de aceite. Después
de la prematura muerte de D. Alvar, su viuda, Doña Elvira de Ayala, hija del
Canciller de Castilla, prosiguió su
labor hasta que muere en 1434.
Cada una de
las hijas de D. Alvar y Dña Elvira, llamadas Isabel y Juana, heredaron una
mitad de la villa de Palos que por sus
respectivos matrimonios pasaron a ser
señoríos, una mitad del Conde de Miranda y la otra del Conde de Cifuentes. Los
Miranda enajenaron en 1480 la sexta
parte de su señorío en favor de D. Enrique de Guzmán, Duque de Medina Sidonia y
Conde de Niebla. Por su parte, los Cifuentes vendieron la mitad de la villa a
los Reyes Católicos en junio de 1492, cuando se preparaba la partida de la
expedición colombina.
Esta triple
fragmentación del señorío sobre Palos provocó la complejización del
ordenamiento municipal y de la estructura interna del Consejo Palermo, pese a
la cual –tal vez gracias a ella- Palos fue una villa bien administrada. Los
cargos de nombramiento señorial eran los tres alcaldes mayores, uno por cada
señor, que constituían la máxima
autoridad en el Concejo, y el alcalde del castillo, nombrado directamente por
el Conde de Miranda y cuya misión específica era la custodia del castillo y
tierras colindantes con cuerpos armados. Los alcaldes mayores a su vez, bien
por designación, elección, sorteos o subasta, se encargaban de seleccionar a
los llamados cargos de nombramiento concejil; Alcaldes Ordinarios (eran tres,
similares a los Tenientes Alcaldes actuales), Regidores (eran seis, semejantes
a los actuales Concejales), Escribanos, Alguaciles, Mayordomos, etc.
La tripartición señorial, a la que se sumó a partir
de 1492 la hostilidad contra el Corregidor por los Reyes Católicos, unida al
hecho de que la mayoría de los cargos del Consejo estaban ocupados por una
oligarquía municipal emparentada entre si –destacaron los Prieto- y con
intereses análogos a la población, hizo a la villa disfrutar de una pseudo-autonomía
que se tradujo en buena administración y prosperidad económica. Tan sólo cuando
esta oligarquía emigró mayoritariamente a América, relevándola en sus cargos
funcionarios enviados por la Corona, se materializó la decadencia de Palos.
Para comprender
el interés de tantas familias nobiliarias y de la Corona por adquirir la villa
de Palos, hay que estudiar su evolución demo económica en el marco general del
expansionismo oceánico de las dos principales potencias colonialistas de la
época; Castilla y Portugal.
Final
de la Primera Parte
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